que nuestro poder es sólido, y que no pueden esperar nada ni de los ingleses ni de los hotentotes»50.
Tema recurrente de los numerosos artículos de los periódicos bolcheviques en Odessa, Kiev, Járkov, Yekaterinoslav, y también Perm, en los Urales, o Nizhni-Novgorod, la humillación de las «burguesas» obligadas a limpiar las letrinas y los cuarteles de los chekistas o de los guardias rojos parece haber sido una práctica corriente. Pero era también una versión edulcorada y «políticamente presentable» de una realidad mucho más brutal: la violación, fenómeno que según muy numerosos testimonios concordantes, adquirió proporciones gigantescas muy especialmente durante la segunda reconquista de Ucrania, de las regiones cosacas y de Crimea en 1920.
Etapa lógica y última del «exterminio de la burguesía como clase», las ejecuciones de detenidos, sospechosos y rehenes encarcelados por su única pertenencia a las «clases posesoras» aparecen atestiguadas en numerosas ciudades tomadas por los bolcheviques. En Járkov, entre 2.000 y 3.000 ejecuciones en febrero-junio de 1919; entre 1.000 y 2.000 durante la segunda toma de la ciudad, en diciembre de 1919. En Rostov del Don, alrededor de 1.000 en enero de 1920; en Odessa, 2.200 entre mayo y agosto de 1919, después de 1.500 a 3.000 entre febrero de 1920 y febrero de 1921; en Kiev, al menos 3.000 entre febrero y agosto de 1919, en Yekaterinodar, al menos 3.000 entre agosto de 1920 y febrero de 1921; en Armavir, pequeña ciudad del Kubán, entre 2.000 y 3.000 entre agosto y octubre de 1920. La lista se podría prolongar.
En realidad, tuvieron lugar además muchas otras ejecuciones pero no fueron objeto de investigaciones llevadas muy poco tiempo después de las matanzas. Se conocía mucho mejor de esta manera lo que había pasado en Ucrania o en el sur de Rusia que en el Cáucaso, en Asia central o en los Urales. En efecto, las ejecuciones se aceleraban al acercarse el adversario, en el momento en el que los bolcheviques abandonaban sus posiciones y «descongestionaban» las prisiones. En Járkov, en el curso de los dos días precedentes a la llegada de los blancos, los días 8 y 9 de junio de 1919, centenares de rehenes fueron ejecutados. En Kiev, más de 1.800 personas fueron asesinadas entre el 22 y el 28 de agosto de 1919, antes de la reconquista de los blancos de la ciudad el 30 de agosto. Lo mismo sucedió en Yekaterinodar, donde, ante el avance de las tropas de los cosacos, Atarvekov, el jefe local de la cheka, hizo ejecutar en tres días, del 17 al 19 de agosto de 1920, a 1.620 «burgueses» en esta pequeña ciudad provincial, que contaba antes de la guerra con menos de 30.000 habitantes51.
Los documentos de las comisiones de investigación de las unidades del ejército blanco, llegados al lugar algunos días, incluso algunas horas, después de las ejecuciones, contienen un océano de declaraciones, de testimonios, de informes de autopsias, de fotos de las matanzas y de la identidad de las víctimas. Si los ejecutados «de última hora», eliminados con una bala en la nuca, no presentaban en general rastros de torturas, sucedía algo muy distinto con los cadáveres exhumados de osarios más antiguos. El uso de las torturas más terribles está atestiguado por las autopsias, por elementos materiales y por testimonios. Descripciones detalladas de estas torturas figuran fundamentalmente en la recopilación de Serguei Melgunov, ya citada, y en la del Buró central del Partido Socialista Revolucionario, Cheka, editada en Berlín en 192252.
Las matanzas alcanzaron su apogeo en Crimea, durante la evacuación de las últimas unidades blancas de Wrangel y de los civiles que habían huido ante el avance de los bolcheviques. En algunas semanas, de mediados de noviembre a finales de diciembre de 1920, alrededor de cincuenta mil personas fueron fusiladas o ahorcadas53. Un gran número de ejecuciones tuvieron lugar inmediatamente después del embarque de las tropas de Wrangel. En Sebastopol, varios centenares de estibadores fueron fusilados el 26 de noviembre por haber ayudado a la evacuación de los blancos. Los días 28 y 30 de noviembre los Izvestia del comité revolucionario de Sebastopol publicaron dos listas de fusilados. La primera contaba con 1.634 nombres, la segunda con 1.202. A inicios de diciembre, cuando la fiebre de las primeras ejecuciones en masa volvió a descender, las autoridades comenzaron a proceder a elaborar un número de fichas tan completo como fuera posible, dadas las circunstancias de la población de las principales ciudades de Crimea, donde, pensaban, se ocultaban decenas, incluso centenares de miles, de burgueses que procedentes de toda Rusia habían huido hacia sus lugares de veraneo. El 6 de diciembre Lenin declaró ante una asamblea de responsables de Moscú que trescientos mil burgueses habían ido en masa a Crimea. Aseguró que, en un porvenir próximo, estos «elementos» que constituían una «reserva de espías y de agentes dispuestos a ayudar al capitalismo» serían «castigados»54.
