Andrzej Paczkowski

El libro negro del comunismo


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en levantar la espada no para oprimir y reducir a la esclavitud, sino para liberar a la humanidad de sus cadenas… ¿Sangre? ¡Que la sangre corra a ríos! Puesto que solo la sangre puede colorear para siempre la bandera negra de la burguesía pirata convirtiéndola en un estandarte rojo, bandera de la Revolución. ¡Puesto que solo la muerte final del viejo mundo puede liberarnos para siempre jamás del regreso de los chacales!»45.

      Estas llamadas al asesinato atizaban el viejo fondo de violencia y el deseo de desquite social presentes en muchos chequistas, reclutados a menudo —como lo reconocía un buen número de dirigentes bolcheviques— entre los «elementos criminales y socialmente degenerados de la sociedad». En una carta dirigida el 22 de marzo de 1919 a Lenin, el dirigente bolchevique Gopner describía así las actividades de la cheka de Yekaterinoslavl: «En esta organización gangrenada de criminalidad, de violencia y de arbitrariedad, dominada por canallas y criminales de derecho común, hombres armados hasta los dientes ejecutaban a todo el que no les gustaba, requisaban, saqueaban, violaban, metían en prisión, hacían circular billetes falsos, exigían sobornos, a continuación obligaban a cantar a aquellos a los que habían arrancado estos sobornos, y después los liberaban a cambio de sumas diez o veinte veces superiores»46.

      Los archivos del Comité Central, al igual que los de Feliks Dzerzhinski, contienen innumerables informes de responsables del partido o de inspectores de la policía política describiendo la «degeneración» de las chekas locales «ebrias de violencia y de sangre». La desaparición de toda norma jurídica o moral favorecía a menudo una total autonomía de los responsables locales de la Cheka, que no respondían ya de sus actos ante sus superiores y se transformaban en tiranos sangrientos, incontrolados e incontrolables. Tres extractos de informes, entre decenas de otros del mismo tipo, ilustran esta derivación de la Cheka hacia un contexto de arbitrariedad total, de ausencia absoluta de derecho.

      De Sysran, en la provincia de Tambov, el 22 de marzo de 1919, llega este informe de Smirnov, instructor de la cheka, a Dzerzhinski: «He verificado el asunto de la sublevación kulak en la volost Novo-Matrionskaya. La instrucción ha sido llevada a cabo de manera caótica. Setenta y cinco personas han sido interrogadas bajo tortura, y los testimonios transcritos de tal manera que es imposible comprender nada. (…) Se ha fusilado a cinco personas el 16 de febrero, a trece al día siguiente. El proceso verbal de las condenas y de las ejecuciones es de 28 de febrero. Cuando he pedido al responsable de la cheka local que se explique me ha respondido: «Nunca se tiene tiempo para escribir los procesos verbales. ¿De qué serviría de todas maneras ya que se extermina a los kulaks y a los burgueses como clase?»47.

      De Yaroslavl, el 26 de septiembre de 1919, llega el informe del secretario de la organización regional del partido bolchevique: «Los chekistas saquean y detienen a cualquiera. Sabiendo que quedarán impunes, han transformado la sede de la cheka en un inmenso burdel adonde llevan a las «burguesas». La embriaguez es general. La cocaína es ampliamente utilizada por los jefecillos»48.

      De Astracán, el 16 de octubre de 1919, llega el informe de misión de N. Rosental, inspector de la dirección de los departamentos especiales: «Atarbekov, jefe de los departamentos especiales del XI Ejército, ni siquiera reconoce el poder central. El 30 de julio último, cuando el camarada Zakovski, enviado por Moscú para controlar el trabajo de los departamentos especiales, se dirigió a ver a Atarbekov, este le dijo: “Dígale a Dzerzhinski que no me dejaré controlar…”. Ninguna norma administrativa es respetada por un personal compuesto mayoritariamente por elementos dudosos, incluso criminales. Los archivos del departamento operativo son casi inexistentes. En relación con las condenas a muerte y las ejecuciones de las sentencias, no he encontrado los protocolos individuales de juicio y de condena, solo listas, a menudo incompletas, con la única mención de “fusilado por orden del camarada Atarbekov”: Por lo que se refiere a los sucesos del mes de marzo, es imposible hacerse una idea de quién ha sido fusilado y por qué (…) Las borracheras y las orgías son cotidianas. Casi todos los chekistas consumen abundantemente cocaína. Esto les permite, dicen ellos, soportar mejor la visión cotidiana de la sangre. Ebrios de violencia y de sangre, los chekistas cumplen con su deber, pero son indudablemente elementos incontrolados que es necesario vigilar estrechamente»49.

