vigilado por chekistas. Desbordados por un momento, no sabiendo cómo presentar los acontecimientos a Moscú, las organizaciones locales del partido y de la Cheka llegaron finalmente a convencer a las autoridades centrales de la realidad de una vasta conspiración. Un «comité de liquidación de la conspiración de Tula» interrogó a miles de obreros y de obreras con la esperanza de encontrar a los culpables ideales. Para ser liberados, readmitidos y conseguir que se les entregara una nueva cartilla de racionamiento, todos los trabajadores detenidos tuvieron que firmar la declaración siguiente: «Yo, el que subscribe, perro hediondo y criminal, me arrepiento delante del tribunal revolucionario y del Ejército Rojo, confieso mis pecados y prometo trabajar conscientemente».
Al contrario de otros movimientos de protesta obrera, los problemas de Tula del verano de 1920 dieron lugar a condenas bastante ligeras: 28 personas fueron condenadas a penas de campos de concentración y 200 fueron exiliadas21. En una coyuntura de penuria de mano de obra altamente cualificada, el poder bolchevique no podía sin duda pasarse sin los mejores armeros del país. La represión, como el suministro, debía tener en cuenta sectores decisivos e intereses superiores del régimen.
Tan importante, simbólica y estratégicamente, como fue el «frente obrero», no representaba más que una parte ínfima de los compromisos del régimen en los innumerables «frentes interiores» de la guerra civil. La lucha contra los campesinos que se negaban a las requisas y al reclutamiento —los verdes— movilizó todas las energías. Los informes, hoy en día disponibles, de los departamentos especiales de la Cheka y de las tropas de defensa interna de la República, encargados de luchar contra los motines, las deserciones y las revueltas campesinas, revelan en todo su horror la extraordinaria violencia de esta «guerra sucia» de pacificación llevada a cabo al margen de los combates entre rojos y blancos. En este enfrentamiento crucial entre el poder bolchevique y el campesinado, que fue donde se forjó de manera definitiva una práctica política terrorista fundada en una visión radicalmente pesimista de las masas «hasta este punto oscuras e ignorantes», escribía Dzerzhinski, «que no son ni siquiera capaces de ver dónde está su propio interés». Estas masas bestiales solo podían ser tratadas mediante la fuerza, por esa «escoba de hierro» que evocaba Trotski para caracterizar con una imagen la represión que convenía llevar a cabo a fin de «limpiar» Ucrania de las «bandas de bandidos» dirigidas por Néstor Majnó y otros jefes campesinos22.
Las revueltas campesinas habían comenzado en el verano de 1918. Tomaron una notable amplitud en 1919-1920 para culminar durante el invierno de 1920-1921, obligando momentáneamente a retroceder al régimen bolchevique.
Dos razones inmediatas impulsaban a los campesinos a rebelarse: las requisas y el reclutamiento en el Ejército Rojo. En enero de 1919, la búsqueda desordenada de los excedentes agrícolas que había señalado, desde el verano de 1918, las primeras operaciones fue reemplazada por un sistema centralizado y planificado de requisas. Cada provincia, cada distrito, cada cantón, cada comunidad aldeana debía entregar al Estado una cuota fijada por adelantado en función de las cosechas estimadas. Estas cuotas no se limitaban a los cereales, sino que incluían una veintena de productos tan variados como las patatas, la miel, los huevos, la mantequilla, las semillas oleaginosas, la carne, la nata, la leche… Cada comunidad aldeana era responsable de manera solidaria de la cosecha. Solo cuando toda la aldea había cumplido sus cuotas, las autoridades distribuían los recibos que daban derecho a la adquisición de bienes manufacturados en número muy inferior a las necesidades, puesto que, a finales de 1920, estas solo se cubrían en un 15 por 100 aproximadamente. En cuanto al pago de las cosechas agrícolas, se realizaba con precios simbólicos, al haber perdido el rublo a finales de 1920 el 96 por 100 de su valor en relación con el rublo oro. De 1918 a 1920, las requisas de cereales se multiplicaron por tres. Difícil de cifrar con precisión, el número de revueltas campesinas siguió una progresión como mínimo paralela23.
