Danielle Rivers

Minami. Libro I


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principio ninguno de los espectadores emitió palabra. Todos se miraban con nerviosismo, tanto que parecía una clase de secundaria en medio de una lección particularmente difícil. Nanjiro permaneció impasible en su asiento, cruzado de brazos. Toda aquella perorata no le cerraba para nada.

      —¡Vamos, muchachos! —los animó Kagerö—. ¡No es tan difícil! Solo díganme por qué creen que este dibujo representa nuestra tarea —con esa extraña sonrisa volvió a esperar a que alguno contestara. Uno de los presentes, un ingeniero biomédico que Nanjiro había conocido en el avión y que ahora estaba ubicado a unos tres asientos de distancia de él, alzó tímidamente la mano.

      —¿Tiene algo que ver con la maternidad? —sugirió—. Digo… el nombre del proyecto es Century Child, que traducido del inglés significaría El Niño del Siglo, ¿la idea sería promover una mejor asistencia al embarazo y al nacimiento? Tal vez, demostrando que el Estado se preocupa por una mejor calidad de vida para las futuras generaciones, los rebeldes recapaciten sobre el concepto negativo que tienen sobre sus intenciones.

      —Buena hipótesis —reconoció Kagerö, o eso pareció—. ¿Alguna otra idea?

      Más manos se alzaron a medida que los presentes tomaban coraje para participar. Todas y cada una de las teorías fueron recibidas con una sonrisita efusiva y palabras de halago por parte de Kagerö pero ninguna se acercaba a la verdadera naturaleza de ese dibujo. Ansioso y aburrido de estar callado, Nanjiro alzó una mano.

      —Sí, mi joven amigo —lo señaló el hombre, repitiendo su fraudulenta expresión bonachona—, ¿qué opinas tú?

      —¿Tiene algo que ver con el origen de la vida? —inquirió—. Ya han mencionado una mejor atención durante el embarazo, cuidado del niño sano y otras sugerencias. Pero, ¿puede ser que el Estado quiera intervenir en la propia gestación para asegurarse una nueva generación de seres humanos más sanos? ¿Para qué darles más salud a niños ya nacidos si se los puede proveer de mejores aptitudes desde el mismísimo momento de la concepción? Desde ese punto de vista, muchas enfermedades congénitas y hereditarias podrían ser contrarrestadas, hasta eliminadas. Algo que sin duda sería beneficioso para todas aquellas familias que deben acarrear con un niño crónicamente enfermo. Esa es la idea, ¿verdad?

      La manipulación de embriones no era algo nuevo para él. Ya había leído sobre la manipulación genética en bebés para que nacieran acorde a lo que sus padres querían: cabello más lindo, ojos claros u oscuros, un alto coeficiente intelectual, habilidades atléticas, entre otros atributos. Aunque la idea había surgido precisamente con el fin de eliminar enfermedades congénitas y hereditarias graves, todo terminó virando a cuestiones frívolas y superficiales. Como si pidieran pizza a domicilio. Lo supo porque era a lo que se había estado dedicando los últimos dos años y tuvo que lidiar con peticiones de esa clase. Todo le sonaba sumamente nazi y rezó para que Tsushira no hubiera optado por seguir una ideología así.

      Sus compañeros dirigieron la vista sucesivamente a él y al presentador quien clavó sus ojos en él. Finalmente, sonrió pero fue una sonrisa diferente a las anteriores.

      —Creo que tenemos a un ganador —dijo con satisfacción—. Usted es el doctor Nanjiro Minami, ¿cierto? Me han dicho que es algo así como un Sherlock Holmes de la ciencia y la medicina. Sus trabajos han trascendido mucho estos últimos años.

      Nanjiro no supo si tomarlo como un halago o como una ironía pero asintió con la cabeza.

      —¡Enhorabuena, joven! Supuse que solo alguien con su mente develaría el misterio —y, sin dejar de sonreír, removió la diapositiva e hizo aparecer otra que ya no mostraba personas, ni objetos, ni paisajes. En cambio, mostró una red conceptual con varios ítems y flechas, formando una complicada telaraña. Sin embargo, el origen de la red se leyó bien grande: GÉNESIS.

      Kagerö, sin poder ocultar su alegría, continuó con las explicaciones.

