realidad circunstancial, en la que el lenguaje está presente y activo. Por tanto, es preciso intentar una comprensión más general, a partir de términos afines y complementarios: idioma y lengua.
Lingüística
En el 2007, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde) y la Working Party of National Experts on Science and Technology Indicators realizaron una investigación y publicaron el documento Revised Field of Science and Technology (fos) Classification in the Frascati Manual. Se trata de una actualización del Manual de Frascati (1963), respecto a la clasificación del conocimiento científico, que estandariza una nomenclatura con seis campos. El campo está integrado por áreas, y estas, por núcleos básicos de conocimiento (nbc). Cada cinco años, este grupo de expertos analiza núcleos de conocimiento emergentes y los incorpora a la nomenclatura, los reclasifica si es necesario, y publica los resultados.
En esta clasificación del conocimiento científico, la lingüística aparece como el sexto núcleo básico de conocimiento de la segunda área, Idiomas y Literatura, que pertenecen al sexto campo de conocimiento: Humanidades. Esta clasificación permite afirmar que el objeto de estudio de la lingüística es de orden científico y humanista; una combinación que puede resultar extraña porque en el imaginario colectivo se cree —equivocadamente— que lo científico y lo humanista son excluyentes o antagónicos.
En lingüística, existe el conocimiento y la claridad suficientes alrededor de los términos idioma, lengua, habla, lenguaje, gramática; aunque en contextos académicos y sociales se discuta sobre casos ambiguos, excepciones, relaciones, y se especule si la gramática ordena la lengua o el idioma, si la lengua contiene al idioma o al contrario. Incluso el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua2 es ambiguo en la definición de idioma: “1. m. Lengua de un pueblo o nación, o común a varios. 2. m. Modo particular de hablar de algunos o en algunas ocasiones. En idioma de la corte. En idioma de palacio”. En contraste, el diccionario castellano de la Universidad de Oxford publica como primera acepción de esta palabra: “Sistema de signos que utiliza una comunidad para comunicarse oralmente o por escrito”.
Idioma
En la obra de autores clásicos como Wittgenstein, Vygotski, Chomsky y otros, el idioma se entiende como un código con el que se puede pensar, hablar y escribir de manera precisa y coherente. La lengua es un fenómeno social y cultural portador de la semiótica, la simbología de los pueblos, es decir, de los significados de las cosas y las formas de habitar el mundo. La gramática es el ordenador común a ambos. En el idioma se dispone de definiciones formales de los términos, con base en compilaciones lexicográficas. La lengua establece interpretaciones sobre mitos, costumbres, fiestas populares, expresiones. A manera de ejemplo, la frase “día de los muertos” es, en la perspectiva del idioma castellano, un día en el que se conmemora, con sentido religioso, la memoria de los familiares que han fallecido, especialmente de sus afectos. En la perspectiva de la lengua, particularmente la lengua mexicana, es una fiesta que trasciende lo religioso y toca con las artes, la comunidad, la identidad nacional, la artesanía, la teología y la mitología. Siempre habrá, por lo menos, dos perspectivas o enfoques para analizar una frase, un término, un refrán, un poema, un cuento, una novela, una noticia: el idioma y la lengua.
El idioma tiene un origen más relacionado con el orden geopolítico. En su estructuración intervinieron condiciones de poder, tiempo, época e intereses, que establecieron límites e identificaron territorios, convirtiéndose en factores que, a su vez, definieron gran parte de las nacionalidades. Por supuesto existen algunas excepciones, con claras proyecciones durante la colonización, como el caso del inglés en la India, Australia y parte del norte de América; el español en América Latina y Filipinas; el portugués en Brasil; el francés en África, Canadá y las Antillas, entre otros. La lengua, que necesita del idioma para comunicarse en forma oral y escrita, tiene su origen, sobre todo, en sincretismos culturales, nutridos por aspectos como la mitología, la naturaleza, el clima, la religiosidad, las expresiones nativas de artes y las costumbres.
