y ciudadanos, le debemos algo. Muchas de estas aguafuertes son conversaciones (cuando no divagaciones) consigo mismo o con sus lectores, quienes le escribían al diario con frecuencia y le preguntaban todo tipo de cosas. Esta sección tiene ese tipo de textos principalmente, aunque también un cuento de una metrópoli distópica («La luna roja») y hacia el final una suerte de auto-ficción en que Arlt explora su vida interior a partir del dedo gordo de un pie («Soy dulcemente egoísta y no me parece mal»).
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Milan Kundera se quejaba que el problema de Franz Kafka es que los estudiosos de Kafka (los kafkólogos) estaban eclipsando la obra del checo y reemplazándola con lecturas forzadas, herméticas, las cuales finalmente confundían y alejaban a los lectores.
Algo similar ha sucedido con Roberto Arlt.
La generación de Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo, y hordas de académicos tras de ellos, rescataron a Arlt y lo presentaron a nuevas generaciones. Pero también lo reciclaron hasta el cansancio. Pero no hay peor lugar para Arlt que los salones universitarios: su lugar era la calle. Por supuesto, Arlt quería ser argentino y no europeo. Porque Europa era la clase alta y los salones finos y Borges y las hermanas Ocampo y el dandy de Bioy. Su plan era convertirse en el Dostoyevski de Corrientes: «Me interesa más el trato de los canallas y los charlatanes que el de las personas decentes».
Así, por frases como esas, Arlt se ganó detractores. Especialmente aquellos que pensaban y escribían desde la alta cultura. El más famoso es el ya invocado Jorge Luis Borges.
«¿Has notado cómo se admira hoy a Arlt? Raro ¿no?», le pregunta Borges a Bioy Casares cuando en los años sesenta, Arlt era redescubierto por nuevos lectores. «La explicación es: cualquier cosa, menos pensar», sigue Borges. «Se puede aceptar o negar. Es preferible aceptar. Es claro que si todo el mundo empieza a decir que Arlt es una porquería dirán que es una porquería».
Años más tarde, en una conversación similar, Bioy defiende a Arlt frente a Borges: «Aun reconociendo la torpeza con que están escritos, esos textos tienen una frescura de la que carecen otras obras».
Frescura que ha permanecido con el tiempo y que se puede apreciar en esta antología. Una que asimismo deja ver a un Roberto Arlt crítico (hasta cierto punto) de su propia masculinidad, tal como se ve en «Las fieras», «Ester primavera» o el texto «Cómo se ofende a la mujer», donde anota: «He visitado muchas ciudades extranjeras (...) pero en ninguna parte del mundo se injuria de palabra e intención a la mujer como en nuestra sociedad con la indiferencia de las autoridades. Causa vergüenza».
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Gran parte de la obra de Arlt explora la ciudad. La promesa de las grandes urbes, parece decir, no es más que el espejismo que proyecta un sistema social-económico inhumano. Por eso el crimen brota con tanta facilidad en la Buenos Aires de Arlt. El crimen es tanto una forma de rebelión contra ese sistema como una forma de purgarse espiritualmente. Silvio Astier, el narrador de El juguete rabioso se siente bien al quemar libros. Sí: los mismos libros que alguna vez le dieron tanta alegría ahora los prende con gasolina una vez que se da cuenta de que nunca será parte de la aristocracia. De que la promesa del sistema (trabaja y tendrás una vida mejor) es una ficción a la cual muchas personas renuncian a través de pequeños o grandes actos criminales.
«Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de en-suciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo qué sé...», dice Silvio. «De destrozar para siempre la vida de un hombre... y después de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos».
La vida tarada es una selección para lectores y lectoras, todavía sin iniciarse en el mundo arltiano. Mezcla ficción y no-ficción y a veces no queda claro si el narrador es Arlt o una de sus máscaras ficticias. Por lo general da lo mismo. Ambas comparten el mismo espíritu rabioso y urbano.
