Omar Alberto Garzón Chiriví

Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual


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los azotes que los indígenas infringieron a Jesucristo, durante el tiempo en el que se estaba construyendo el camino entre Sibundoy y Mocoa.3

      Aunque en algún momento —hacia los años cincuenta, con los estudios del padre Catellví— se clasificó la lengua caméntŝá como perteneciente al tronco lingüístico chibcha, posteriormente esto fue desvirtuado y aparece clasificada como una lengua independiente, tal como lo señala Romoli (1963, citado en Ramírez de Jara, 1990):

      Según Castellví, todos los territorios que habitaban el territorio de Almaguer al tiempo de la conquista hablaban dialectos del idioma llamado por él caméntŝá y por otros, coche (Rocha, Ortíz); mocoa (Loukotka, Brinton); kotse (Rivet); sebondy (Buchwald) o alguna variante de estos nombres. Por razones geográficas, históricas y de nomenclatura, los expertos que se han ocupado de esa lengua son de opinión de que ella representa el idioma de los antiguos quillacingas, dueños de la parte oriental del actual departamento de Nariño al norte de Téllez […] el coche-sibundoy-caméntŝá es generalmente considerado como una familia lingüística independiente y en vista de esta peculiaridad, habría que concluir que si la extinta lengua de Almaguer era de la dicha familia, como lo afirma Castellví, los pueblos primitivos almaguereños pertenecían a la etnia de los quillacingas. (p. 263)

      Esta referencia de Romoli, tomada por Ramírez de Jara para analizar la composición sociocultural de la región, permite mostrar las distintas denominaciones que ha tenido la lengua y, de manera particular, su relación con los quillacingas, antiguos pobladores de la región, según lo afirma Castellví. El intento de buscar relación lingüística y cultural entre los caméntŝás y los quillacingas no ha dejado de causar malestar al interior del pueblo caméntŝá, quienes, con todo derecho, no se reconocen como quillacingas. Tendría que agregar que el desconocimiento a las particularidades lingüísticas y culturales del pueblo caméntŝá no es más que un tratamiento propio del colonialismo.

      Los primeros estudios llevados a cabo en descripción fonológica y gramatical de la lengua fueron adelantados por Linda Howard (1972), Robert Van Zyl (1980) y José Raúl Monguí (1981). En las investigaciones en el ámbito gramatical se reconocen los trabajos de Alberto Juajibioy (1962) y José Narciso Jamioy (1992), estos últimos, indígenas caméntŝás.

      La caméntŝá ha sido caracterizada como una lengua aglutinante. Lyons (1971) define una lengua aglutinante como “aquella en la cual las palabras se componen generalmente de una secuencia de morfos, de modo que cada uno de ellos representa un morfema” (p. 194). Para el caso de esta lengua, a partir de una raíz verbal se articulan prefijos y sufijos que cumplen la función de señalar el aspecto, el modo, el lugar y el nombre. Es importante anotar que en la lengua caméntŝá no se marca el tiempo, lo que le da un carácter aspectual.

      De acuerdo con los cuadros consonánticos y vocálicos de Howard y Monguí —presentados por Meléndez (2000)—, en la lengua caméntŝá se identifican 6 fonemas vocálicos y 31 fonemas consonánticos; una particularidad que señalan estos autores sobre la estructura silábica, es que la unión de tres consonantes y dos vocales [cccvv] “no es un patrón usual en las lenguas de Suramérica” (p. 135). Por otra parte, el acento es una característica marcada, generalmente, en la última sílaba.

      En este aspecto es importante destacar los estudios del taita Alberto Juajibioy, quien desde la década de los sesenta adelantó trabajos de recuperación de tradición oral. El taita Alberto llevó a cabo estudios en la Universidad de Antioquia y en la Universidad de Austin (Texas) en Estados Unidos, donde amplió sus conocimientos lingüísticos, los cuales le permitieron reflexionar sobre el carácter descriptivo de su lengua. Algunos de ellos son “Breve estudio preliminar del grupo aborigen de Sibundoy y su lengua kamsá en el sur de Colombia” (Juajibioy, 1962), Bosquejo etnolingüístico del grupo kamsá de Sibundoy (Wheeler y Juajibioy, 1974) y Lenguaje ceremonial y narraciones tradicionales de la cultura kamëntimageá (2008). Estos son los únicos estudios de este tipo que se conocen sobre la lengua; se han desarrollado otras aproximaciones etnográficas, pero tienen que ver más con medicina tradicional caméntŝá.