Cuando europeos como Marco Polo viajaron hacia Oriente, hallaron una visión del universo, o cosmogonía, diferente a la que encontraron aquellos exploradores que se dirigieron a Occidente y descubrieron América. Así también ocurrió con los musulmanes de origen árabe que invadieron la península Ibérica en el 711; o los daneses que invadieron a los sajones desde el 865 de la era actual. En todos los casos, el idioma de los pueblos se enriqueció con términos que nombraban objetos, costumbres, mitos, fiestas, alimentos, parentescos, que no se conocían antes. Y la lengua permitió conocer otras espiritualidades, otras organizaciones familiares y políticas.
Por lo dicho, se puede afirmar que existe una mutua afectación entre idiomas y culturas, que produce un fenómeno social y cultural al que llamamos lengua. Aunque se suele confundir el concepto lengua con la forma oral del idioma.
Lengua
La lengua, en cuanto fenómeno sociocultural, conlleva la cosmovisión particular de un grupo identificable; es intangible por ser patrimonio inmaterial, dinámico y complejo. Tomemos el caso del idioma inglés para ilustrar este asunto: se habla en Inglaterra, Escocia, Irlanda, Estados Unidos, Australia, India, Canadá y otros lugares, pero existen grandes diferencias culturales entre la India y Estados Unidos, aunque, por ejemplo, se hable inglés en ambos países. Se debe a que la forma de entender el mundo, sus sistemas de pensamiento, y su comprensión de la realidad, la historia, lo sagrado, el poder, la paz, la guerra o la muerte son conceptos que ya estaban ahí como parte de la cultura y la lengua o las lenguas nativas de la India cuando Inglaterra impuso el idioma inglés y sus propias interpretaciones de esos mismos conceptos. Igual ocurrió con las tribus precolombinas cuando España trajo el castellano a América, o los romanos llevaron el latín por Europa y Eurasia. Entonces, con la comprensión del idioma se facilita la comunicación; con la comprensión de la lengua se comprende la cultura.
Otro aspecto que puede ayudar a comprender la diferencia entre idioma y lengua es que muchos términos de un idioma no se pueden traducir a otro de manera correspondiente, coherente y precisa. Esto obedece a que el concepto no existe previamente en la lengua de ambos; y, cabe advertir, ninguna lengua es superior a otra, del mismo modo que ninguna cultura lo es. A propósito de este asunto, la revista El Correo de la Unesco, en una edición de 1993, publicó un reportaje llamado “¿Qué muere cuando muere una lengua?”, en el que se documentó el siguiente caso: los antropólogos europeos de finales del siglo xix que llegaron a la Polinesia en el Pacífico sur encontraron comunidades con un alto índice de fraternidad, convivencia y calidad de vida social. Tuvieron serias dificultades para que los nativos comprendieran términos como “mi”, el pronombre posesivo, o sustantivos como “género” o “huérfano”.
Por eso al traducir esas cuatro palabras a un solo “mi” del español o el inglés, se desconoce la cosmología de esa lengua. Algo que a todas luces obliga a admitir que el inglés, el español y muchos idiomas se quedan cortos para expresar la cosmogonía de las lenguas nativas. También en la misma investigación se hallaron profundas diferencias en la forma de nombrar conceptos como “hijo”, “sobrino” y “niño”; solo existía una palabra en esa lengua y era el equivalente a “hijo”, por lo que todos los adultos consideraban que todos los niños de la comunidad eran sus “hijos” y así los cuidaban. Por lo tanto, no era posible comprender el término “huérfano”, porque en la Polinesia ningún niño quedaba solo y desamparado si sus padres biológicos morían, pues en la lengua de esa comunidad todos los niños eran hijos de todos los adultos. Así funciona la lengua como fenómeno cultural, portador de la cosmogonía.
Como corolario, es preciso reconocer que el conocimiento, como acervo universal, pierde un horizonte inconmensurable al estandarizar las culturas, ignorando la riqueza de las culturas ancestrales. Tal riqueza se evidencia, en gran medida, en una lengua que porta conceptos filosóficos y que muchas veces no se pueden traducir. Por eso, el concepto de idioma está más cerca del término país, y el de lengua es más afín a nación, pues existe concordancia en el campo simbólico de los pares relacionados: idioma-país y lengua-nación.
En