Julio Camba

La rana viajera


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LA GUERRA SOBRE EL PAPEL

       II EL PUEBLO DE LOS GASES LACRIMANTES

       III SI LOS ALEMANES HUBIESEN GANADO

       IV EL LIBRO FUTURO

       LOS MÉDICOS

       I EN DEFENSA DEL RESFRIADO

       II EL VIRTUOSISMO DE LA CIRUGÍA

       III LA VIRUELA OBLIGATORIA

       IV CROYDON Y MADRID

       V MICROBIOS A SUELDO

       VI JUVENTUD, DIVINO TESORO...

       ENTRE CABALLEROS

       I LOS DESAFÍOS Y EL MÉDICO

       II LOS DESAFÍOS Y LA TÉCNICA

       III LOS DESAFÍOS Y EL HONOR

       LA POLÍTICA

       I CEREBROS ARTIFICIALES PARA USO DE DIPUTADOS

       II LA INDUSTRIA ELECTORAL

       III UNA CARTA

       IV EL AUTOR NECESITA UN DISTRITO

       V ESPAÑA, EMPORIO DEL PARLAMENTARISMO

       VI LOS MINISTROS NUEVOS

       VII UN ARTÍCULO MINISTERIAL

       VIII EL ENGAÑO DE LAS CRISIS

       IX ACCIÓN POLÍTICA DE LOS MARISCOS

       X ARRASAMIENTOS

       XI EL CONGRESO, A CUARENTA GRADOS

       XII OPTIMISMO

       LA ANTIPOLÍTICA

       I EL NUEVO DECORADO DEL MUNDO

       II LOS PROLETARIOS DE LEVITA

       III EL SINDICALISMO COMO BASE DE UNA NUEVA ANTROPOLOGÍA

       IV EL BOLCHEVISMO, ENFERMEDAD INFECCIOSA

       V LA MAGIA DEL DINERO

       VI EL DELITO DE SER RUSO

       VII LOS RUSOS POLÍTICOS

       VIII LA TIRANÍA DEL TRABAJO

       IX UNA POLICÍA FILOSÓFICA

       X ASESINOS MANUALES Y ASESINOS INTELECTUALES

       XI FERRER

       Índice

      Hará siete u ocho años. El director de un periódico donde yo trabajaba me metió algunos billetes en el bolsillo y me mandó a París. Mis artículos de entonces, como los que más tarde escribí desde otras capitales, tenían la pretensión de estudiar experimentalmente el carácter nacional, pero el único sujeto de experimentación que había en ellos era yo mismo. Yo estoy en mis colecciones de crónicas extranjeras como una rana que estuviese en un frasco de alcohol. El lector puede verme girar los ojos y estirar o encoger las patas a cada momento. Lo que parecen críticas o comentarios no son más que reacciones contra el ambiente extraño y hostil. Yo he ido a París, y a Londres, y a Berlín, y a Nueva York con una ingenuidad y una buena fe de verdadero batracio. Y si lo que quería mi director era observar el efecto directo de la civilización europea sobre un español de nuestros días, ahí tiene el resultado: una serie constante de movimientos absurdos y de actitudes grotescas.

      Ahora el poeta vuelve a su tierra, es decir, la rana torna a la charca. Pero, y sin que haya llegado a criar pelo, ya no es la misma rana de antes. Con un poco de imaginación nos la podríamos representar menos ingenua y algo más instruida—que no en balde se ha pasado tanto tiempo en los laboratorios—, muy tiesa sobre sus zancas y hasta provista de gafas. ¿Qué efecto le producirán las otras ranas a esta rana que está transformada de tal modo? ¿Cómo encontrará su charca la rana viajera, después de una ausencia de tantos años?

      Mientras he estado en el extranjero, yo he tenido un punto de referencia para juzgar los hombres y las cosas: España. Pero esto era únicamente porque yo soy español y no porque España me parezca la medida ideal de todos los valores. Ahora, y para hablar de España, me falta este punto de referencia. Forzosamente haré comparaciones con otros países.

      Y no sólo resultará que España no puede ser un modelo para las otras gentes, sino que no sirve apenas para los mismos españoles. La rana encontrará su charca muy poco confortable.

       Índice