Gustavo Jordán Astaburuaga

Memoria sobre la Primera Escuadra Nacional


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una sociedad para este fin en el Instituto Nacional.

      Un momento clave en que reveló su talento, fue un artículo que escribió en 1836, a los 19 años, relativo a la inminente Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, publicado en El Araucano, diario gubernamental de la época, y que llamó la atención del propio Diego Portales. Éste hizo llamar al joven Antonio para confiarle el puesto de secretario del ministro plenipotenciario Mariano Egaña, quien se embarcaba rumbo al Callao en un último intento de lograr un arreglo pacífico con los confederados. Según Diego Barros Arana, durante el desempeño de esta misión, y al calor de conversaciones con Egaña en la víspera de una guerra, el joven García Reyes fue concibiendo su idea de escribir sobre las campañas navales de la Independencia.2

      Al regreso, comenzó a trabajar como empleado público, mientras en sus ratos libres cultivaba su afición por la historia naval de Chile, copiando documentos o entrevistando a veteranos de la Independencia. Ahora soñaba con publicar una obra sobre la materia que, de haber visto la luz, habría figurado entre las pioneras de la historiografía nacional. En 1837, cuando aún era un estudiante, se le encargó la redacción de la Memoria del Ministerio de Hacienda.

      Retrato de Antonio García Reyes

      Grabado de Narciso Desmadryl en base a un óleo de Alejandro Cicarelli

      Del libro Galería de Hombres Célebres de Chile, Tomo II.

      Poco después, en 1840, García Reyes se titulaba de abogado, profesión en la que comenzó pronto a destacar, con acciones como la fundación de la Gaceta de los Tribunales, ese mismo año. En 1843, comenzó su primer período como diputado por el Partido Conservador, ganándose pronto el apodo de El Ventarrón por la elocuencia e ímpetu de sus intervenciones, destacando también por su iniciativa para presentar proyectos de ley relevantes para el progreso nacional. Seguiría ocupando un escaño en la Cámara Baja hasta el final de su vida.

      También incursionó en las publicaciones periódicas, al contribuir al sostenimiento del periódico El Agricultor, de la Sociedad Nacional de Agricultura (1838), de la que fue secretario, y de El Semanario de Santiago, iniciativa del escritor liberal José Victorino Lastarria (1842).

      Entretanto, sólo en 1843, su padre, Antonio García de Haro, accedió a volver a Chile y reunirse con su familia, convencido por fin por su hijo, con el argumento de que su presencia sería útil y necesaria como representante consular de España, luego que ésta reconociese a Chile como país independiente. Antonio padre venía a conocer a Antonio hijo cuando éste era ya adulto y con una sólida posición en la sociedad y vida pública nacionales, pese a su juventud. Finalmente, Antonio padre adoptaría la nacionalidad chilena y se quedaría en el país el resto de su vida.

      En 1843, con la creación de la Universidad de Chile, García Reyes también comenzó a demostrar sus dotes en el ámbito académico, al ser designado miembro de la Facultad de Humanidades, y en 1845, miembro del Consejo Universitario. De 1846 data su Memoria sobre la Primera Escuadra Nacional, objeto de esta reedición: “Empleó mes y medio para estudiar los documentos y demás fuentes históricas, sólo quince días para redactar la memoria y una sola noche para hacer la introducción ¡Tan prodigiosa era su facilidad para escribir!3 Esta obra, que en su momento fue premiada y muy celebrada, en contraste con el olvido en que cayó en épocas posteriores, fue leída en sesión solemne del 11 de octubre de ese año; más adelante en estas páginas profundizaremos en sus cualidades.

      Paralelamente seguía destacando en el ámbito jurídico, al formar parte de la comisión redactora del Código Militar (1843) y trabajar en la redacción del Código Penal (1852) y revisión del Código Civil (1853). Entre junio de 1849 y abril de 1850, ocupó el cargo de ministro de Hacienda:

      “Durante los diez meses que estuvo en el poder hizo obra de alto interés y de efectos duraderos: dotó de nueva maquinaria a la casa de Moneda; fomentó la colonización de Valdivia; impulsó las obras de la Quinta Normal; reformó la Moneda; inició la recopilación de las leyes aduaneras; ensanchó el comercio d cabotaje, etc.”4

      Al sobrevenir la Guerra Civil de 1851, Antonio García Reyes asumió como secretario del general Manuel Bulnes, tras la decisiva batalla de Loncomilla, librada el 7 de diciembre. Tras sobrellevar la campaña junto al Ejército gubernamental, le tocó una labor de mediador, y fue redactor del tratado de Purapel, en virtud del cual las tropas revolucionarias liberales deponían las armas. También se cuidó de reunir, para la historia futura, la información relativa a este conflicto.

