es general», concluía, el 16 de enero, un informe del departamento de Información de la Cheka. «En los medios obreros se predice la caída próxima del régimen. Ya no trabaja nadie, la gente tiene hambre. Son inminentes las huelgas de gran intensidad. Las unidades de la guarnición de Moscú son cada vez menos seguras y pueden en cualquier instante escapar a nuestro control. Se imponen medidas profilácticas»6.
El 21 de enero, un decreto del Gobierno ordenó reducir en un tercio, a contar desde el día siguiente, las raciones de pan en Moscú, Petrogrado, Ivanovo-Voznessensk y Kronstadt. Esta medida, que se producía en un momento en que el régimen no podía agitar la amenaza del peligro contrarrevolucionario y apelar al patriotismo de clase de las masas trabajadoras (los dos últimos ejércitos blancos ya habían sido derrotados), provocó un estallido. Desde finales de enero hasta mediados de marzo de 1921, las huelgas, las reuniones de protesta, las marchas contra el hambre, las manifestaciones y las ocupaciones de fábricas se sucedieron diariamente. A finales de febrero e inicios de marzo alcanzaron su apogeo tanto en Moscú como en Petrogrado. Los días 22-24 de febrero, graves incidentes enfrentaron en Moscú a destacamentos de la Cheka con manifestantes obreros que intentaban forzar la entrada de los cuarteles para confraternizar con los soldados. Algunos obreros fueron muertos y centenares detenidos7.
En Petrogrado, los disturbios adquirieron una nueva amplitud a partir del 22 de febrero, cuando los obreros de varias grandes fábricas eligieron, como en marzo de 1918, una «asamblea de representantes obreros» con fuerte coloración menchevique y socialista-revolucionaria. En su primera proclama, esta asamblea exigió la abolición de la dictadura bolchevique, elecciones libres para los soviets, libertad de palabra, asociación y prensa, y la liberación de todos los presos políticos. Para conseguir esos objetivos, la asamblea convocaba a la huelga general. El comandante militar no consiguió impedir que varios regimientos celebraran reuniones en el curso de las cuales se adoptaron mociones de apoyo a los obreros. El 24 de febrero, algunos destacamentos de la Cheka, abrieron fuego sobre una manifestación obrera, matando a doce obreros. Ese mismo día, cerca de mil obreros y militantes socialistas fueron detenidos8. No obstante, las filas de los manifestantes aumentaban sin cesar, miles de soldados desertaban de sus unidades para unirse a los obreros. Cuatro años después de los días de febrero que habían derribado al régimen zarista, parecía que se repetía el mismo escenario: la confraternización de los manifestantes obreros y de los soldados amotinados. El 26 de febrero, a las 21 horas, Zinoviev, el dirigente de la organización bolchevique de Petrogrado, envió a Lenin un telegrama en el que se percibía el pánico: «Los obreros han entrado en contacto con los soldados acuartelados. (…) Seguimos esperando el refuerzo de las tropas solicitadas a Novgorod. Si no llegan tropas seguras en las próximas horas, vamos a vernos desbordados».
Dos días después se produjo el acontecimiento que los dirigentes bolcheviques temían por encima de todo: el amotinamiento de los marinos de los dos acorazados de la base de Kronstadt, situada en la cercanía de Petrogrado. El 28 de febrero, a las 23 horas, Zinoviev dirigió un nuevo telegrama a Lenin: «Kronstadt: los dos principales navios, el Sebastopol y el Petropavlosk, han adoptado resoluciones eseristas-cien-negros y dirigido un ultimátum al que debemos responder en veinticuatro horas. Entre los obreros de Petrogrado la situación sigue siendo muy inestable. Las grandes empresas están en huelga. Pensamos que los eseristas van a acelerar el movimiento»9.
Las reivindicaciones que Zinoviev calificaba de «eseristas-cien negros» no eran otras que las formuladas por la inmensa mayoría de los ciudadanos después de tres años de dictadura bolchevique: reelección de los soviets por sufragio secreto después de debates y de elecciones libres; libertad de palabra y de prensa —no obstante, se precisaba que sería «en favor de los obreros, de los campesinos, de los anarquistas y de los partidos socialistas de izquierdas»—; igualdad de racionamiento para todos y liberación de todos los detenidos políticos miembros de los partidos socialistas, de todos los obreros, campesinos, soldados y marinos detenidos en razón de sus actividades en los movimientos obrero y campesino; creación de una comisión encargada de examinar los casos de todos los detenidos en las prisiones y en los campos de concentración; supresión de las requisas; abolición de los destacamentos especiales de la Cheka; libertad absoluta para los campesinos de «hacer lo que deseen con su tierra y criar su propio ganado, a condición de que se las arreglen con sus propios medios»10.
