Anonimo

Alcohólicos Anónimos llega a su mayoría de edad


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el Auditorio Kiel de St. Louis. Había representación de todos los estados de los EE.UU. y de todas las provincias del Canadá. Algunos de los presentes habían viajado desde países remotos para asistir. En el tablado del auditorio estaba reunida la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, incluyendo a unos 75 delegados de los Estados Unidos y Canadá, los custodios de la Junta de Servicios Generales de A.A., los directores y personal de nuestros servicios generales de Nueva York, mi esposa Lois, mi madre y yo.

      La Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos estaba a punto de asumir la custodia de las Doce Tradiciones de A.A. y de sus servicios mundiales. Iba a ser nombrada la sucesora permanente de los fundadores de A.A. Hablando en nombre del cofundador, el Dr. Bob, y de todos nuestros miembros pioneros, hice la entrega de los Tres Legados de Alcohólicos Anónimos a nuestra Sociedad en su totalidad y a su Conferencia representativa. Desde ese momento A.A. se ha dirigido a sí misma, dedicada a servir a Dios y cumplir con sus designios mientras que estuviera destinada, bajo la Providencia divina, a existir.

      Muchos eventos de los días anteriores habían conducido a ese momento. El efecto total fue que 5,000 personas tuvieron una visión de A.A. como nunca antes habían conocido. Vieron en líneas generales la historia de A.A. Con algunos de nosotros, los veteranos, volvieron a vivir las experiencias emocionantes que acabaron en la creación de los Doce Pasos de la recuperación y el libro Alcohólicos Anónimos. Se les contó cómo las Tradiciones de A.A. fueron martilladas en los yunques de experiencia de los grupos. Escucharon la historia de cómo A.A. había establecido cabezas de puente en setenta países de ultramar. Y cuando vieron todos los asuntos de A.A. entregados completamente a sus manos, alcanzaron una comprensión nueva de la responsabilidad de cada individuo para con toda la Comunidad.

      En esa Convención se reconoció por primera vez a gran escala que nadie había inventado Alcohólicos Anónimos, que muchas corrientes de influencia y muchos individuos, algunos de ellos no alcohólicos, habían contribuido, por la gracia de Dios, a lograr el objetivo de A.A.

      Algunos de nuestros amigos no alcohólicos de la medicina, del clero y de la Junta de Custodios de A.A. habían viajado largas distancias por caminos calurosos y polvorientos para llegar a St. Louis y participar en esa ocasión feliz y contarnos sus propias experiencias de participación en el desarrollo de A.A. Entre otros hombres eminentes, estuvo presente el clérigo Sam Shoemaker, cuyas enseñanzas servían al comienzo para inspirarnos al Dr. Bob y a mí. Presente también estuvo nuestro querido padre Dowling1, cuya inspiración personal y cuya recomendación de A.A. al mundo, contribuyeron tanto a que nuestra sociedad sea lo que ha llegado a ser. Y el Dr. Harry Tiebout2, nuestro primer amigo del campo de psiquiatría, que ya desde los comienzos había incorporado los conceptos de A.A. en su propio trabajo y cuyo sentido del humor, humildad, perspicacia y valor han significado muchísimo para todos nosotros.

      Fue el Dr. Tiebout quien, con la ayuda del Dr. Kirby Collier, de Rochester, y Dwight Anderson, de Nueva York, convenció a la Sociedad Médica del estado de Nueva York en 1944 y, posteriormente, en 1949, a la Asociación Psiquiátrica Americana, de permitirme a mí, un hombre profano en la medicina, presentar ponencias sobre A.A. en sus reuniones anuales, así acelerando la aceptación de A.A., poco conocida en aquel entonces, por parte de los médicos de todas partes del mundo.

      El valor, en aquel entonces y hoy todavía, de la aportación del Dr. Tiebout es inapreciable. Cuando conocimos por primera vez a Harry, tenía el puesto de Jefe de Psiquiatría en uno de los mejores sanatorios de los Estados Unidos. Su pericia profesional era bien reconocida tanto por sus pacientes como por sus colegas. En ese entonces, el arte moderno de la psiquiatría estaba pasando de su juventud y empezando a atraer la atención del mundo como uno de los grandes avances de nuestra época. El proceso de explorar los misterios y los motivos del inconsciente del ser humano ya estaba en pleno desarrollo.

