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Greenham nunca escribió el tratado sobre dirección pastoral que sus amigos deseaban (aunque la colección de cuarenta páginas titulada «Grave Counsels and Godly Observations [Consejos serios y observaciones divinas]» de Holland, que es la primera parte de las obras de Greenham, nos muestra cuál pudo haber sido la extensión y la fuerza que hubiera tenido ese tratado); sin embargo, sí realizó la segunda mejor opción, que posiblemente fue la mejor: entrenó a muchos de los pastores de la próxima generación. Los ordenandos (aspirantes a pastor) vivían en su casa y estudiaban con él como verdaderos aprendices; y regularmente, durante la comida del mediodía, se reunía con ellos un grupo de ministros locales y visitantes de otros pueblos; de manera que, en palabras de Holland, Greenham «fue un instrumento especial en las manos de Dios para alentar y entrenar a muchos jóvenes piadosos y eruditos en el servicio sagrado de Cristo, y en la obra del ministerio».
Aunque se estableció en Dry Drayton, Greenham continuó ejerciendo una influencia considerable en la universidad, con la cual mantuvo un estrecho contacto. En 1589, estuvo en el púlpito de la iglesia parroquial universitaria de Great St. Mary’s, criticando con dureza uno de los tratados de Marprelate que hostigaba a los obispos con el argumento de que «este libro tiende a hacer el pecado ridículo, cuando debería hacerlo aborrecible». Él se opuso consistentemente a los agitadores presbiterianos de Cambridge. Les decía que su manera de actuar era «equivalente a tratar de colocar el techo antes de colocar los cimientos». «Hay algunos que, ignorando cómo reformarse a sí mismos, están hablando de reformar a la iglesia».76 «Algunos se preocupan por la disciplina de la iglesia, pero ellos mismos no son capaces de ver sus corrupciones personales».77
Toda su influencia en Cambridge se concentró en promover la religión personal y la paz dentro de la iglesia, y en hablar en contra del pecado y el cisma. Él se opuso y se resistió a todo aquello que estuviera en contra del amor cristiano y la paz, incluso cuando simpatizaba con las opiniones expresadas. En su práctica personal era un inconformista en lo que respecta a las cuatro ceremonias desagradables, y aunque simpatizaba con la visión de la reforma presbiteriana; nunca la defendió a capa y espada. Todo lo que él pedía era libertad para obedecer a su conciencia y para predicarle el evangelio a su gente. En 1573, el obispo Cox lo mandó llamar porque no había usado el sobrepelliz, y en respuesta, él escribió una explicación completa acerca de su postura. En la que se manifestó indispuesto a debatir acerca de ese tema:
Percibo por experiencia que la disensión de razones causa la alienación de los afectos. Yo creo que ese tema ya se ha debatido, y sigue siendo debatido entre los hombres piadosos eruditos, y yo, en comparación con ellos, no soy más que un simple hombre de campo, un académico joven, que durante los últimos tres años se ha encargado día con día de predicar al Cristo crucificado para sí mismo y para las personas del campo, de manera que no tengo ninguna necesidad de debatir este asunto con usted.78
Su postura al respecto nunca fue un misterio: «No puedo, ni usaré esa vestimenta, ni estaré de acuerdo con su uso, ni el uso del libro de comunión»; pero cuando fue confrontado con la pregunta: «¿Entonces cómo juzgas las acciones de hombres piadosos que creen que pueden estar de acuerdo con las ceremonias?» él no estuvo dispuesto a comprometer su integridad:
Yo reverencio a los verdaderos siervos de Dios, con sus misterios y sus vidas piadosas; yo no los juzgo en las ceremonias, porque ellos las pueden usar para el Señor, yo no quisiera ser juzgado por rechazarlos, y esto lo hago para el Señor.79
En conclusión, le recordó sutilmente al obispo que el estándar bíblico para los ministros de Cristo no depende de la conformidad a esas ceremonias. Después, él citó Mateo 7:15–16 y continuó diciendo:
Nuestro Señor celestial ha dejado la verdadera insignia, o la vestimenta común, por la cual sus verdaderos siervos serán reconocidos entre los demás (…) Este tipo de juicio, hasta ahora usted sólo lo ha aplicado en contra de mí, y yo no me sublevado; y espero que mientras yo me mantenga así, usted pueda estar contento con eso.80
En otras palabras, él simplemente estaba pidiendo ser juzgado por la calidad de su ministerio pastoral, y que se le dejara en paz para poder desempeñar su cargo. Y esa fue una característica muy marcada entre la nueva generación de pastores puritanos que fueron guiados por él entre la oscuridad espiritual de la Inglaterra rural. Algunos de ellos eran inconformistas, pero muchos estaban satisfechos con el marco existente de la iglesia establecida y la única cosa que ellos reprobaban era su falta de pastores. Así fueron hombres como Laurence Chaderton, Richard Sibbes, William Perkins, y Robert Bolton; cuya membresía de esta hermandad de maestros y médicos espirituales «prácticos y afectuosos» no se vio afectada por sus opiniones acerca de los problemas de las políticas eclesiásticas.
