José Federico Besserer Alatorre

Estudios transnacionales


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América Latina han criticado las posturas de la academia estadounidense y han preferido acercarse a los aportes de Birmingham precisamente por el carácter político y entreverado con el contexto económico que reconocen en la cultura. El argumento que trato de expresar aquí es que la cercanía que los estudios culturales latinoamericanos encuentran con el pensamiento de Birmingham se da porque coinciden en reconocer el carácter político y conflictivo de la cultura, así como el carácter culturalmente constituido de la política y la economía. Coinciden con el pensamiento de Birmingham en posicionarse como un proyecto inspirado en teorías marxistas y neomarxistas que incluyen a Stuart Hall y Raymond Williams, pero también a Antonio Gramsci, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, al mismo tiempo que reconocen la importancia de Fernando Ortiz, Carlos Mariátegui y Frantz Fannon, entre otros (Richard, 2010).

      Parece claro que los estudios culturales latinoamericanos comparten con el Centro de Estudios Culturales de Birmingham la relevancia de incluir los desarrollos del marxismo y el estudio de la cultura como una mediación en un contexto de poder entre el mundo simbólico y el material del capitalismo. Un ejemplo lo tenemos en el libro más reciente compilado por José Manuel Valenzuela sobre culturas juveniles en el capitalismo contemporáneo (2015).

      Es verdad, como dice Rosana Reguillo (2003), que los autores de los estudios culturales en América Latina han tenido sus propios escarceos con las estructuras disciplinarias que operan como tecnologías de poder donde los financiamientos, las políticas culturales y la especialización del trabajo sobre objetos disciplinarios han sido renuentes al papel disruptivo que tienen los estudios culturales. Sin embargo, también es cierto que en América Latina y el Caribe ha habido una institucionalización de los programas de estudios culturales que, desde mi punto de vista, hay que entender, a la manera de Gramsci, como estrategias en una “guerra de posiciones” desde donde los estudios culturales se presentan como instancias críticas.

      Me parece que frente a las posturas críticas del transnacionalismo disciplinario, que reclaman como indispensable el estudio de las condiciones materiales de la producción de la cultura, los estudios culturales interpelados reconocen desde sus posturas transdisciplinarias esta necesidad, aunque sus herramientas analíticas no siempre profundizan en ello.

       Los proyectos de convergencia

      En los años recientes ha habido algunos esfuerzos por construir puentes entre los estudios disciplinarios de la transnacionalidad y los estudios transnacionales de ruptura. En las siguientes líneas revisaré dos textos que usan el concepto de “estudios transnacionales”, en un intento por vincular las distintas direcciones que han tomado los estudios sobre la transnacionalidad y el transnacionalismo.

      El primer texto está escrito por Khagram Sanjeev y por Peggy Levitt (2008). La propuesta de Khagram y Levitt es que existen diferentes niveles de trabajo que pueden articularse en un nuevo paradigma al que podríamos referirnos como “estudios transnacionales”.

      Se trata, en primera instancia, de un transnacionalismo empírico que ha descrito fenómenos y dinámicas transnacionales; su importancia radica en proporcionar conocimiento que permite conocer y categorizar estas realidades. En segundo lugar, el volumen refiere al transnacionalismo metodológico que fundamenta la posibilidad de construir un nuevo paradigma. Se propone superar el “nacionalismo metodológico” que podemos encontrar en la mayoría de los instrumentos de recolección de información como censos y etnografías que toman como base los territorios políticos y la denominación de los sujetos como se hacen en los aparatos de gobernanza de un Estado­nación. La ciudad global de Saskia Sassen (1991), o El Atlántico Negro de Paul Gilroy entrarían en esta categoría de contribuciones que permiten investigación en varios niveles. El trabajo incluiría también la construcción de instrumentos analíticos históricos que pueden dar cuenta de procesos que anteceden a la configuración de los Estados nacionales y compararlos con los contemporáneos. El tercer tipo de contribuciones es categorizado como transnacionalismo teórico. En este plano se incluyen reflexiones que se han hecho desde las plataformas disciplinarias algunas de las cuales proponen que sistemas supranacionales están apareciendo y cambiando la importancia que tiene hasta ahora el sistema de Estados­nación. El cuarto fundamento para pensar en el campo de los estudios transnacionales como un nuevo paradigma es, sugieren los autores, la filosofía transnacional, que cuestiona la estabilidad de las categorías mismas con las que se ha pensado hasta ahora. En primera instancia, en este plano filosófico se propone cuestionar las categorías usadas por las teorías convencionales para pensar en éstas como “resultados de procesos sociales” y no como puntos de partida analíticos. Las categorías mismas, por ello, deben ser objeto de un escrutinio metateórico. Una nueva ontología y una nueva epistemología serían parte de esta empresa filosófica para pensar la naturaleza de los mundos sociales, y cómo los nuevos mundos pueden ser analizados y explicados. Finalmente, el transnacionalismo público es considerado un elemento relevante de este nuevo paradigma que permite explorar cómo pueden ser pensados otros mundos posibles, alternos a los procesos contemporáneos, donde la construcción de la ciudadanía, la seguridad y la gobernanza pueden ser imaginadas sin tener que recurrir para ello al modelo del nacionalismo.

