Omar Alberto Garzón Chiriví

Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual


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son quienes hacen mayor uso de su idioma. Esta franja de población corresponde a las personas mayores, principalmente los hombres, quienes son los que, por lo general, ocupan los cargos mayores dentro del gobierno interno (cabildo) y quienes se han convertido en garantes lingüísticos de su comunidad. Son frecuentes sus críticas a las generaciones más jóvenes por no hacer uso de la lengua o por el mal uso que hacen de ella. Así, los más jóvenes se cuidan de hablar la lengua delante de ellos por temor a ser corregidos. Aunque a estos se les respeta y reconoce, han ido perdiendo su estatus social. Algunos jóvenes están de acuerdo con que es importante la revitalización lingüística al interior de la comunidad, pero no comparten que eso sea acompañado con otras costumbres, como el corte de cabello en redondo o el uso de la cusma, lo que consideran poco práctico en estos momentos. Conversando con algunas de las personas de mayor edad, comentaban que el corte de cabello en redondo fue una imposición de la Iglesia, la cual lo convirtió en un ritual masculino de paso de la niñez a la adolescencia. Al evento eran invitados familiares y amigos, quienes servían como padrinos. El niño era sentado en la parte exterior de la casa, donde los invitados iban pasando, uno por uno, cortando un mechón de cabello, a la vez que dejaban una moneda; pero la costumbre, cuentan, era usar el pelo largo.

      Quienes están en un rango de edad entre 20 y 35 años afirman hacer un uso menor de la lengua. Muchos jóvenes que están en un rango de edad de los 10 a los 20 años aseguran poder comprender cuando escuchan la lengua, pero no poder hablarla. Entre aquellos que están en edad escolar, es decir, entre 6 y 18 años, se da un proceso de recuperación de la lengua promovida por la escuela y el colegio bilingüe de la comunidad. Los jóvenes que han salido a estudiar a las universidades públicas del interior del país se han organizado en cabildos urbanos, desde donde promueven el uso de la lengua como elemento de identidad. Por otra parte, esta capa de población está asumiendo algunos cargos dentro de la vida pública de la comunidad en los que es un requisito hacer uso de la lengua.

      En el caso de la población infantil, el uso de la lengua es menos frecuente. Algunos dicen poder entenderla, pero no poder hablarla (competencia para la comprensión y no para la producción). Se pudo constatar que en el caso de las mujeres caméntŝás que son madres, que han constituido familia y que están entre 25 y 30 años en adelante, llevan a cabo el proceso de socialización temprana de sus hijos en lengua caméntŝá. Esto es algo que se puede percibir más en la convivencia con la comunidad que mediante las encuestas. En lo que tiene que ver con su procedencia étnica y social, se encuentran familias constituidas por hombres caméntŝás y mujeres ingas, en donde se habla la lengua del padre. En ocasiones, puede observarse que el padre aprende la lengua de su esposa y es frecuente que la madre comprenda la lengua del padre, pero no que la hable. Esto ocurre principalmente dentro de hablantes que se encuentran en un rango de edad entre 40 y 60 años.

      Ante las situaciones descritas, la sociedad caméntŝá ha adelantado un proceso de reflexión sobre la importancia del uso de la lengua caméntŝá, el cual, aunque aún no es lo bastante fuerte, busca que la lengua sea empleada dentro de los espacios sociales y políticos de la comunidad. En ello se han comprometido instituciones como la escuela, el colegio y el cabildo, desde donde se propone el uso obligatorio de la lengua para poder acceder a cargos como gobernador o alguacil.

      Igualmente, se discute de manera permanente la necesidad de implementar el uso de la escritura en la lengua, pero en esto aún no hay un acuerdo, ya que no hay un sistema alfabético unificado; el que existe fue propuesto desde los trabajos de Linda Haward, del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), desarrollado en la década de los setenta, con aportes posteriores de José Narciso Jamioy. El único texto escrito producido en la lengua con este sistema de escritura es la Biblia, elaborada por el ILV —la cual se encuentra en la gran mayoría de casas—, con la traducción lingüística adelantada por el colegio bilingüe.4 Este intento por contar con algún tipo de texto escrito es el testimonio de la búsqueda, por parte de los hablantes, de estatus para su lengua.

