Manuel Santos

Fotografía infantil


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la cámara y brote la magia de su fantasía. Para mí los niños o la infancia serían como los momentos ideales para soñar, donde no tienes ningún prejuicio ni ninguna responsabilidad. Puedes pensar libremente: ¿qué voy a hacer de mayor?, ¿dónde voy a vivir? Al realizarle una foto a un niño estamos recogiendo dichas sensaciones. Cuando le hacemos una foto con los ojos cerrados, estamos transmitiendo todo eso: ¿qué estará soñando?, ¿cómo va a ser su vida?”.

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      Con niños mayores, Alba Soler prepara sesiones más tranquilas donde busca captarlos absortos en su mundo interior y menos atentos a la cámara. Con algunos funciona muy bien ofrecerles algunos libros antiguos con ilustraciones atractivas y dejarles un rato para que los curioseen. Después puede indicarles que se recuesten e imaginen en cual de esas historias les gustaría aparecer junto a los personajes. Alba preparó una iluminación sencilla, situando un Flash Profoto con reflector de belleza (Beauty Dish) arriba a la izquierda, para incrementar un poco la iluminación en la zona central de la imagen que estaba en la sombra del árbol y ajustando su potencia para que la propia luz natural le sirviera como luz de relleno de sombras.

      Canon 5D Mark III, Sigma 50 mm f/1,4, ISO 400, f/4,5, 1/200 s.

      image CONOCER CADA EDAD

      Cada niño es un mundo en sí mismo; no obstante hay una serie de patrones comunes de comportamiento que dependen mucho de la edad del pequeño y por ello le insistiré en los capítulos siguientes cómo abordar su forma de tratarlos durante la sesión fotográfica. Hay edades cuando podrá convencerlos fácilmente para seguir sus instrucciones, mientras que en otras el niño deseará imponer sus condiciones y tendrá que negociar con él.

      En general, procure que el niño llegue relajado a su estudio y se mantenga así la mayor parte de la sesión. Para ello es fundamental que los padres no creen demasiadas expectativas al pequeño sobre la sesión en las conversaciones previas; más vale que bromeen con él sobre el estudio o el fotógrafo y le cuenten de forma divertida cómo le hicieron fotos a los padres cuando eran pequeños, a que lo atosiguen con indicaciones absurdas sobre cómo tiene que comportarse y lo que se espera de él.

      Un buen fotógrafo de niños es una equilibrada combinación de madre, padre, sicólogo, compañero de juegos… ¡y por supuesto experto en fotografía! No obstante, de nada le servirán sus amplios conocimientos de fotografía si no logra calmar una rabieta o proponerle un juego que le entusiasme. Para ello es fundamental que conozca las peculiaridades de cada edad, sus problemas más habituales y cómo enfrentarse a ellos con éxito. Nunca pierda la oportunidad de aprender de los niños, incluso cuando no está fotografiándolos y, simplemente, se encuentra visitando a una pareja de amigos con niños pequeños. Pepa Valero reconoce que “el día a día me ha hecho conocer al niño y saber las peculiaridades de cada edad. Es curioso que hay veces que estoy en la playa y oigo una rabieta detrás de mí y digo ‘un niño de dos años’, escucho a otro y calculo un año y medio…¡Y no fallo!, ¡los tengo cronometrados! Me los conozco al dedillo”.

      Mientras más domine sus peculiaridades y haya interactuado previamente con niños de todas las edades, con mayor facilidad logrará que fluya la sesión fotográfica sin problemas. Quizás por ello, tantos fotógrafos de niños consideran que han empezado realmente a saber cómo fotografiar a los pequeños cuando han tenido sus propios hijos y han debido afrontar las peculiaridades y problemáticas del desarrollo del niño en cada edad. Pepa Valero considera que “no es fundamental tener hijos para entenderlos, al igual que hay excelentes profesores que no los tienen, pero es natural que a raíz de ser padre o madre tu forma de trabajo cambia”.