Durante la siguiente mitad de siglo, Cambridge produjo muchos médicos espirituales con el molde de Greenham. El Christ’s College fue su primer semillero; Dering estuvo ahí, primero como estudiante universitario, desde 1560, y después como maestro. Laurence Chaderton, quien se convirtió en protestante durante su tiempo como estudiante universitario allí, fue maestro durante casi dos décadas, antes de convertirse en el Primer Maestro del Emmanuel College, que acababa de ser fundado por Sir Walter Mildmay, en 1584. Chaderton dio una «conferencia» semanal (es decir, un sermón) en St. Clement’s Church durante 50 años, y cuando, a los 82 años, decidió dejar de predicar, recibió cartas de cuarenta clérigos que le rogaban que no lo hiciera y que testificaban que le debían su conversión a su ministerio. Fue Chaderton, a quien la audiencia le recibió sólo una vez su disculpa por haber predicado durante dos horas completas, pero Fuller testifica que, la congregación clamaba: “¡Señor, por amor a Dios, continúe, continúe!”81 Richard Rogers, «otro Greenham»,82 ministro del Wethersfield desde 1574, junto con Arthur Hildersam, predicador durante cuarenta años en Ashby–de–la–Zouch y mentor de William Gouge y John Preston, ambos fueron hombres de Cristo ; como también lo fue William Perkins, alumno de Chaderton, se convirtió cuando era estudiante ,y en 1584 comenzó a ser maestro. Paul Baynes, otro hombre de Cristo, quien sucedió a Perkins como conferenciante semanal en Great St. Andrew’s Church cuando éste murió en 1602, predicó para la conversión de Richard Sibbes, quien predicó para la conversión de John Cotton, quien predicó para la conversión de John Preston. Cuando Thomas Goodwin llegó al Christ’s College en 1613, a la edad de 12 años, este recinto universitario podía jactarse de tener a «seis maestros que eran grandes tutores, los cuales profesaban la religión del tipo más riguroso, y que después serían llamados “puritanos”».83 Un sermón de funeral acerca del arrepentimiento, predicado por Bainbridge, el maestro, muy pronto se convirtió en el instrumento humano que dio lugar a la conversión de Goodwin. De manera que, Chaderton, Rogers, Hildersam, Perkins, Gouge, Baynes, Sibbes, Cotton, Preston, y Goodwin obtuvieron el estatus de «ejemplos a seguir» como predicadores–evangelistas «prácticos y afectuosos». Así que, el movimiento de Cambridge progresó, manteniendo la profundidad espiritual y acumulando fuerza numérica durante mucho tiempo.
Lamentablemente, aunque no era de sorprenderse, los jóvenes que le siguieron la pista a estas grandes figuras patriarcales tuvieron dificultades para encontrar un cargo pastoral. Podemos imaginarnos, con justa razón, que, en esos días, muy pocos patrocinadores estaban dispuestos a ofrecer apoyo económico a los predicadores que, como era la intención de estos hombres, hablaban de una manera severa e intransigente acerca de la justicia y el arrepentimiento. En 1586, algunos estudiantes de Cambridge presentaron una petición al Parlamento, en la cual se solicitaban acciones legales con respecto a ese asunto:
Es imposible negar que ésta, nuestra Universidad, actualmente ha florecido en toda clase de buena literatura, mucho más que en cualquier otra temporada, pero gloria sea dada a Dios por ese florecimiento; sin embargo, también es imposible negar que nosotros, los que escogimos estudiar las Sagradas Escrituras y que nos hemos preparado para el santo ministerio, encontramos menos oportunidades legales para servir a la Iglesia de Dios, y se le da menos preferencia a nuestros servicios de lo que se daba en tiempos pasados, y esa es una lamentable noticia a la luz de este precioso evangelio. Justo ahora, en nuestra Universidad de Cambridge (…) hay hombres capacitados y dotados con las habilidades y dones necesarios