      Naturalmente, los exploradores, representantes de las varias escuelas de psiquiatría, estaban en desacuerdo sustancial referente al verdadero significado de los nuevos descubrimientos. Mientras los seguidores de Carl Jung veían valor, significación y realidad en la fe religiosa, la gran mayoría de los psiquiatras de esa era no lo veían así. En su mayor parte se aferraban a la opinión de Sigmund Freud de que la religión es una fantasía consoladora de la inmadurez de la humanidad; que al llegar a su madurez bajo la luz del conocimiento moderno, el ser humano no necesitaría tal apoyo.

      Tal era el fondo sobre el que el Dr. Harry, en 1939, vio entre sus propios pacientes dos recuperaciones espectaculares. Estos pacientes, Marty y Grennie, habían sido casos muy difíciles, como alcohólicos y como neuróticos. Cuando, tras una corta experiencia de los principios de A.A., los dos súbitamente dejaron de beber (a propósito, para siempre) e inmediatamente tuvieron un asombroso cambio de perspectiva y actitud, Harry se quedó maravillado. También se sintió asombrado al descubrir que por fin, como psiquiatra, podía comunicarse con los dos, aunque hacía solamente dos semanas, todo intento de hacerlo había chocado contra un muro de obstinada resistencia. Para Harry, ésta fue una revelación de nuevas realidades. Como científico y hombre de valor, Harry se enfrentaba encaradamente con estas realidades. Y no siempre en la intimidad de su propio consultorio. En cuanto se sintío firmemente convencido, se puso a abogar por A.A. ante sus colegas profesionales y el público en general (ver en el Apéndice E:b una ponencia del Dr. Tiebout)3. A gran riesgo para su reputación profesional, Dr. Harry, desde entonces, ha seguido recomendando a A.A. y su trabajo a los profesionales de la psiquiatría.

      En la mesa redonda de médicos de la Convención el Dr. Tiebout participó junto con el Dr. W. W. Bauer, de la Asociación Médica Norteamericana, que ofreció la mano de amistad a A.A. y nos recomendó calurosamente.

      A estos buenos amigos nuestros de la medicina no les sorprendió en absoluto el testimonio del Dr. Earle M., el miembro de A.A. participante en la mesa redonda. Persona de renombre en los círculos médicos de todas partes del país, el Dr. Earle declaró categóricamente que, a pesar de sus conocimientos médicos, incluyendo la psiquiatría, se había visto humildemente obligado a aprender los principios de A.A. por intermedio de un carnicero. Así confirmó todo lo que el Dr. Harry nos había dicho con respecto a la necesidad de desinflar el ego engreído del alcohólico antes de que se una a A.A. y después de hacerlo.

      Las charlas inspiradoras de estos médicos nos recordaron la gran ayuda que los amigos de A.A. del campo de medicina nos habían dado a lo largo de los años. Muchos de los A.A. asistentes a la Convención habían asistido también a la sesión vespertina celebrada en el teatro de la Ópera de San Francisco en 1951 en la que fue otorgado a Alcohólicos Anónimos el Premio Lasker, donativo de Albert y Mary Lasker, por parte de los 12,000 médicos de la Asociación de Salud Pública de Norte América.4

      Los textos de los discursos pronunciados ante la Convención por el Rev. Sam Shoemaker5, el padre Edward Dowling, el Dr. Harry Tiebout y el Dr. W. W. Bauer aparecen posteriormente en este libro empezando en la página 235. Junto con estos discursos publicamos la charla de otro amigo, Bernard B. Smith, que nos ha servido fiel y brillantemente los años recién pasados como presidente de la Junta de Servicios Generales de A.A. Siempre lo recordaremos como el no alcohólico cuya destreza y habilidad singulares para reconciliar puntos de vista diferentes fueron los factores decisivos en la formación de la Conferencia de Servicios Generales, entidad de la que depende grandemente el futuro de A.A. Al igual que los demás oradores, Bernard Smith nos dice no sólo lo que A.A. significa para los alcohólicos y el público en general, sino también lo que han significado para él los principios de A.A. que ha puesto en práctica en su propia vida.

      Otros de nuestros viejos amigos hicieron contribuciones inspiradoras a la reunión. Sus alocuciones, y de hecho todas las reuniones en St. Louis, fueron grabadas en cinta en su totalidad y así están disponibles. [Estas cintas ya no están disponibles]. Lamentamos no poder incluirlas todas debido al espacio limitado de este volumen.

      Por ejemplo, el primer día de la Convención, uno de los amigos más antiguos y apreciados de A.A., Leonard V. Harrison, presidió una sesión titulada “A.A. y la industria”. Leonard, que todavía es uno de los custodios, se ha granjeado nuestro cariño durante sus más de diez años de servicio en nuestra Junta. Precedió a Bernard Smith como presidente de