      Llegada la paz, en 1853 reemplazó a Francisco Bello como miembro de la Facultad de Leyes.

      Respecto de su personalidad, el biógrafo Pedro Pablo Figueroa escribe lo siguiente:

      “Hombre de gran carácter, poseía un valor a toda prueba, siendo delicado y modesto. Protegió y formó abogados y literatos notables con el mayor desinterés”.5

      Tras haber rechazado en varias oportunidades la oferta de asumir cargos diplomáticos, aceptó, en parte por razones de salud, asumir la representación de Chile en los Estados Unidos. Además, pensaba estudiar la legislación y economía de aquel país, y luego pasar a Europa, para seguir buscando antecedentes sobre la historia de Chile, proyecto que no alcanzó a concretar: cuando se dirigía a asumir su cargo en Washington, falleció en Lima, 16 de octubre de 1855. Muerte sin duda prematura, pues tenía sólo 38 años. Dejaba no sólo a una viuda, sino también a su padre, quien le sobrevivió hasta 1867.

      La noticia fue motivo de duelo nacional. Sus restos fueron repatriados, y en 1873 se erigió un monumento en la Alameda de las Delicias de Santiago, que conmemoraba su nombre y los de sus compañeros de letras Manuel Antonio Tocornal, Salvador Sanfuentes y Diego José Benavente. Su biografía, escrita por Diego Barros Arana, fue incluida en el Tomo Segundo de la Obra Galería de Hombres Celebres de Chile,6 acompañada de un grabado de Narciso Desmadryl, y su retrato, pintado por Alejandro Cicarelli, fue colocado en la Universidad de Chile.

      Quedaron inconclusas sus obras sobre geografía e historia de Chile con que había soñado desde sus años de juventud, y que esperaba completar en su vejez. Sobre su producción intelectual, comenta el historiador Diego Barros Arana:

      “Los trabajos literarios de García Reyes son más numerosos de lo que generalmente se cree. En sus ratos de ocio, comenzó una multitud de trabajos históricos y literarios, escribió muchas biografías sueltas y varias descripciones de las batallas más notables de nuestra revolución. La historia militar de Chile le debió mucha contracción; a su estudio le dedicaba largas horas de examen y trabajo, y sus apuntes y borradores tienen grande importancia para el esclarecimiento de ciertos sucesos mal conocidos hasta hoy. Muchas producciones publicadas con diversos nombres fueron también obras exclusivas de su fecunda pluma”.7

      De la multifacética personalidad y obra de Antonio García Reyes llama la atención, en nuestra época de especialización cada vez más acentuada, las múltiples materias que abordó, incluyendo el haber salido airoso de la prueba de escribir su trabajo sobre la Primera Escuadra Nacional. Del derecho a la economía y la agricultura, con este importante aporte a la historia naval chilena, ¿cómo se explica? Creemos que la razón se halla en la época en que le tocó vivir: nacido en pleno proceso emancipador, creció y maduró en las primeras décadas del Chile independiente, y por ello, perteneció a las generaciones que llevaron el peso de construir la República. Su labor de recoger la memoria histórica nacional fue, sin duda, una de las obras destinadas a permanecer.

      Análisis de la Obra

      En la introducción de su Memoria acerca de la Primera Escuadra Nacional, García Reyes destaca dos conceptos trascendentales acerca de Chile como país marítimo: nuestra dependencia vital del mar para desarrollar nuestro comercio exterior y nuestra geografía de carácter eminentemente insular, tanto respecto del resto de los países de Sudamérica, como entre las grandes áreas geográficas que conforman nuestro país: el norte grande, el centro, el área sur-austral, territorios que solo podían ser conectados eficientemente por mar en su época.