Alberto Hernández

El nervio poético


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de honor Primer Concurso Literario «Madre Perla» 1992, Porlamar); Intentos y el exilio (1996 —Premio II Bienal Nueva Esparta), Bestias de superficie (1998 —Premio de Poesía Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992), En boca ajena. Antología Poética 1980-2001 (México, 2001); Tierra de la que soy (Nueva York, 2002), Nortes/North (Nueva York, 2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano. Poesía en tránsito (2008); Puertas de Galina (2010), Stravaganza (Milano, 2012); 70 poemas burgueses (2014), Ropaje (Cancún, 2012); Los ejercicios de la ofensa (Nueva York, 2010). Narrativa: Fragmentos de la misma memoria (1994), Cortoletraje (1999), Virginidades y otros desafíos (Nueva York, 2000); Relatos fascistas (Madrid, 2012); La única hora (novela, 2016). Ensayos: Notas a la liebre (1999), Poética del desatino (2010). Crónicas: Valles de Aragua, la comarca visible (1999); Cambio de sombras (2001). En 2000 recibió el premio «Juan Beroes» por toda su obra literaria, otorgado por el Círculo de Escritores de Venezuela. En 2012 fue reconocido con la orden «Alejo Zuloaga» de la Universidad de Carabobo. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, al inglés, al italiano y al portugués.

      VEREDICTO

       XVII CONCURSO TRANSGENÉRICO 2017

      Luego de revisar los 230 originales que concursaron en la décimo séptima edición del Concurso Transgenérico, el jurado nombrado especialmente para la ocasión, y considerando las bases del certamen, ha decidido galardonar el manuscrito El nervio poético, presentado bajo el pseudónimo Rafael Delgado.

      El jurado tomó tal decisión en virtud de que El nervio poético es un homenaje, tal vez el mejor de los últimos tiempos, a la vida y obra de los poetas venezolanos. Mediante el empleo de los recursos de la narrativa, de la crónica y del ensayo, el autor crea un universo discursivo en el que muchos de nuestros grandes poetas de las últimas décadas se convierten en personajes: dialogan entre ellos en calles, bares y cafés e inclusive hablan con sus heterónimos y fantasmas. En este original se incorporan citas de poemas o fragmentos de poemas de manera orgánica, inteligente y acertada, en relación con la materia contada y al poeta/personaje que se convierte en el foco de atención. Se trata de un texto que seduce y conmueve y cuyo fin es ilustrar lo que constituye la esencia de la poesía, vinculada a las preocupaciones existenciales de sus autores: el poema es muerte pero también salva, está en las cavernas del cerebro, en la sangre, la carne, en una enfermedad, proviene del silencio o de un estado de exaltación; es el temblor de quien lo creó. El nervio poético tiene el mérito de ser accesible a un lector que se anime a comenzar a leer poesía venezolana, así como definitivamente también cautivará a un lector avezado en la materia, a través de descripciones y narraciones asombrosas y alucinantes que generan una conmoción física, mental y espiritual.

      Una vez abierta la plica, el autor de El nervio poético resultó ser Alberto Hernández.