Los cordones militares que cerraban el itsmo de Perekop, única escapatoria terrestre, fueron reforzados. Con la red cerrada, las autoridades ordenaron a cada habitante que se presentara ante la cheka para rellenar un largo formulario de investigación, que implicaba una cincuentena de cuestiones sobre su origen social, su pasado, sus actividades y sus ingresos, pero también su empleo en noviembre de 1920, sobre lo que pensaba de Polonia, de Wrangel, de los bolcheviques, etc. Sobre la base de estas «encuestas», la población fue dividida en tres categorías: los que había que fusilar; los que había que enviar a un campo de concentración y los que había que perdonar. Los testimonios de los raros supervivientes, publicados en los diarios de la emigración de 1921, describen Sebastopol, una de las ciudades más duramente golpeadas por la represión, como una «ciudad de ahorcados». «La avenida Najimovski estaba llena de cadáveres ahorcados de oficiales, de soldados, de civiles, detenidos en las calles. (…) La ciudad estaba muerta, y la población se escondía en cuevas y graneros. Todas las empalizadas, los muros de las casas, los postes de telégrafo y los escaparates de los almacenes estaban cubiertas de carteles que decían “muerte a los traidores”. (…) Se colgaba en las calles con carácter edificante»55.
El último episodio del enfrentamiento entre blancos y rojos no puso fin a la represión. Los frentes militares de la guerra civil no existían ya, pero la guerra de «pacificación» y de «erradicación» iba a prolongarse durante cerca de dos años.
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De Tambov a la hambruna
Afinales de 1920, el régimen bolchevique parecía triunfar. El último ejército blanco había sido vencido, los cosacos estaban derrotados y los destacamentos de Majnó se retiraban. No obstante, si la guerra reconocida, la llevada a cabo por los rojos contra los blancos, estaba terminada, el enfrentamiento entre el régimen y amplios sectores de la sociedad continuaba con todo encarnizamiento. El apogeo de las guerras campesinas se sitúa a inicios de 1921, cuando provincias enteras escapaban del poder bolchevique. En la provincia de Tambov, una parte de las provincias del Volga (Samara, Saratov, Tsaritsin, Simbirsk), y en Siberia occidental, los bolcheviques no controlaban más que las ciudades. Los campos estaban bajo el control de centenares de bandas de verdes, incluso de verdaderos ejércitos campesinos. En las unidades del Ejército Rojo los motines estallaban cada día. Las huelgas, los disturbios y las protestas obreras se multiplicaban en los últimos centros industriales del país que todavía seguían en activo, en Moscú, Petrogrado, Ivanovo-Vosnessensk y Tula. A finales del mes de febrero de 1921, los marinos de la base naval de Kronstadt, en la zona de Petrogrado, se amotinaron a su vez. La situación se convertía en explosiva, y el país en ingobernable. Ante la amenaza de un verdadero maremoto social que significaría el riesgo de hundimiento del régimen, los dirigentes bolcheviques se vieron obligados a dar marcha atrás y a tomar la única medida que podía de momento calmar el descontento más masivo, el más general y el más peligroso: el descontento campesino. Prometieron poner término a las requisas, reemplazadas por un impuesto en especie. En ese contexto de enfrentamiento entre el régimen y la sociedad es cuando comenzó a partir de marzo de 1921, la NEP, la Nueva Política Económica.
Una historia política dominante durante largo tiempo ha acentuado de manera exagerada la «ruptura» de marzo de 1921. Ahora bien, adoptada precipitadamente, el último día del X Congreso del partido bolchevique, y bajo la amenaza de una explosión social, la sustitución de las requisas por el impuesto en especie no implicó ni el final de las revueltas campesinas ni el de las huelgas obreras, ni una relajación de la represión. Los archivos hoy en día accesibles muestran que la paz civil no se instauró de la noche a la mañana durante