      En la mayoría de casas se tiene acceso a la radio y a los programas de la televisión nacional e internacional, vía cable; así mismo, la interconectividad digital se ha ampliado, permitiendo que haya acceso a los servicios vía web. Este hecho ha incentivado la compra de computadores y teléfonos digitales, con los cuales las comunidades rurales han transformado, para bien, la comunicación con otras partes del país y del mundo. Allí, como en el resto del mundo, la revolución digital no solo ha transformado la manera de comunicarnos, sino los idiomas mismos.

      Espacios como el colegio y la escuela han desempeñado un papel importante en el proceso de reflexión lingüística. Los profesores bilingües y los padres de familia han asumido esta tarea propiciando mecanismos de recuperación lingüística, como el uso permanente de su lengua materna para la comunicación cotidiana entre adultos y niños y como en el caso del Colegio Artesanal Bilingüe Caméntŝá, que cuenta con una intensidad de nueve horas semanales dedicadas a la enseñanza de la lengua materna. Estas acciones dejan entrever que en algunos sectores sociales de la comunidad existe una preocupación por que la lengua materna gane estatus social frente al español y al inga.

      Existen espacios de la vida social caméntŝá en los que la vitalidad de la lengua es notoria; es el caso de las chicherías (casas en donde se prepara y se vende chicha de maíz), los días de los carnavales (el de Blancos y Negros y el del Perdón) o las celebraciones rituales de la toma del yagé. En estas ocasiones, la lengua caméntŝá se convierte en el vehículo de comunicación por excelencia por encima del español, principalmente en hablantes de un rango de edad entre 20 y 60 años. Esto revela que muy seguramente la vitalidad de la lengua es mayor a la manifestada por los hablantes en las encuestas y que esto se hace evidente principalmente en espacios sociales y culturales, donde la interrelación con los no indígenas es mínima.

      Un último elemento que se debe tener en cuenta en esta caracterización se relaciona con la situación de contacto de lenguas en la región, en particular con el español y el inga. Para el primer caso, son interesantes las situaciones de bilingüismo entre la lengua materna (L1) y el español (L2) (Ávila Mora, 2004, p. 37) y de alternancia de código dentro de la lengua o la creación de léxico para nombrar elementos de la cultura material que se han venido incorporando a su cotidianidad. La creación de este léxico pasa por la prenominalización de las palabras en español mediante el empleo de un sufijo o por la búsqueda de la consonancia rítmica entre las palabras del español y el caméntŝá. No se evidenció que esto ocurra con el inga, aunque sí se da la adopción de quechuismos, algo bastante recurrente en la región (Arboleda, 2000).

      Lo que es evidente con el caso de la lengua inga, quizá lo más relevante y una de las motivaciones de esta investigación, es el haber constatado el uso de una lengua ritual, llamada la lengua del yagé, que no corresponde precisamente a la estructura lingüística del caméntŝá. La definición de lengua ritual está dada inicialmente por un hablante de esta —el taita Martín—, quien la describe como la “lengua del yagé”. Al realizar el análisis e inscribirlo como parte de la caracterización de la comunidad de habla, lo que se puede afirmar es que esta lengua está articulada a formas discursivas particulares, en las cuales se profundizará en otro capítulo.

      Después de más de una década de llevarse a cabo estas indagaciones y de visitas constantes al valle de Sibundoy, se pueden enumerar algunos elementos de orden sociolingüístico que permiten hablar de una situación lingüística estable de los hablantes del caméntŝá.

      El uso de la lengua materna caméntŝá (L1) mantiene vigencia al interior de algunas familias donde hay presencia de personas de generaciones de adultos mayores (hombres y mujeres de más de 50 años), en las celebraciones comunitarias y rituales, como los carnavales y las ceremonias de toma de yagé, y en espacios administrativos como el cabildo. En los espacios educativos, como el jardín infantil, las escuelas rurales, el colegio artesanal bilingüe y la emisora comunitaria, se mantiene la promoción del conocimiento y uso de la lengua materna. Esto, en su conjunto, se puede definir como la política lingüística implícita de los hablantes de caméntŝá.

      En toda