      Durante el tiempo en que se adelantó el trabajo de campo para esta investigación, se aplicaron encuestas sociolingüísticas con el fin de indagar por el uso de la lengua y su relación con elementos sociales y culturales de la comunidad indígena caméntŝá del municipio de Sibundoy. Estos cuestionarios se aplicaron a familias que vivían en su momento en la zona rural y en el casco urbano. Así mismo, se llevaron a cabo conversaciones personales con dirigentes de las organizaciones sociales (cabildo, colegio) y con los miembros de la comunidad. La información obtenida se amplió con observaciones realizadas durante el tiempo de convivencia con la comunidad.

      En desarrollo de estas encuestas y conversaciones, se constató que un factor que aduce la mayoría de los hablantes para que la lengua esté perdiendo vitalidad es la dificultad en su pronunciación y en su comprensión. Desde los estudios sociolingüísticos sabemos que esto corresponde más a una actitud lingüística negativa (Moreno-Fernández, 1998) de los hablantes frente a su lengua que a que la lengua realmente sea de difícil aprendizaje. La afirmación más reiterada al hacer mención de este aspecto es “esa lengua es muy enredada, es muy difícil” o la de los jóvenes que dicen que “es más fácil aprender inglés”. Esta es una idea bastante generalizada, no solo dentro de los mismos hablantes, sino también para sus vecinos los ingas e incluso para los investigadores. A esto se debe en parte que en algún momento la denominación del grupo haya sido la de / kötse / o “coches”, término que traduce “marrano”, denominación por demás peyorativa y que llegó a relacionar la lengua con el grupo social.

      Esto se puede atribuir a un cambio en la situación social y cultural del grupo frente a los otros grupos que habitan la región —colonos e indígenas de otras comunidades, de manera particular los ingas—, lo que ha permitido que esta percepción cambie. Aquí es importante hacer notar cómo, a partir de una serie de procesos de reflexión endógena y del debate internacional y nacional sobre el reconocimiento de los derechos culturales de los pueblos tribales, la gran mayoría de sociedades indígenas han cambiado las denominaciones que habían sido dadas a sus lenguas por propias y que relacionan la lengua con la gente que la habla. De este modo, la comunidad caméntŝá hoy se identifica como “Kamuentsá yentsang, kamentsá biyang”, es decir, “Hombres de aquí, con pensamiento y lengua propia”.

      Para algunos de los hablantes de mayor edad, este hecho no constituye un factor de discriminación, sino, por el contrario, se presenta como un factor de estatus frente a hablantes de otras lenguas. Es común observar cómo en reuniones en donde se encuentren hombres mayores —o con cierta autoridad dentro de la comunidad— con personas jóvenes y que hagan uso de su idioma, los primeros sean insistentes con los segundos en la corrección de la pronunciación. Estas personas mayores son, por decirlo de alguna manera, depositarios de una tradición que aboga por la conservación y el buen uso de su lengua. No se puede pasar por alto el hecho de que sean en buena parte los hombres los garantes de esta tradición o por lo menos en quienes se hace más notorio.

      Los hablantes reconocen la existencia de un “lenguaje ritual” o “ceremonial”, que hace referencia a una variedad en donde la lengua está llena de formas de cortesía que se emplean durante eventos particulares, como en el saludo o en la celebración de los matrimonios. En el caso del saludo, por ejemplo, las personas deben observar toda una serie de normas de cortesía dependiendo de la situación. Si se está delante de la casa de un mayor, quien llegue a ella debe esperar a que desde dentro se le invite a seguir; esto se lleva a cabo mediante unas formas lingüísticas particulares que los interlocutores o participantes del evento reconocen.

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