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Fuego salvaje
Una historia real
Donald Robert Christman
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Fuego salvaje
Donaldo R. Christman
Dirección: Ester Silva de Primucci
Diseño del interior: Giannina Osorio
Diseño de la tapa: Romina Genski
Ilustración de la tapa: Shutterstock
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Printed in Argentina
Primera edición, e - Book
MMXXI
Es propiedad. © New Life (2007). ACES, 2021
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-347-0
Christman, Donaldo R.Fuego salvaje / Donaldo R. Christman / Dirigido por Ester Silva de Primucci. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineISBN 978-987-798-347-01. Narrativa estadounidense. I. Silva de Primucci, Ester, dir. II. Título.CDD 813 |
Publicado el 25 de enero de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
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Capítulo 1
ANSIAS DE SABER
–Mira, hermana, me voy para encontrar una escuela en la que pueda, por lo menos, aprender a leer y escribir; yo...
–Ten paciencia, Alfredo, ten paciencia. Por ahora, quédate aquí, en la granja. Recuerda lo que prometió el tío Juan.
–Sí, lo recuerdo. Pero eso fue antes de que papá muriera. Ahora se ha olvidado por completo de su promesa.
Alfredo Barbosa de Souza tenía 15 años ¡y todavía no había pasado un solo día en la escuela! Su tío Juan había prometido enviarlo a una escuela y pagarle todos los gastos, en reconocimiento por lo que el padre de Alfredo había hecho para ayudarlo a comprar su rancho y su hato de vacas.
–El tío Juan siempre dice: “Cuando sea rico”. Ha tenido suficiente tiempo para hacerse rico, pero nunca ha venido ni siquiera a vernos –refunfuñó Alfredo en voz baja–. ¡Promesas olvidadas! ¡Yo haré algo por mi cuenta!
El señor Francisco, como le decían al padre de Alfredo, había sido un próspero ganadero en la zona sudeste del estado de Mato Grosso. El Mato Grosso se extiende por más de mil quinientos kilómetros a lo largo de la frontera occidental de la Rep. del Brasil. Su nombre significa “jungla densa” y abarca casi una sexta parte del territorio de dicho país.
En 1908, cuando Alfredo nació, el Mato Grosso era tierra de nadie. Solamente un puñado de valientes se internaba en la selva, infestada de jaguares, para apropiarse de enormes extensiones de tierras. Cada pionero era su propio juez y legislador.
El señor Francisco estaba orgulloso de sus veinte hijos; catorce eran de su primer matrimonio y seis del segundo. Sentía verdadera ansiedad por inculcar en cada uno el espíritu independiente del pionero.
Alfredo tenía tan solo 6 años cuando murió su padre. Belmiria, una hermana mayor, casada con un joven ganadero, lo invitó a que viviese con ellos por un tiempo. En ese entonces tenía 10 años, y podría transformarse pronto en un buen vaquero.
Le encantaba la vida silvestre y libre de los campos y los bosques, pero nunca olvidó la meta que se había propuesto desde pequeño: estudiar. Los libros, los pocos que había visto, siempre lo habían fascinado. Sus pocas visitas a “la ciudad”, el pueblo de Campo Grande, de diez mil habitantes, situado a unos sesenta kilómetros de su casa, le habían inspirado un vivo deseo de aprender.
“Algún día, algún día, voy a ir a la escuela”, repetía Alfredo para sí mientras cabalgaba de aquí para allá en la estancia.
Cierto día, el señor Luciano, cuñado de Belmiria, condujo un hato de vacas hacia el interior de San Pablo y se fue por varios meses. Cuando regresó, venía entusiasmado por una nueva religión que había encontrado.
–La religión es muy buena –admitió Alfredo mientras Luciano les contaba todo lo que recordaba de las personas que se denominan a sí mismas adventistas–; pero lo que yo necesito en primer lugar es una educación.
–Exactamente, Alfredo –repuso con calma Luciano–; los adventistas tienen en alta estima la educación y poseen un colegio en San Pablo.
Pero, aparentemente, Alfredo no se impresionó con el comentario.
Sin embargo, unos pocos días más tarde habló seriamente con su hermana sobre su deseo de estudiar y, después de conversar con uno de los estancieros que trabajaba en la propiedad vecina, tomó su