En Kronstadt, los acontecimientos se precipitaban. El 1 de marzo se celebró un inmenso mitin que reunió a más de quince mil personas, la cuarta parte de la población civil y militar de la base naval. Al acudir al lugar para intentar salvar la situación, Mijaíl Kalinin, presidente del Comité Ejecutivo Central de los soviets, fue despedido bajo los abucheos de la multitud. Al día siguiente, los insurrectos, a los que se habían unido al menos la mitad de los dos mil bolcheviques de Kronstadt, formaron un comité revolucionario provisional que intentó inmediatamente entrar en contacto con los huelguistas y los soldados de Petrogrado.
Los informes cotidianos de la Cheka sobre la situación en Petrogrado durante la primera semana de marzo de 1921 dan testimonio de la amplitud del apoyo popular al motín de Kronstadt: «El comité revolucionario de Kronstadt espera de un día a otro una sublevación general en Petrogrado. Se ha establecido el contacto entre los amotinados y un gran número de fábricas. (…) Hoy, durante un mitin en la fábrica Arsenal, los obreros han votado una resolución en la que se llamaba a unirse a la insurrección. Una delegación de tres personas —un anarquista, un menchevique, y un socialista-revolucionario— ha sido elegida para mantener el contacto con Kronstadt11».
Para aplastar directamente el movimiento, la cheka de Petrogrado recibió la orden, el 7 de marzo, de «emprender acciones decisivas contra los obreros». En cuarenta y ocho horas, más de dos mil obreros, simpatizantes y militantes socialistas o anarquistas, fueron detenidos. A diferencia de los amotinados, los obreros no tenían armas y no podían oponer ninguna resistencia frente a los destacamentos de la Cheka. Tras haber aplastado la base de retaguardia de la insurrección, los bolcheviques prepararon minuciosamente el asalto contra Kronstadt. El general Tujachevski recibió el encargo de liquidar la rebelión. Para disparar contra el pueblo, el vencedor de la campaña de Polonia de 1920 recurrió a los jóvenes reclutas de la escuela militar, sin tradición revolucionaria, así como a las tropas especiales de la Cheka. Las operaciones se iniciaron el 8 de marzo. Diez días más tarde, Kronstadt caía al precio de miles de muertos en uno y otro lado. La represión de la insurrección fue despiadada. Varios centenares de insurgentes que habían caído prisioneros fueron pasados por las armas en los días que siguieron a su derrota. Los archivos publicados hacen referencia, solamente durante los meses de abril-junio de 1921, a 2.103 condenas a muerte y a 6.459 condenas a penas de prisión o de campo de concentración12. Justo antes de la toma de Kronstadt, cerca de ocho mil personas habían logrado huir, a través de las extensiones heladas del golfo, hasta Finlandia, donde fueron internadas en campos de tránsito, entre Terijoki, Vyborg e Ino. Engañadas por una promesa de amnistía, muchas de ellas regresaron en 1922 a Rusia, donde fueron inmediatamente detenidas y enviadas a los campos de concentración de las islas Solovki y a Jolmogori, uno de los campos de concentración más siniestros, cerca de Arcángel 13. Según una fuente procedente de medios anarquistas, de los cinco mil detenidos de Kronstadt enviados a Jolmogori, menos de mil quinientos seguían todavía con vida en la primavera de 192214.
El campo de Jolmogori, situado a orillas del gran río Dvina, era tristemente célebre por la manera expeditiva en que se desembarazaban en él de un gran numero de detenidos. Se los embarcaba en gabarras y se precipitaba a los desdichados, con una piedra al cuello y los brazos atados, a las aguas del río. Mijaíl Kedrov, uno de los principales dirigentes de la Cheka, había inaugurado estos asesinatos por ahogamiento masivos en junio de 1920. Según varios testimonios concordantes, un gran número de amotinados de Kronstadt, de cosacos y de campesinos de la provincia de Tambov, deportados a Jolmogori, habrían sido ahogados en el Dvina en 1922. Ese mismo año, una comisión especial de evacuación deportó a Siberia a 2.514 civiles de Kronstadt ¡por el simple hecho de haber permanecido en la plaza fuerte durante los acontecimientos!15.
Vencida la rebelión de Kronstadt, el régimen dedicó todas sus fuerzas a la caza de los militantes socialistas, a la lucha contra las