almirante Luis Uribe Orrego (1847-1914). Una de sus aportaciones más relevantes es precisamente sobre el conflicto en que participó: Los combates navales en la Guerra del Pacífico (1886)20, donde destaca su estilo narrativo sobrio en extremo (incluyendo los propios hechos de armas en que se halló presente, como el Combate Naval de Iquique), y un profundo sentido analítico. Sin duda fue influenciado por las nuevas tendencias que comenzaban a imperar acerca de la guerra “científica”, de lo que derivan las virtudes de esta obra, que conserva su vigencia.
Uribe también publicó, hacia el final de su vida, una obra de carácter más general, Nuestra Marina Militar (1910-1913)21, que abarca desde los orígenes de la Armada hasta la Guerra contra España. Otra obra destinada a permanecer en el tiempo, pese a no haber sido reeditada, y entre sus características está su trabajo de investigación con abundante uso de documentos de archivo, utilizando también, entre otros antecedentes, la Memoria de García Reyes. Previamente, este oficial y escritor había publicado una historia naval de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, que posteriormente incluyó íntegra en su obra más general.22
En la misma época en que aparecían los tomos de Nuestra Marina Militar, se publicaba un trabajo de estilo distinto, crítico, analítico, y claramente tributario de las doctrinas formuladas por el escritor naval estadounidense Alfred T. Mahan. El libro La influencia del poder naval en la historia de Chile de Luis Langlois (1911),23 por su solo título revela dicha influencia, siendo al mismo tiempo un nuevo e importante escalón en la construcción de una historiografía naval nacional. Sus análisis de las guerras de Chile y sus operaciones navales, en un estilo directo y por momentos descarnado, convierten a Langlois en otro autor que puede considerarse un clásico en la materia, con juicios todavía dignos de ser considerados.
Casi dos décadas más tarde, otra obra de carácter analítico, el Estudio crítico de las operaciones navales de Chile, de Alejandro García Castelblanco (1929),24 sigue en gran parte los conceptos de Langlois llegando, por lo general, a similares conclusiones.
Entretanto, había aparecido una de las pocas obras dedicadas específicamente a la Campaña Naval de 1879, de hecho, la primera después de la obra de Luis Uribe. Nos referimos a la obra Luis Adán Molina (1920)25, autor de otros libros centrados en campañas del conflicto del salitre.
Un oficial de fácil y amena pluma, el comandante Carlos Bowen Ochsenius, conocido por su seudónimo de Pierre Chili, puede considerarse que inaugura un sub-género dentro de la literatura naval: el anecdotario. Su obra Mar y Tierra nuestra26 es un conjunto de relatos o chascarros, a menudo basados en hechos reales, con nombres ligeramente cambiados, en un tono ligero y a menudo humorístico, que ha tenido muchos seguidores en miembros de la Armada que han publicado sus vivencias y anécdotas hasta el día de hoy. Estas obras en su conjunto también tienen el valor de ofrecer pinceladas sobre la idiosincrasia naval.
En este mismo período también apareció una obra destinada a reseñar la vida y obra de los marinos más destacados en una especialidad tan relevante en tiempos de paz como lo fue y sigue siendo la hidrografía.27
Avanzando hacia épocas intermedias, cabe mencionar una obra de propósito divulgativo, la Historia Naval de Chile de Luis Novoa de la Fuente (1944), pensada para el uso de las diversas escuelas de la Armada28. El siguiente hito digno de mencionar es otra obra de carácter general y destinada, asimismo, a un público amplio, no especializado: la Historia de la Marina de Chile, de Carlos López Urrutia (1969)29. Se trata de una obra concisa, en un solo volumen, a la vez que plena de información, un poco en el estilo de publicaciones similares del mundo anglosajón.
Los primeros 150 años de la Marina nacional fueron el motivo para que otro investigador salido de sus filas, el capitán de navío Rodrigo Fuenzalida Bade, acometiese la vasta empresa de realizar una historia institucional general, que resultó en el esfuerzo de mayor aliento acometido hasta entonces. Su obra, La Armada de Chile. Desde la Alborada al Sesquicentenario30, en cuatro tomos y casi 1.200 páginas en total, tiene ante todo el carácter de una vasta crónica narrativa plena en detalles, con elementos de análisis crítico de los momentos fundamentales. Si bien su extensión hace de su lectura íntegra todo un desafío, tiene un estilo que ha ido perdiendo vigencia y además no está exenta de errores, pero todavía se sigue acudiendo a ella como fuente de consulta.