Las negativas al reclutamiento en el Ejército Rojo, después de tres años en los frentes y en las trincheras de la «guerra imperialista», constituían el segundo motivo de revueltas campesinas, llevadas a cabo, por regla general, por los desertores ocultos en los bosques, los verdes. Se estima el número de desertores en 1919-1920 al menos en tres millones. En 1919 alrededor de quinientos mil fueron detenidos por los diversos destacamentos de la Cheka y por las comisiones especiales de lucha contra los desertores. En 1920, la cifra quedó establecida de setecientos a ochocientos mil. Entre un millón y medio y dos millones de desertores, en su inmensa mayoría campesinos que conocían bien el terreno, llegaron no obstante a sustraerse a las investigaciones. Frente a la amplitud del problema, el Gobierno adoptó medidas de represión cada vez más duras. No solamente miles de desertores fueron fusilados, sino que las familias de los desertores fueron convertidas en rehenes. El principio de los rehenes era, en realidad, aplicado desde el verano de 1918 en las circunstancias más cotidianas. De ello da testimonio, por ejemplo, este decreto gubernamental de 15 de febrero de 1919, firmado por Lenin que encargaba a las chekas locales tomar rehenes entre los campesinos en las localidades, donde los reclutamientos para la limpieza de la nieve en los ferrocarriles no habían sido realizados de manera satisfactoria: «si la limpieza no se realiza, los rehenes serán pasados por las armas»24. El 12 de mayo de 1920, Lenin envió las instrucciones siguientes a todas las comisiones provinciales de lucha contra los desertores: «después de la expiración del plazo de gracia de siete días concedido a los desertores para que se entreguen, todavía es preciso reforzar las sanciones en relación con esos incorregibles traidores al pueblo trabajador. Las familias y todos aquellos que ayudan a los desertores, de la manera que sea, serán además considerados como rehenes y tratados como tales»25. Este decreto no hacía más que legalizar prácticas cotidianas. La oleada de deserciones no se redujo. En 1920-1921, como en 1919, los desertores constituyeron el grueso de los guerrilleros verdes, contra los que los bolcheviques llevaron a cabo, durante tres años (incluso cuatro o cinco años en algunas regiones), una guerra despiadada de una crueldad inaudita. Más allá de la negativa a las requisas y al reclutamiento, los campesinos rechazaban cada vez de manera más general toda intrusión de un poder que consideraban extraño, el poder de los «comunistas» procedentes de la ciudad. En el espíritu de numerosos campesinos, los comunistas que practicaban las requisa eran diferentes de los «bolcheviques» que habían estimulado la revolución agraria de 1917. En los campos sometidos tanto a la soldadesca blanca como a los destacamentos de requisa rojos, la confusión y la violencia habían llegado al máximo.
Fuente excepcional que permite aprehender las múltiples facetas de esta guerrilla campesina, los informes de los diversos departamentos de la Cheka encargados de la represión distinguen dos tipos principales de movimientos campesinos: el bunt, revuelta puntual, breve llamarada de violencia que implica un grupo relativamente restringido de participantes, de algunas decenas a un centenar de personas; y la vosstanie, insurrección que implicaba la participación de miles, incluso de decenas de miles de campesinos, organizados en verdaderos ejércitos capaces de apoderarse de pueblos y ciudades y dotados de un programa político coherente de tendencia social-revolucionaria o anarquista.
«30 de abril de 1919. Provincia de Tambov. A inicios de abril, en el distrito Lebyadinski, ha estallado una revuelta de kulaks y de desertores que protestaban contra la movilización de los hombres, de los caballos y la requisa de cereales. Al grito de “abajo los comunistas, abajo los soviets”, los insurgentes armados han saqueado cuatro comités ejecutivos de cantón, asesinado de manera bárbara a siete comunistas, aserrados vivos. Solicitada ayuda por miembros del destacamento de requisa, el 212 batallón de la Cheka ha aplastado a los kulaks insurgentes. Sesenta personas han sido detenidas, cincuenta ejecutadas sobre el terreno, la aldea de la que partió la rebelión ha sido enteramente quemada.»
«Provincia de Voronezh, 11 de junio de 1919, 16 horas 15 minutos. Por telégrafo. La situación mejora. La revuelta del distrito de Novojopersk está prácticamente liquidada. Nuestro aeroplano ha bombardeado y quemado enteramente el pueblo Tretyaki, uno de los nidos principales de los bandidos. Las operaciones de limpieza continúan.»
«Provincia de Yaroslavl, 23 de junio de 1919. La revuelta de los desertores en la volost Petroplavlovskaya ha sido liquidada. Las familias de los desertores han sido detenidas como rehenes. Cuando se comenzó a fusilar a un hombre en cada familia de desertores, los verdes empezaron a salir