J. I. Packer

En pos de los puritanos y su piedad


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las obras de Ursine y Amesius98

      En otra parte, Baxter recomienda el mismo orden a los demás, y al hacerlo habla en nombre de los escritores «prácticos y afectuosos» como cuerpo. Ellos afirmaban que la verdad revelada de Dios es para promover una práctica que produzca beneficios en la salud espiritual; por lo tanto, la mejor manera de estudiar esta verdad es de forma práctica; así que, los pastores deben predicar y enseñar de esa manera. La doctrina del evangelio debe ser obedecida; y la verdad no sólo debe ser reconocida, sino que debe realizarse, en el sentido de hacer lo que ésta requiere de nosotros. De manera que, el teólogo más bíblico es aquel que es el teólogo más práctico, y viceversa; y a su vez, la manera más bíblica de teologizar es a través del estilo de predicación que contenga la mayor cantidad de aplicaciones y exhortaciones prácticas.

      La verdad obedecida, decían los puritanos, producirá sanación. Y esas palabras encajan correctamente con la realidad, porque todos estamos espiritualmente enfermos —enfermos por causa del pecado, el cual es una enfermedad mortal en el corazón. Los inconversos están enfermos de muerte; mientras que los que han venido a Cristo, aunque han nacido de nuevo, siguen enfermos, sin embargo, van sanando gradualmente a medida que la obra de gracia continúa avanzando en sus vidas. No obstante, la iglesia es un hospital en el que nadie se encuentra completamente sano, y todos pueden tener una recaída en cualquier momento. Los pastores no son menos debilitados que otros, por medio de la presión del mundo, la carne, y el diablo; ellos son igualmente afectados por tentaciones de las ganancias terrenales, los placeres, y el orgullo, y como lo vamos a ver más plenamente en un momento, los pastores deben reconocer que aunque son los sanadores, ellos siguen estando enfermos y heridos, por lo tanto, necesitan aplicar las medicinas de la Escritura tanto a sí mismos como a las ovejas que están a su cargo en nombre de Cristo. Todos los cristianos necesitan la verdad de las Escrituras como medicina para sus almas, en cada etapa de sus vidas, y en ese sentido, la elaboración y la aceptación de las aplicaciones prácticas son equivalentes a la administración y a la ingesta del medicamento. La capacidad de aplicar terapéuticamente la verdad de Dios implica la capacidad previa de diagnosticar enfermedades espirituales, y esa capacidad de diagnóstico se adquiere primeramente por medio de la práctica de detectar y darle seguimiento a nuestros propios pecados y debilidades, sin embargo, también puede enriquecerse por otros medios secundarios. La frecuencia con la que los pastores puritanos lamentan su propia pecaminosidad no debe menospreciarse como una convención cultural trivial; más bien, eso debe ser una garantía para nosotros, como lo fue para sus primeros oyentes y lectores, es decir, es algo que nos garantiza que estos hombres sabían de lo que estaban hablando cuando buscaban «rasgar» nuestras conciencias (frase que ellos usaban), y cuando diagnosticaban nuestras enfermedades espirituales y prescribían un régimen de directrices bíblicas para nuestra cura. El secreto de su habilidad para sondear el corazón, clavar al pecado, y mostrarnos cómo el poder sanador de Cristo puede rescatarnos del mal moral y espiritual, radicaba principalmente en su propia auto examinación y su auto conocimiento delante de Dios.

