Juan Carlos Chaparro Rodríguez

El mundo moderno y la comprensión de la historia


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mediante la firma de una histórica serie de pactos conocidos como la Paz de Westfalia.26

      Aquellos fueron tiempos difíciles para esos hombres y también lo fueron para otros que defendieron sus convicciones frente a la Iglesia y frente a otras instituciones de poder. Este, por ejemplo, fue el caso del gran humanista Erasmo de Rotterdam (1466-1536), autor de la famosa obra Elogio de la locura, quien también se pronunció ante los crímenes cometidos por la Iglesia y quien finalmente debió moderar sus opiniones para proteger su vida, y ese, igualmente, fue el caso de Tomás Moro (1478-1535), humanista como Erasmo e íntimo amigo de este, a quien el vanidoso rey Enrique VIII mandó decapitar por el hecho de negarse a cohonestar con los intereses personales del monarca, por denunciar las injusticias cometidas por los jerarcas de la Iglesia y por fustigar a los nobles y señores ingleses por su falsa moralidad. Autor de la célebre Utopía, memorable obra en la que profirió una elocuente crítica contra el injusto orden social, económico y político que existía en su natal Inglaterra y en la que invocó la necesidad y posibilidad de construir una sociedad más justa e igualitaria, Moro fue convertido en blanco del odio de sus enemigos y finalmente asesinado por estos.27

      Pero con todo y ello, y siendo asunto que fue desarrollán-dose y afianzándose con el paso de los años, los pensadores y filósofos europeos fueron creando los nuevos paradigmas a partir de los cuales buscaron explicar el devenir y el sentido de la historia, y trazar el derrotero por el cual y hacia el cual debían conducirse los hombres; esos paradigmas fueron la razón y el progreso.28 Bajo estos paradigmas, el futuro, ¡que no el pasado!, se fijaba ahora como el horizonte hacia el cual habría de dirigirse la humanidad. En contraste con la mesiánica concepción judía y cristiana de la historia, según la cual todo el género humano se dirigía inexorablemente hacia un destino único y común que se fincaba no en el futuro, sino en el pasado sagrado, esto es, en una especie de retorno al idílico momento y lugar en que todo inició, la filosofía moderna fue elaborando una nueva y secular noción de la historia que, desligándose del pasado y orientándose hacia el futuro, afincó la idea de que ella no era otra cosa que el progresivo camino que la humanidad recorría y habría de recorrer con el propósito de procurarse su propia realización, esto es, su humanización, su dominio sobre la naturaleza y el mejoramiento y aumento de su felicidad.29

      En esto consistía el progreso, y este era el racional y razonable rumbo que los hombres debían seguir. Esta idea, facturada tras una sobrepuesta conceptualización que implicó una secularización de las viejas concepciones teológicas desde las cuales se entendía y explicaba el devenir y el sentido de la historia, terminó instaurándose como esencia trascendente de la historia, erigién-dose como un dogma secular y validándose como si fuera una ley natural.30 Esto, como ahora veremos, fue lo que pusieron de presente las elocuentes obras filosóficas que produjeron algunos de los representantes de la Ilustración, y ello, como luego lo analizaremos, fue igualmente lo que destacaron los pensadores que heredaron ese tipo de ideas, ya para vindicarlas o bien para reconceptualizarlas.

      Notas

      1 Henri Pirenne, Historia económica y social de la Edad Media (México: Fondo de Cultura Económica, 1975), 16.

      2 Jacques Le Goff, El nacimiento del purgatorio (Madrid: Taurus, 1989).

      3 Pirenne, Historia, 19-35 y 106-123.

      4 Jacques Le Goff, Mercaderes y banqueros de la Edad Media (Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1984), 9-16.

      5 Henri Pirenne, Las ciudades de la Edad Media (Madrid: Alianza Editorial, 1975), 87-108 y 139-142.

      6 José Luis Romero, Crisis y orden en el mundo feudoburgués (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2015), 281-296.

      7 Le Goff, Mercaderes, 87-124.

      8 Jacques Le Goff, Los intelectuales en la Edad Media (Barcelona: Gedisa, 1996), 14-15.

      9 Ibid., 17-18.

      10 Le Goff, Los intelectuales, 34 (cursivas del texto).

      11 Peter Frankopan, El corazón del mundo. Una nueva historia universal (Barcelona: Crítica, 2016), 255.

      12 Le Goff, Los intelectuales, 57-58.

      13 Ibid., 59-64.

      14 José Luis Romero, La Edad Media (México: Fondo de Cultura Económica, 2012), 180-209.

      15 Erich Kahler, ¿Qué es la historia? (México: Fondo de Cultura Económica, 1985), 133.

      16 La idea emitida por De Cusa es comentada por Karel Kosik, Dialéctica de lo concreto (Caracas: Grijalbo, 1988), 256.

      17 Pico della Mirandola, “Oración por la dignidad del hombre”, citado por Ángela Calvo, La educación en el Renacimiento y la Edad Moderna: sus ideales antropológicos y epistemológicos (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 1987), 2.

      18 Aunque logró denunciar, deslegitimar y condenar las sinuosas y corruptas prácticas con que la Iglesia católica había actuado durante siglos, el protestantismo, con Martín Lutero a la cabeza, no abandonó la concepción pecaminosa que el catolicismo había construido sobre el hombre y tampoco vindicó la dignidad del ser humano en cuanto tal. Contrario a ello y con obstinado y conservador apego al dogma cristiano, Lutero, dice Febvre, siempre hizo una feroz negación de todo valor y de toda la dignidad humana que los humanistas de su tiempo vindicaron y defendieron. Lucien Febvre, Martín Lutero: un destino (México: Fondo de Cultura Económica, 1980), 267.

      19 José Luis Romero, Estudio de la mentalidad burguesa (México: Alianza Editorial, 1989), 21-22.

      20 José M. Sevilla, “El concepto de filosofía de la historia en la modernidad”, en Enciclopedia iberoamericana de filosofía. Filosofía de la historia, editada por Reyes Mate (Madrid: Trotta, 2005), 68.

      21 Jacques Lafaye, De la historia bíblica a la historia crítica. El tránsito de la conciencia occidental (México: Fondo de Cultura Económica, 2013), 91.

      22 Al efecto, la crítica filosófica ha dado en calificar de lógicas y especulativas a aquellas filosofías que pretendieron explicar el sentido y desarrollo de la historia a partir del descubrimiento, comprensión y explicación de las supuestas leyes que la regían, tomando en consideración aspectos que supuestamente iban más allá de los simples acontecimientos y que pueden ser aprehendidos a partir de conceptos. Al respecto véase William Henry Walsh, Introducción a la filosofía de la historia (México: Siglo XXI Editores, 1985).

      23 Ernst Cassirer, Antropología filosófica (México: Fondo de Cultura Económica, 2011), 34-35.

      24 Juan Jacobo Rousseau, Discurso sobre si el restablecimiento de las ciencias y de las artes ha contribuido al mejoramiento de las costumbres (México: Porrúa, 2006), 102-103.

      25 Febvre, Martín, 77-89.

      26 Geoffrey Parker, La guerra de los treinta años (Madrid: Machado Libros, 2003).

      27 Bertrand Russell, Historia de la filosofía (Madrid: RBA Coleccionables, S.A., 2009), 558-568.

      28 Erich Kahler, Historia universal del hombre (México: Fondo de Cultura Económica, 1985), 405.

      29 Ibid., 411-412.

      30 Sevilla, “El concepto”, 68.

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