      El modelo de Khagram y Levitt es un buen punto de partida para pensar cómo integrar un campo de conocimiento como los “estudios transnacionales”. Aun cuando se preocupa por el plano epistémico y ontológico de la propuesta, e incorpora a autores de los estudios culturales y del transnacionalismo disciplinario en los distintos planos que propone, el problema mismo de las contradicciones entre éstos no es abordado y, por ello, me parece que queda en este modelo aún por reflexionar explícitamente sobre esta problemática.

      Hemos dejado al final de esta sección la propuesta de Reiner Bauböck y Thomas Faist (2010), quienes realizan un ejercicio de acercamiento de las dos propuestas comúnmente asociadas al concepto de “comunidad transnacional” y los trabajos sobre “diáspora” respectivamente. El trabajo parte de categorías usadas por marcos analíticos diferentes para avanzar en una propuesta categórica, metodológica y teórica para buscar una convergencia entre los modelos de estudio en un tono similar al trabajo de Khagram y Levitt, bajo el concepto englobante de “estudios transnacionales”.

      NUBARRONES EN LOS ESTUDIOS TRANSNACIONALES. LA IMPORTANCIA DE UNA TEORÍA CRÍTICA

      Me parece importante mencionar el trabajo de Bauböck y Faist, pues en él se propone que más allá del plano académico (donde los conceptos se presentan en propuestas que aparecen en tensión), en el uso cotidiano, ambos conceptos se traslapan. De hecho (y esto es lo que me parece relevante), en los últimos años, cuando la migración aparece como un fenómeno numéricamente creciente, el concepto de “diáspora” ha sido utilizado por los Estados para referirse a las personas que reconoce como nacionales pero que se encuentran en el extranjero. Por otro lado, el concepto de “comunidad transnacional” se ha utilizado crecientemente en el lenguaje relacionado con el desarrollo y frecuentemente en el contexto del papel que las remesas de la población migrante juega como “herramienta para el desarrollo” de las economías domésticas.

      Bauböck y Faist ilustran con claridad el surgimiento de una paradoja, y ésta es que el fortalecimiento de las comunidades transnacionales, así como las capacidades y la agencia de los sujetos transmigrantes, son también el contexto en que se dan nuevas formas de sujeción y desposesión en el plano transnacional. Diásporas y comunidades transnacionales son colectividades que absorben los costos de las crisis económicas y políticas, son sujetos emprendedores que con un tipo de agencia dócil (para usar el concepto de Foucault) cuidan de sí mismos en un mundo transnacionalizado que les mantiene frecuentemente en situaciones de exclusión múltiple, o exclusión transnacional. Cuando éste es el caso, el Estado ya no les produce como sujetos del bienestar, sino como agentes del desarrollo (Besserer, 2014a).

      Estamos en un momento en el que la situación de las comunidades transnacionales y las diásporas ha cambiado, y el discurso dominante empieza a incorporar en su retórica “lo transnacional”.

      En este momento parece especialmente importante trabajar en la construcción de un marco analítico crítico desde los estudios transnacionales, para