      —Como bien atinó el doctor Minami, el proyecto Century Child es un emprendimiento basado en la ingeniería genética. Su objetivo es el diseño y la incubación de embriones humanos que, por medio de una gestación controlada y acelerada y con el correcto entrenamiento en nuestros centros de formación militar Makimachi, se convertirán en soldados superiores e invencibles que nos darán la victoria en la Gran Guerra Interna. Además de la innovación tecnológica que otros ingenieros han estado aportando a nuestro bando en estos últimos años, es aquí donde entran ustedes. Con tanques de guerra, misiles y demás armas clásicas solo seguiríamos girando en el círculo vicioso, el mismo en el que hemos girado durante más de diez años, sin sentido. Fue entonces que el Gran Jefe de Estado entendió que el secreto no está en las armas sino en las personas que las usan. Por más que uno cuente con armamento moderno y especializado, si los soldados siguen siendo los mismos seres humanos de siempre, unos simples mortales, no se llegaría nunca a nada ¿Qué mejor que cambiar eso? ¡Crear un ser nuevo y absolutamente superior a nuestra raza! Seguirían siendo biológicamente seres humanos y lucirán como personas comunes y corrientes pero contarían con un intelecto cien mil veces mayor que las supercomputadoras. Una fuerza y una resistencia física similares a mega máquinas o a ejércitos completos. Serían resistentes a todo tipo de heridas o enfermedades y tan ágiles como una gacela en la pradera o más. Un ser invencible, casi inmortal... Claro que estoy hablando de un ideal pero quiero que comprendan esto. ¡Solo mediante la innovación de nuestro recurso humano, lograremos acabar con esta contienda de una vez por todas! ¡La respuesta está en EL HOMBRE! Y piensen que no solo nos serviría para darle fin a esta guerra interminable, también sentaríamos las bases para una generación evolucionada y completamente mejorada de seres humanos. Las enfermedades degenerativas serían cosa del pasado, los millones de dólares invertidos en tratamientos y medicinas costosísimas para este tipo de males podrían ser invertidos en otras obras, ¡es simplemente perfecto!

      Hizo una pausa, con aire satisfecho y observó la expresión de todos y cada uno de los presentes. Esta vez no estaban callados por cortesía o educación; el silencio que inundaba la sala ahora era frío, tan tenso que podría haberse cortado con el canto de la mano. Entre miradas nerviosas y expresiones de total desconcierto, los convocados esperaron a que algún valiente se atreviera a hacer comentarios sobre lo que acababan de escuchar. Nadie pensó que las ideas extremistas de Kyomasa Tsushira llegarían a tanto y, al verse comprometidos con semejante propuesta, tan descabellada como peligrosa, comprendieron que si alguno osaba siquiera mostrarse en contra, el precio lo pagarían todos. Nadie se atrevía jamás a cuestionar las formas de Tsushira.

      Nanjiro, por su parte, no dejaba de farfullar para sus adentros: ¡Manipulación Genética! ¡Todo para crear un ejército de soldados invencibles! Una cosa era hacer el clon de una oveja o hacer que tu hijo naciera con pelo rubio, ¡pero alterar el desarrollo natural de un ser humano de esa forma era cosa de locos! ¿Y eso de la gestación acelerada? ¿Qué pretendían hacer? ¿Conectar mujeres embarazadas a una videocasetera? Si lo que querían era convertir a un hombre humano estándar en una especie de barricada inexpugnable y mortífera, debían reconfigurar su estructura completa, desde el esqueleto hasta su sistema nervioso, los procesos metabólicos, sus mecanismos cerebrales de razonamiento y elaboración de respuestas, su sistema inmunológico. ¡Todo desde cero! Si se intentaba hacer eso en una persona ya adulta, no habría esperanza. El resultado probablemente sería una abominación digna de una película de terror, o acabarían matando a quien se ofreciese como conejillo de indias. Él, que trabajaba todos los días con esas cosas, no quiso imaginar qué métodos emplearían para conseguir esos embriones, ni a qué procedimientos o torturas los someterían para transformarlos en los soldados que querían. Se le puso la piel de gallina; no podía concebir algo así. Se aferró fuertemente a sus apoyabrazos. Aquello era una locura, ofensiva y absurda sin mencionar que peligrosa… porque él, Nanjiro, ya había intentado hacer algo similar hacía no mucho… y los resultados habían sido catastróficos.

      ¡Que se pudrieran los demás si no estaban de acuerdo con él! De ninguna manera formaría parte de este circo.

      —Si usted está hablando de mutación genética… —expresó sin ocultar la desaprobación en su tono de voz—. ¿No le parece que tendremos problemas respecto a las