      Asimismo, el jurado seleccionó a tres finalistas, no dejando de destacar el momento particular que vive la literatura venezolana en cuanto a cantidad y calidad de obras. Como primer finalista se escogió el original La maqueta de los días invisibles presentado bajo el pseudónimo Camilo Olivares, una obra que demuestra que el diario no es un género menor en la literatura. La escritura fragmentaria de un escritor en Sevilla, una relación de amor con una mujer y con una mascota, muestra retratos fugaces de una Venezuela que se deja atrás, con la mirada hacia adelante en medio de reflexiones de hondura filosófica, se teje un entramado que, contado de manera regresiva, brinda al final un sentido total de un diario enriquecido, de la vida misma, realista y a la vez soñadora. Como segundo finalista quedó el original Del último regreso, presentado bajo el pseudónimo Macabea Alejandro Armando, un ambicioso, complejo y original proyecto literario donde cobra peso el ensayo a través de múltiples prólogos y que se propone demostrar el carácter híbrido de la literatura entre los géneros de ensayo, prosa poética, crónica y el diario de vida, que sigue a los prólogos, y que a su vez se complementa a la materia autobiográfica con numerosas citas de escritores. Como tercer finalista se optó por Historia ilustrada del automóvil, manual de fotografía para invidentes y otras ficciones, que hila con fina ironía y humor relatos cuyo final parecieran hermanarse por el efecto rebote de la historia narrada y bajo la premisa, muy presente en los títulos, de que un relato siempre cuenta dos historias, al tiempo que el narrador juega hábilmente con la transmutación del punto de vista narrativo lo cual terminan retratando un mundo.

      Una vez abierta las plicas los autores resultaron ser:

      Primer Finalista: Carlos Castro Rincón

      Segundo Finalista: Graciela Yánez Vicentini

      Tercer Finalista: Rafael Victorino Muñoz

      El jurado:

      Karín Valecillos

      María Isabel Peña

      Pedro Plaza Salvati

       Soy esta vida y la que queda, la que vendrá después en otros días, en otras vueltas de la tierra.

       Eugenio Montejo

       Yo vuelvo a la tierra de antes recojo cielos de maíz atardecer de muertos.

       José «Pepe» Barroeta

       Sistema, poeta, sistema. Empieza por contar las piedras, luego contarás las estrellas.

       León Felipe

       Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.

       Vicente Huidobro

Primera parte

      (1)

      FUE UN ENCUENTRO SILENCIOSO. Eugenio venía con los lentes en la mano derecha y un libro cerrado en la izquierda. Un poco más distante de la imagen que mostraba a esa hora de la tarde (serían las seis, casi de noche en esos días), Pepe se deslizaba como si llevara patines. Entonces ocurrió el encuentro.

      ¿Quién puede presumir que ambos escritores pasarían a formar parte de una ensoñación? ¿O quizás de un sobresalto contra la realidad? Paso a negar que sea producto de un parto para una novela, un poema, un cuento largo o un ensayo. Es todas esas cosas y ninguna. Son dos hombres maduros que se ven y se saludan. Dos poemas de carne y hueso. Dos poetas fundidos en palabras y en silencios.

      Saben, de paso, que estarán muertos en las horas que siguen, en las próximas horas que vendrán cargadas de voces y largos ecos verbales. No obstante, el encuentro fue de miradas, de sonrisas y de un apretón de manos que no llevaba tanta carga emocional porque los personajes solían verse en las ciudades que habitaban y se hablaban por teléfono con la frecuencia necesaria.

      (Me gustaría borrar todo lo anterior. He estado a punto de hacerlo. No lo he hecho, no porque esas líneas tengan algún valor. No lo he hecho ni lo haré porque espero la aparición de alguien que diga que los personajes, quienes más adelante hablarán, son portadores de alguna enfermedad que los obligue a dialogar con tiesura. El aporte crítico de quienes aborrecen novedades y algunas demencias literarias es realmente aterrador. Y tienen razón, sólo que ésta, la razón, es una reserva muy peligrosa, desatadamente congruente con las ficciones que ellos inventan. Pero esa tensión neural la dejamos para otro momento).

      Indago en el contenido de un paisaje que no termina de acabarse. Mientras tanto, el mundo gira con su ya desgastado eje: los dos poetas caminan hacia el horizonte de una ciudad despejada de lumbres. Son dos fantasmas que conviven, que se anudan para tratar de construir un mensaje, la puesta en marcha de una conjura, la perpetración de un atentado contra el silencio que suele rodearlos, amputarles las sílabas, empujarlos hacia un naufragio.

      ¿Será necesario el tránsito por un poema? ¿Será necesaria una declaración? Las palabras