      Las relaciones internas de la Cheka y del partido bolchevique confirman hoy en día los numerosos testimonios recogidos, desde los años 1919-1920, por los adversarios de los bolcheviques y fundamentalmente por la Comisión especial de encuesta sobre los crímenes bolcheviques, puesta en funcionamiento por el general Denikin, y cuyos archivos, transferidos de Praga a Moscú en 1945, cerrados durante largo tiempo, ahora resultan accesibles. Desde 1926, el historiador socialista-revolucionario ruso Serguei Melgunov había intentado inventariar, en su obra El terror rojo en Rusia, las principales matanzas de detenidos, de rehenes y de simples civiles ejecutados en masa por los bolcheviques, casi siempre sobre una «base de clase». Aunque incompleta, la lista de los principales episodios relacionados con este tipo de represión, tal y como es mencionada en esta obra precursora, está plenamente confirmada por un conjunto concordante de fuentes documentales muy diversas que emanan de los dos campos presentes. La incertidumbre sigue existiendo no obstante, dado el caos organizativo que reinaba en la Cheka, en relación con el número de víctimas ejecutadas en el curso de los principales episodios represivos identificados hoy en día con precisión. Se puede, como mucho, correr el riesgo de avanzar cifras de su magnitud, contrastando diversas fuentes.

      Las primeras matanzas de «sospechosos», rehenes y otros «enemigos del pueblo» encerrados preventivamente, y por simple medida administrativa, en prisiones o en campos de concentración, habían comenzado en septiembre de 1918, durante el primer terror rojo. Tras quedar establecidas las categorías de «sospechosos», «rehenes» y «enemigos del pueblo», y al resultar rápidamente operativos los campos de concentración, la máquina represiva estaba dispuesta para su funcionamiento. El elemento desencadenante, en una guerra de frentes móviles, en que cada mes aportaba su parte de cambio de la fortuna militar, era naturalmente la toma de una ciudad ocupada hasta entonces por el adversario o, por el contrario, su abandono precipitado.

      La imposición de la «dictadura del proletariado» en las ciudades conquistadas o recuperadas pasaba por las mismas etapas: disolución de todas las asambleas anteriormente elegidas; prohibición total del comercio, medida que implicaba inmediatamente el encarecimiento de todos los productos, y después su desaparición; confiscación de las empresas, nacionalizadas o municipalizadas; imposición de una muy elevada contribución financiera sobre la burguesía —600 millones de rublos en Járkov en febrero de 1919, 500 millones en Odessa en abril de 1919—. Para garantizar la buena ejecución de esta contribución, centenares de «burgueses» eran tomados como rehenes y encarcelados en campos de concentración. En la práctica, la contribución era sinónimo de saqueos, de expropiación y de vejación, primera etapa de una aniquilación de la «burguesía como clase».

      «Conforme a la resoluciones del soviet de los trabajadores, este 13 de mayo ha sido decretado día de la expropiación de la burguesía», se podía leer en el Izvestia del consejo de los diputados obreros de Odessa de 13 de mayo de 1919. «Las clases posesoras deberán llenar un cuestionario detallado inventariando los productos alimenticios, el calzado, la ropa, las joyas, las bicicletas, las colchas, las sábanas, los cubiertos de plata, la vajilla y otros objetos indispensables para el pueblo trabajador. (…) Cada uno debe asistir a las comisiones de expropiación en esta tarea sagrada. (…) Aquellos que no obedezcan las órdenes de las comisiones de expropiación serán inmediatamente detenidos. Los que se resistan serán fusilados sobre el terreno.»

      Como reconocía Latsis, el jefe de la cheka ucraniana, en una circular a las chekas locales, todas estas «expropiaciones» iban a parar al bolsillo de los chekistas y de otros jefecillos de innumerables destacamentos de requisas, de expropiación y de guardias rojos que pululaban en circunstancias parecidas.

      La segunda etapa de las expropiaciones era la confiscación de los apartamentos burgueses. En esta «guerra de clases», la humillación de los vencidos desempeñaba también un papel importante: «El pez gusta de ser sazonado con nata. La burguesía gusta de la autoridad que golpea y que mata», se podía leer en el diario de Odessa ya citado, el 26 de abril de 1919. «Si ejecutamos algunas decenas de estos golfos y de