Además, debió pasar más de una generación antes que otro autor, ya en pleno siglo XXI, asumiese el reto de realizar otra historia general, como ya lo veremos.
En un estilo similar a su obra ya mencionada, Fuenzalida Bade también hizo su aporte a la historiografía naval en el subgénero biográfico con dos obras: una de índole general31 y otra centrada en la figura del comandante Arturo Prat.32 El máximo héroe naval chileno naturalmente había recibido atención previa de los historiadores, siendo quizá el más ilustre de ellos José Toribio Medina33, al que sigue Juan Peralta, profesor de la Escuela Naval y autor de una biografía breve, pero con un rico apéndice documental34; sigue esta línea el investigador y museólogo Walter Grohmann con una obra que busca rescatar la iconografía pratiana.35
Tras un par de décadas, el historiador Gonzalo Vial acometió un nuevo esfuerzo biográfico integral de la figura del comandante de la Esmeralda,36 al que siguió la publicación contextualizada del epistolario del héroe a su mujer, Carmela Carvajal.37 Por su parte, el historiador estadounidense especializado en la Guerra del Pacífico, William F. Sater, ha contribuido con una investigación sobre la figura de este marino en el imaginario colectivo chileno.38 El más reciente esfuerzo biográfico sobre Prat ha sido una obra de autoría colectiva, compuesta de diversos textos en estilo predominantemente ensayístico y de gran formato.39
Prosiguiendo con el sub-género biográfico, la figura del vicealmirante Juan José Latorre también puede considerarse bien estudiada en las últimas décadas.40 Análoga atención ha recibido la figura de Patricio Lynch, aunque en este último caso se eche de menos estudios más recientes41, en cuanto a otras figuras, como Luis Uribe y Carlos Condell, siguen esperando a un biógrafo con una obra que les sea especialmente dedicada.
El vicealmirante Lord Thomas Cochrane ha recibido una atención que puede considerarse como relativa, especialmente si se considera la abundante bibliografía existente en lengua inglesa. En primer lugar, cabe mencionar la publicación parcial de las Memorias de este jefe naval,42 en lo relativo a su servicio en Chile, seguida de obras centradas tanto en su figura como en sus campañas.43 Hacia fines del siglo XX destacan la publicación de un importante corpus documental a cargo de la Armada44 y la biografía de Carlos López Urrutia con nuevos antecedentes.45
Menor ha sido el estudio del vicealmirante Manuel Blanco Encalada, otra de las figuras fundacionales de la Marina, siendo las obras principales una biografía de carácter general escrita por uno de sus descendientes46, una obra de recopilación de diversos trabajos escritos por Benjamín Vicuña Mackenna47 sobre su figura y la edición de su epistolario.48
En general, el interés por estudiar los aspectos navales de la Guerra de Independencia aparece bastante desmedrado en comparación a la Guerra del Pacífico, salvo excepciones.49
También cabe hacer mención a la historiografía naval chilena del siglo XX como un campo parcialmente cubierto, con temas que sólo en épocas recientes han recibido atención, como es el caso de la actuación de la Armada durante la Primera50 y la Segunda Guerra Mundial51, resguardando una difícil neutralidad. Asimismo, ha habido reticencia en abordar un episodio singularmente doloroso como lo fue el motín de las tripulaciones de 1931, aunque existen trabajos tanto retrospectivos52 como testimonios de protagonistas53.
Otro episodio de la pasada centuria es el diferendo con Argentina por el Canal Beagle, que en 1978 llevó a ambos países al borde de la guerra, tal como había ocurrido exactamente un siglo atrás. La obra más centrada en su aspecto naval hasta ahora existente, se basa fuertemente en documentación como historiales de buques, y entrevistas a personal naval.54
Ya en la penúltima década del siglo XX, la Revista de Marina realizó una publicación que, si bien estaba claramente vertebrada en torno a la historia naval y el rol de la Marina en la historia nacional, implicó el esfuerzo de ampliar la mirada. La obra en dos tomos El Poder Naval Chileno, de autoría colectiva, ponía a disposición del lector una visión