      En segundo lugar, ellos eran expositores de la conciencia. Sus escritos prácticos siempre son exposiciones de las Escrituras, dirigidas a los fines que las Escrituras mismas establecen: «para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir [nutrir y entrenar] en justicia» (2 Timoteo 3:16). La hermenéutica puritana, aprendida de la Escritura misma (más precisamente, del uso que el Nuevo Testamento le da al Antiguo), era una hermenéutica que les permitía ver los siguientes aspectos: (1) cómo la palabra escrita nos muestra la naturaleza y las relaciones mutuas entre Dios y los hombres, (2) la forma en la que se vuelve real la relación de pacto de amor en Cristo, y (3) cuál es la manera de vivir una vez que esa relación es una realidad. El método expositivo puritano consistía en establecer las doctrinas —es decir, los principios concernientes a la relación en Dios y nosotros— que estaban implícitas en sus textos, para después aplicarlas. Por esa razón a los escritores se les llamaba «prácticos». Sus aplicaciones estaban dirigidas hacia la conciencia, es decir, presentaban razonamientos prácticos y autocríticos: razonamientos que nos llevan a cuestionarnos con respecto a nuestras obligaciones, nuestras deficiencias, y el estado presente de nuestra relación con Dios. Los puritanos creían que esa era la forma bíblica de exponer las Escrituras, y recurrían al Espíritu Santo en busca de la ayuda para honrar a las Escrituras: por medio de proveerle a la audiencia un buen entendimiento y una convicción de la verdad divina que está siendo expuesta, despertando en ellos un proceso de autocrítica, y proveyéndoles las respuestas apropiadas para respaldar el veredicto al que se ha llegado a través de la exposición bíblica. Estas respuestas abarcaban todas las áreas de la fe, la esperanza y el amor; el arrepentimiento, la humildad y desconfianza hacia uno mismo; la autonegación, la devoción privada y la obediencia; la alabanza, la acción de gracias, la súplica y la adoración; además de los diversos «afectos» resolutivos (no sólo oleadas de emoción pasajera, sino afectos que consolidan las inclinaciones de corazón con un énfasis experiencial) que contribuyen a la comunión y a la unión real con Dios. Su énfasis en la importancia de estos afectos resolutivos, y sus esfuerzos constantes por estimularlos y fortalecerlos (alegría, tristeza, deseo, temor, y muchos otros, todos enfocados hacia un objeto apropiado), explica por qué estos escritores eran llamados «afectuosos».

      Y dentro de la hermenéutica puritana estaba incrustada una creencia, la cual había sido argumentada de una manera tan exitosa por los reformadores, que sus sucesores ingleses pudieron darla por sentada y ponerla en práctica, y esa era la creencia de que, la justificación por gracia y por fe a través de los méritos de Cristo, era como un prisma dado por Dios, a través del cual tenían que ser pasadas todas las Escrituras, para poder ver plenamente cuál era la luz y la verdad que éstas tenían para nosotros. William Tyndale, quien, en éste como en muchos otros asuntos, puede ser llamado el abuelo de la teología práctica puritana, explicó la afirmación anterior de la siguiente manera:

      Por lo que estos dos puntos, es decir, la ley interpretada espiritualmente, entendiendo cómo es que aquello que no es hecho con un amor sincero desde lo profundo del corazón es un pecado condenable (…) y el hecho de que las promesas que han sido dadas al alma arrepentida que tiene sed de ellas y clama por ellas ante la misericordia paternal de Dios, sólo a través de nuestra fe, sin tener mérito alguno por nuestras obras, sino sólo por Cristo y por los méritos de Sus obras (…) yo considero que, si esos dos puntos están escritos en tu corazón, serán la llave que abrirán las Escrituras ante ti…99

      Y las directrices para el estudio de las Escrituras continúan. Tyndale hace referencia a 2 Timoteo 3:16; Romanos 15:4; y 1 Corintios 10:11, y procede diciendo:

      Por lo tanto, busque en las Escrituras, conforme las va leyendo, primero la ley (lo que Dios nos manda hacer); y después las promesas (…) en Cristo Jesús nuestro Señor. Luego busque ejemplos, primero de consuelo, cómo Dios purga a todos los que se someten a caminar en Sus caminos, en el purgatorio de tribulación (…) nunca queriendo que ninguno de ellos perezca, sino que se aferren a Sus promesas. Y finalmente note los ejemplos que están escritos para infundir temor a la carne, para que no pequemos; es decir, cómo es que Dios soporta a los pecadores impíos y perversos, permitiendo que continúen en su maldad (…) los cuales endurecen sus corazones contra la verdad, y como consecuencia, Dios los destruye por completo.100

      Y continúa instruyendo:

      para que pueda usted tomar las historias y las vidas que están contenidas en la Biblia como ejemplos seguros e indubitables de que Dios tratará con nosotros hasta el fin del mundo.101

      Una vez que esos principios son aplicados, de acuerdo con Tyndale, las Escrituras se interpretarán a sí mismas: «La Escritura da cuentas de sí misma, y siempre se expone a sí misma por medio de otro texto abierto».102 La llave es la justificación por la fe, y la puerta (como es de esperarse) es la epístola a los Romanos. «Una luz y un camino hacia la Escritura completa», como Tyndale la llama, y traduce el veredicto de Lutero al respecto: «una luz brillante, y suficiente para alumbrar toda la Escritura».103 Estos principios exegéticos fueron transmitidos a la hermandad puritana por Perkins, quien estableció que, si uno comenzaba a estudiar Romanos y continuaba con el Evangelio de Juan, tenía la clave para entender toda la