Al igual que las traducciones y compilacio-nes de Virginia Woolf y Henry David Thoreau, publicados por esta misma editorial, La voluntad tarada es una introducción a la obra de Roberto Arlt. Este es un libro con violaciones masivas, golpizas, redes de prostitución. Es un libro descarnado, sí. Pero uno en el que por eso mismo se rastrean pistas de las escrituras urbanas que hoy exploran la violencia social. Leer a Arlt casi ocho décadas de su muerte es tanto observar una postal de la Buenos Aires del pasado como imaginar una ciudad latinoamericana futura. Una megalópolis latinoamericana siempre al borde del colapso social y llena de historias. Historias, como decía Arlt al mirar por la ventana, que permanecen sin escribir.
CRONOLOGÍA
ROBERTO ARLT
1900 - Nace un 26 de abril a las 23:00 horas, en la calle La Piedad, 677, de Buenos Aires, Roberto Godofredo Cristophersen Arlt, hijo de Kart Arlt, alemán de Posen, de oficio contable —dice el acta «tenedor de libros»— y de Ekatherine Iosbserbitser, austriaca de la zona italiana. Roberto es el tercer hijo del matrimonio, sólo vive su hermana mayor Luisa —Lila, familiarmente—, la segunda niña fallece.
1909 - Ya era expulsado de tres colegios y presume de haber vendido un cuento.
1914 - Se le acusa de haber emprendido correrías con un zapatero remendón de la calle Rivadavia.
1915 - Su padre trabaja para «Molinos harineros y elevadores de grano del Río de la Plata», y visita frecuentemente el estado de Misiones, frontera con el Paraguay. Roberto comienza a trabajar en la librería Perellano, en la calle Rivadavia, tan importante para la redacción de su ensayo «Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires».
1917 - Frecuenta, en compañía de su amigo para siempre, Conrado Nalé Roxlo, círculos literarios de poetas jóvenes; con mayor asiduidad el de Félix Visillac, que publica la revista La idea de Flores.
1920 - Publica «Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires» en Tribuna Libre.
1921 - Ingresa en el Regimiento 13 de Infantería de Alta Córdoba para hacer el servicio militar.
1922 - Se casa con Carmen Antinucci, tres años mayor que él, a quien conoce en Córdoba.
Roberto recibe 25. 000 pesos que invierte en una fábrica de ladrillos, pero sigue publicando cuentos. Nace su hija Electra Mirta en Cosquín.
1923 - Arlt regresa a Buenos Aires por una bronconeumonía.
1924 - Con el resto del dinero compra un terreno en la calle Lascano, donde intentará construir una casa con la ayuda de su padre.
Colabora en publicaciones políticas como Extrema Izquierda, Izquierda y Última hora.
1925 - Ricardo Güiraldes intenta publicarle en Proa El juguete rabioso (entonces titulada aún La vida puerca). Será este mismo novelista, entonces su protector, quien le sugiera cambiar el título.
1926 - Publica El juguete rabioso en la Editorial Latina.
En noviembre comienza a publicar en Don Goyo sus notas, algunas muy interesantes y autobiográficas.
Escribe y publica sus cuentos en Última Hora, Claridad, Mundo Argentino y El Hogar, en donde ya nunca dejará de hacerlo.
1927 - Trabaja como cronista policial de Crítica.
Se hace amigo de Cayetano Córdoba Iturburu y de Edmundo Guibourg.
1928 - Ingresa al matutino El Mundo, fundado el 14 de mayo. Allí publicará crónicas policiales, cuentos y, el 14 agosto, el primero de sus célebres Aguafuertes: «El hombre que ocupa la vidriera del café». En la revista Pulso publica un anticipo de su novela Los siete locos.
1929 - Vive en una pensión de la calle Pueyrredón, 486.
Publica Los siete locos, dedicada a Maruja Romero, en la revista Claridad.
A finales de año sufre una conjuntivitis que le impide trabajar en El Mundo y en la novela Los lanzallamas, que había sido anunciada como continuación de Los siete locos.
1930 - Gran producción de cuentos que aparecen en sus revistas habituales.
Viaja a Uruguay y Brasil como corresponsal del