      Manuel González opina que “bajo mi criterio, el ser papá de dos crías maravillosas, Natalia de 12 años y María de 10 años, pienso que no me ha cambiado mi forma de trabajar con críos, Eso sí, he de decir que esa combinación de la que hablabais arriba de madre, padre, psicólogo, compañeros de juego, quizás me haga tener otra visión a la hora de abordar una sesión infantil. Pero lo que si tengo clarísimo que a quien no le gusten los críos y tenga esa paciencia, con toda probabilidad le cueste más abordar las sesiones. La paciencia y dejar fluir la sesión son primordiales para que el crío se encuentre cómodo en el espacio extraño en el que está. Por regla general seguir esta forma de actuar me lleva a conseguir una sesión con éxito”.

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      Conocer cada edad y sus peculiaridades físicas y sicológicas es fundamental para iniciarse en la fotografía de niños. Entre los 6 meses y el año los bebés se llevan todo a la boca, pues para ellos es otra manera de explorar el mundo. Además le están saliendo los dientes y le molestan las encías, de modo que suelen intentar mitigarlo masticando lo que encuentran a su alrededor. El fotógrafo Manuel González conoce perfectamente este período y tiene varios peluches que pueden dar juego a imágenes divertidas cuando el niño empiece a explorarlos y morderlos. También sabe que no pueden quedarse erguidos al sentarse, por lo que coloca al niño en un cesto de tamaño reducido que le ayude a mantenerse sentado sin caerse.

      Canon 5D Mark III, Canon 24-70 mm f/2,8 @ 38 mm, ISO 100, f/22, 1/60 s.

      image NARRAR SUS HISTORIAS, INCENTIVARLAS MEDIANTE EL JUEGO Y LA MÚSICA

      Ofrézcale espacio y tiempo para que le sorprenda, haga que el niño se sienta libre en su presencia, de forma que no coarte su imaginación… déjele que se sienta un poco ‘salvaje’ y vea la sesión como un juego más. No conozco niños que no deseen jugar… de modo que esa tiene que ser su arma secreta: el juego. Cuando el niño se concentra en un juego, su mente se focaliza en él y ya no está preocupado por el fotógrafo o por el entorno del estudio. Por ejemplo: indíquele que se prepare para salir corriendo o que suelte su cometa cuando usted cuente hasta tres. Pídale que imite las toses de su padre o los ladridos de su perro…

      Alba Soler considera que “la situación óptima es de juego controlado. En mi forma de disparar no propicio situaciones donde el niño vaya corriendo o se mueva rápido. Soy más de posado aunque sean muy pequeños. Siempre es una situación controlada, sí que les doy juguetes, una pelota, cosas con las que jugar… pero les pido que la encesten en algún punto, si tienen que coger una flor… debe ser esa flor en concreto. Estoy preparada por si se mueven pero intento no propiciar que corran o se muevan del sitio donde deseo, porque he elegido ese sitio con esa luz, ese encuadre, esas características… Es más fácil sentarlo y, por ejemplo, darle un camión para que lo llenen de piñas, así mientras lo llenan el niño no se moverá de allí”.

      Pepa Valero sugiere usar la música para que el niño pierda el miedo al estudio: “A mí me funciona mucho el cantar, ¡y mira que canto mal!, o simplemente ponerle algo de música. Hay veces que canto muy flojito y entonces, si logro mantener callados a los papás porque siempre se eleva mucho la voz en el estudio, el niño empieza a perder los miedos y a querer acompañarme cantando o bailando. Otra cosa que funciona también muy bien, con niños de dos años que suelen ser muy rebeldes, es la compañía de un hermano o primo mayor, porque lo que haga el mayor lo imitará también el pequeñajo. Si no quiere hacerse fotos, empiezo tomándole fotografías al primo o al hermano; inmediatamente tengo ya al pequeño que quiere que se las haga a él.

      image EMPATÍA Y ASTUCIA

      Un niño de corta edad es mucho más espontáneo e inocente que un adulto, lo que en muchos casos facilita la interacción con ellos. No son tan conscientes de sí mismos ni capaces de avergonzarse y retraerse. Lo que sienten lo expresan directamente en su cara y gestos, permitiendo al fotógrafo atento lograr imágenes de gran intensidad emocional. Sus reacciones son más fáciles de prever pues responden de forma más regular