Neila Oliveira

Vaso de barro


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      –Realmente –me comentó mi madre en voz bien baja-, si hay alguien de quien se puede decir eso, es la señora Elena.

      Miré nuevamente el ataúd, y las palabras del pastor Andross sonaron nuevamente en mis oídos. Él hablaba del deseo que tenemos, como seres humanos, de ver la muerte vencida para siempre, cuando la gloriosa mañana de la resurrección comience y nuestros seres queridos despierten del sueño de la muerte. Una promesa bíblica fue leída del libro de Oseas (13:14), en la que Dios afirma que rescatará a sus hijos del poder de la sepultura y los redimirá de la muerte. Fue mencionada también una promesa del libro de Isaías (26:19), que asegura que los muertos vivirán. Serán llamados para despertar y cantar de alegría. La muerte será para siempre vencida, y los que duermen en el Señor despertarán.

      Concordé en que, a pesar de la tristeza de aquel momento, nosotros teníamos una maravillosa esperanza. Cerré los ojos mientras escuchaba las últimas palabras del pastor. La señora Elena había dedicado más de setenta años de su vida a servir fielmente al Señor, y ahora dormía el último sueño. Sin embargo, pronto resucitaría con el sonido de la trompeta que va a anunciar el retorno de Jesús. Sí, ella escuchará la voz del Señor y volverá a vivir. ¡Ese pensamiento me llenó de alegría!

      Cantamos un himno más y el pastor Farnsworth cerró la ceremonia. Quise devolverle el pañuelo a Gary, él me dijo que lo guardara.

      Se indicó un lugar a donde podíamos acercarnos, para que todos aquellos que deseábamos despedirnos de la señora de White tuviésemos la oportunidad de hacerlo. Gary se ofreció a acompañarme, y nos dirigimos hacia la gran fila que se estaba formando.

      2 2 Timoteo 4:7

       Es necesario inculcar en los jóvenes la verdad de que sus dones no les pertenecen. La fuerza, el tiempo, el intelecto no son sino tesoros prestados. Pertenecen a Dios, y todo joven debería resolver darles el uso más elevado. Él es una rama de la cual Dios espera fruto, un mayordomo cuyo capital debe producir dividendos, una luz para iluminar la oscuridad del mundo. Todo joven y todo niño tienen una obra que hacer para la honra de Dios y la elevación de la humanidad.

       Elena de White

      Capítulo 5

      Consejo valioso

      La señora Elena descansaba serenamente en su ataúd oscuro. Su expresión transmitía mucha paz. Las personas que estaban reunidas en el campamento parecían muy emocionadas; especialmente, aquellas que la había conocido personalmente.

      Mi padre trajo la información de que a las tres de la tarde la pequeña comitiva que acompañaba a la señora de White tomaría el tren para Battle Creek. El viaje sería largo; esperaban llegar el jueves por la noche. Jaime Edson, otro de los hijos de la señora de White, se encontraría con ellos un poco antes de la llegada a Battle Creek. La ceremonia sería el sábado por la mañana, en el Dime Tabernacle [Tabernáculo de los Diez Centavos]. Era el deseo de la señora Elena ser sepultada al lado de su esposo, el pastor Jaime, y de sus dos hijos fallecidos, Henry Nichols y John Hebert, en el cementerio de Oak Hill.

      Mientras volvíamos hacia nuestra carpa para descansar un poco, Gary me dio una noticia que me tomó por sorpresa.

      –Mi padre decidió volver a Battle Creek mañana temprano... Tú sabes, él es uno de los diáconos de la iglesia y cree que es importante que esté presente en la ceremonia para ayudar en lo que sea necesario. La señora Elena era muy querida en Battle Creek y, sin duda alguna, se va a reunir una multitud para poder despedirse de ella.

      No sabía si estaba triste o feliz con la noticia que él me estaba dando. La compañía de Gary había transformado mi primer campamento en un tiempo mucho más que agradable, y me di cuenta de que iba a sentir su ausencia. Por otro lado, me imaginaba que sería maravilloso tener la oportunidad de asistir a la ceremonia en Battle Creek, y eso sería un privilegio para él.

      Intenté disfrazar mi mezcla de sentimientos, y simplemente le dije:

      –Creo que ese va a ser un momento muy especial... También me gustaría poder estar allá; pero, para mí, eso es imposible. Así que, cuando termine el campamento vamos a volver a nuestra rutina en Oakland. De cualquier manera, estoy contenta por haber visto a la señora Elena esta última vez. Ahora quiero dedicarme a conocer más sobre quién fue, de verdad, esa mujer.

      –Creo que eso es una excelente idea –me incentivó Gary–. Si aceptas un consejo... –hizo una pausa, como esperando ver mi reacción. Cuando notó que estaba muy interesada en lo que iba a decir, continuó–: ¿Sabes de aquel estante que armaron cerca de la gran carpa en la que se realizaron las reuniones por las mañana?

      –Sí –respondí–. He mirado los libros que están expuestos allí, y me pareció que tienen muy buenos precios...

      –En todas las reuniones campestres, arman un espacio como aquel, justamente para ofrecer a las personas materiales para el crecimiento espiritual, con orientaciones sobre salud y temperancia, incluyendo los libros de la señora Elena, por un precio muy accesible.

      Mi interés aumentó mientras escuchaba lo que Gary decía.

      –Hay un libro llamado Life Sketches of James White and Ellen G. White [Esbozos de la vida de Jaime y Elena G. de White]. Es un tipo de biografía del matrimonio, que fue publicada inicialmente en 1880. Puedo asegurarte que te va a gustar mucho el contenido, y vas a entender por qué la señora Elena era alguien tan especial.

      –¿Me puedes decir nuevamente el nombre del libro? –no quería correr el riesgo de olvidarme del título.

      –El título es Life Sketches of James White and Ellen G. White.

      Agradecí a Gary por el dato, y conversamos un poco más sobre los detalles de la ceremonia a la cual acabábamos de asistir. Después, escuché que mi madre me avisaba que era la hora de almorzar.

      –¡Ni cuenta me di de que ya era esta hora!

      Gary estuvo de acuerdo conmigo.

      –Bueno, también voy a almorzar. Creo que mi familia ya debe de haber ido a la carpa donde se sirven las comidas. Voy a pasar por mi carpa solamente para dejar mi saco. Espero que podamos encontrarnos antes de mi partida.

      –Yo también –respondí con total sinceridad.

      Gary partó y, mientras él se alejaba, yo iba repitiendo despacito, para mí misma: “Life Sketches... Life Sketches...”

      –¿Qué estás diciendo, Anna Beatrice? –me preguntó mi madre. – ¿Estás hablando sola?

      –No mama... Es decir, tal vez sí... Es que no quiero olvidarme del nombre de un libro sobre el que Gary me habló...

      Mi madre quedó mirándome, sin entender absolutamente nada.

      –Mama, ¿te acuerdas de que papa dijo que me estaba debiendo mi regalo de cumpleaños?

      –¡Sí, me acuerdo! –dijo ella–. En realidad, no te había dado nada todavía porque habías quedado en duda sobre lo que realmente querías recibir. El vestido fue mi regalo... Y tú no sabías si querías otro par de zapatos o una sombrilla.

      –¡Ah, mama! –exclamé, mientras la abrazaba–. Creo que ya sé lo que deseo por mi cumpleaños...

      Lo primero que hice cuando mi padre regresó a nuestra carpa fue hablar con él sobre mi regalo. Me di cuenta de que alegraba de mi elección.

      –Voy a darte el dinero equivalente al par de zapatos que habíamos visto –me dijo mi padre–. Así incluso podrás elegir