del Estado, que puede significar, en la situación actual de los asuntos, seguridad corporativa. Al mismo tiempo, una Corporación o su organización de lobby va a exigir que el Estado le conceda, por medio de licencias, el derecho a contaminar (como es el caso de las papeleras, las operaciones mineras y las actividades en campos petroleros y en las arenas de alquitrán), mientras hace caso omiso de las actividades extralegales de la Corporación en relación con la oposición pública a su accionar. Todo es una cuestión de quién tiene el poder. Al reconocerse al Estado, ya sea nacional, provincial o gobierno local como la única expresión institucional de lo público, por lo tanto, se está apelando a que juegue roles bastante contradictorios15.
Las personas, entonces, no solo no son públicas, sino tampoco ciudadanas en el sentido de personas públicas socialmente conscientes. Lo público es, por consiguiente, reconstruido en la forma de grupos focales de individuos cuidadosamente seleccionados y de individuos que representan intereses especiales e identificados como “partes interesadas”. El culto del individuo también está descaradamente manifiesto en la prensa empresarial, dando la impresión de que el apogeo o caída de las empresas depende exclusivamente de la capacidades personales de su director ejecutivo, aunque es evidente que un ejecutivo sin personal auxiliar es disfuncional, ni qué decir de una fábrica sin obreros, a pesar del hecho de que los trabajadores reciben en pago sólo un porcentaje muy pequeño de lo que el ejecutivo reivindica como merecido, ¡o su derecho!
La promoción y búsqueda de los derechos individuales o corporativos, por lo tanto, están obligadas a fragmentar una sociedad en los conflictos de intereses (ecos de la lucha de clases), destruyendo cualquier sentido de solidaridad y, en última instancia, el tejido de la sociedad misma.
“Esto es, entonces, el quid de la cuestión. El discurso de los derechos humanos sirve como un instrumento para la expansión patológica del liberalismo moderno y postmoderno y lo que le acompaña: el mercado libre capitalista”16.
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5 Rights and Democracy, Comunicado de Prensa, 22/10/08.
6 En 1991 un golpe militar derrocó el primer presidente democráticamente elegido de Haití, Jean-Bertrand Aristide luego que el primer Presidente Bush hubiera dedicado esfuerzos sustanciales para socavarlo y preparar los motivos para el golpe militar. EEUU, a continuación, apoyó inmediatamente a la junta militar y sus ricos partidarios en beneficio de las empresas de Estados Unidos. En 1995, Washington opinó que la destrucción de Haití había durado lo suficiente y el Presidente Clinton envió los Marines para derrocar a la Junta y restaurar el gobierno elegido. El Gobierno restaurado, sin embargo, fue obligado a aceptar un duro programa neoliberal, sin barreras para la exportación e inversión, dominadas por los EEUU.
7 Ver Noam Chomsky, ‘Humanitarian Imperialism: The New Doctrine of Imperial Right (Imperialismo humanitario: la nueva doctrina de derecho imperial),’ Monthly Review, Septiembre, 2008.
8 Libertario: una filosofía política que deposita un valor supremo en la “libertad” individual por sobre cualquier identidad o responsabilidad social o colectiva o cualquier reclamo hecho por el Estado. Hay expresiones libertarias de derecha e izquierda. La versión de derecha está expresada en el populismo norteamericano y en varias sectas religiosas fundamentalistas, mientras en la izquierda, las filosofías comunales y comunitarias, asociadas cercanamente al anarquismo, pueden exhibir tanto falta de confianza en la autoridad del Estado, así como un sentido fuerte de responsabilidad personal y comunitaria.
9 Cada vez que un soldado canadiense es asesinado en Afganistán hay un cúmulo de elogios por su heroísmo, sobre todo de la prensa corporativa, dejando de lado las dudas sobre el propósito o la legitimidad de la presencia canadiense en Afganistán.
10 “Dentist grits teeth...” Ottawa Citizen, 19/11/08.
11 Kelly Eagan, Ottawa Citizen, 26/6/09.
12 The Neocons’ Ownership Society,’ Le Monde Diplomatique, edición en inglés, Junio 2005.
13 La campaña presentada por el ex-Presidente de Estados Unidos George W. Bush para transformar el sistema de seguridad social en un programa de inversión individual (finalmente abortada) fue un ataque directo al concepto de solidaridad social y su sustitución individualista mediante-propiedad. “Basada en principios de solidaridad general y el riesgo compartido públicamente, la seguridad social es la parte más importante de lo que resta del sistema de protección social de EEUU.” Objeciones (al Programa de Bush) y contrapropuestas suponen que la administración Bush se ocupa de hacer más viable la seguridad social. Pero el objetivo principal es diferente: es el de socavar el compromiso de la lógica de la solidaridad de los ciudadanos y la gestión del riesgo público. En palabras de Bush: “Si alguien posee algo, tiene un interés vital en el futuro de nuestro país. Al haber mayor propiedad en América, mayor es la vitalidad en América y mayor cantidad de gente apostará virtualmente al futuro de este país.”
14 Abby Lippman, Globe&Mail, 24/11/08.
15 Ver Derechos y Estado, pág. 31
16 Ziauddin Sardar, Postmodernism and the Other – The New Imperialism of Western Culture, Pluto, 1998, pp.74-5.
El surgimiento de los Derechos como discurso dominante
La fundación de las Naciones Unidas en 1945 y la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, pueden no haber creado el discurso de los derechos humanos, pero sí sentaron una base aparentemente altruista o incluso idealista para la aparición del lenguaje de los derechos en el centro de la actividad política democrática liberal. El contexto de esto fue, por supuesto, la extrema destrucción de la Segunda Guerra Mundial y el programa nazi de exterminio humano, que eclipsó la muerte y destrucción llevadas a cabo por los aliados, tales como el bombardeo de Dresde, Hiroshima y Nagasaki.
La respuesta adecuada debería haber sido la creación de una autoridad realmente supranacional con el poder para hacer cumplir el desarme e intervenir, cuando se solicitare, con las fuerzas de mantenimiento de la paz para detener los hechos de guerra. En su lugar, el idealismo del período fue capturado por el lenguaje de los derechos humanos universales y la prestación de un asiento y un voto por cada Estado soberano en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero mientras que Naciones Unidas era presentada como un organismo global, de hecho era un proyecto europeo-norteamericano, destinado a proteger y promover la política e intereses económicos del capital y los Estados democráticos liberales. La Santa Trinidad reinante fue: Derechos humanos, Democracia liberal y Capitalismo (posteriormente denominado amablemente como “economía de mercado”). Países fuera de este reino pueden haber estado presentes en las Naciones Unidas, pero su rol, informalmente asignado, fue el de observadores y ratificadores políticos, no creadores de política.
La Unión Soviética puede haber sido un miembro permanente del Consejo de Seguridad, pero los otros cuatro miembros permanentes fueron Francia, el Reino Unido, los Estados Unidos de Norteamérica y China nacionalista17, todos Estados decididamente capitalistas alineados contra la Unión Soviética.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estaba ubicada físicamente en los Estados Unidos, no en Suiza, una nación neutral que había sido la residencia de la desafortunada predecesora de la ONU, la