Gustavo Jordán Astaburuaga

Memoria sobre la Primera Escuadra Nacional


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necesidad de contar con una poderosa Escuadra que permitiera conquistar el control del mar en el Pacífico Sur, y una vez logrado, invadir el Perú con un ejército expedicionario, para destruir el centro del poderío español del Virreinato del Perú y así asegurar la independencia de Chile y del resto de los países sudamericanos.

      Utilizando un variado lenguaje, propio del siglo XIX y que nos suena a veces un tanto anticuado, pero que intencionalmente hemos querido mantener en su forma original, el autor nos deleita con este relato único, y por lo demás ameno, de la titánica tarea que significó la creación y zarpe de la Primera Escuadra Nacional y todas sus operaciones, con sus éxitos y fracasos. Los temas de reclutamiento del personal, la asignación de los mandos de los buques, el impacto que generó el almirante Cochrane al asumir el mando de la Escuadra, los desafíos logísticos que se debieron superar, la estrategia aplicada y los resultados logrados, todos temas que son tratados con singular maestría en este interesante y ameno libro.

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       Retrato fotográfico de Antonio García Reyes

      Daguerrotipo sin fecha.

      Fuente: Sala Medina, Biblioteca Nacional.

      Es decir, a pesar de que el título de la obra pudiera llamar a engaño, no se centra en la Primera Escuadra Nacional de 1818 propiamente tal, sino que ofrece una visión integral de las campañas de emancipación en su aspecto naval, en el período comprendido entre 1810 y 1823.

      Su estilo es conciso y detallado a la vez, con algunos datos que no aparecen en otras publicaciones y otros que sirvieron y fueron utilizados por historiadores de generaciones posteriores. Hay pocas apreciaciones que pudieran considerase erróneas, como la afirmación que la casi totalidad de las tripulaciones de la Escuadra era extranjera, lo que se compensa ampliamente por la precisión de la información ofrecida.

      El hecho que García Reyes hubiese revisado los archivos de la Armada de la época y entrevistado a los actores relevantes de los hechos relatados, entre ellos, sin lugar a dudas, al almirante Blanco Encalada, enriquece enormemente esta obra, porque le da una solidez investigativa y testimonial de un incalculable valor, que permanece plenamente vigente hoy, a 172 años de haberse publicado por primera vez. Aunque sea una investigación ajena a los estándares historiográficos de hoy, sin duda que luce el máximo rigor exigible en su época.

      Un juicio del resultado nos lo brinda un contemporáneo, el entonces joven historiador Diego Barros Arana:

      La Memoria de García Reyes es bajo muchos aspectos una obra maestra. La elegancia y brillantez de su lenguaje, el fuego y colorido con que adorna la descripción de los combates navales, la precisa claridad de su narración y el interés que sabe darle, son las dotes de estilo más prominentes de su obra; pero hay en el fondo tanta animación y tanto tino para presentar los sucesos sin muchos detalles, que basta leerla para conocer exactamente las campañas de la primera Escuadra, sus prohombres y la época en que les tocó figurar.8

      Este libro es un merecido homenaje de un distinguido abogado y académico de la Universidad de Chile a todos los marinos que conformaron la Primera Escuadra Nacional, destacando la importancia de esta fuerza de combate en el devenir de Chile, por depender nuestro país vitalmente del mar para su desarrollo, sobrevivencia y crecimiento como país.

      La historiografía naval chilena posterior a García Reyes

      La Memoria de García Reyes fue una obra muy celebrada y apreciada en su tiempo, pero su recuerdo se ha ido desdibujando, en parte fundamental porque no fue objeto de una reedición como la que se realiza con la presente obra. Pero también se pueden encontrar otras razones, siendo quizá la principal la aparición de nuevos estudios sobre historiografía naval, en un principio de carácter más bien general, y en épocas posteriores cada vez más específicos, que fueron relegando progresivamente este trabajo al olvido.

      Además, pasó aproximadamente una generación desde aquella obra pionera de García Reyes y los trabajos del siguiente historiador que se ocupó de temas navales, que no es otro que Benjamín Vicuña Mackenna, a quien se puede considerar en cierto sentido un émulo del primero. A ello se agrega una tercera razón y es que, con el paso del tiempo, a partir de los años de cambio del siglo XIX al XX, los historiadores navales y marítimos que fueron surgiendo eran, de forma cada vez más acentuada, oficiales de la Armada de Chile, de manera que el origen y desarrollo de esta nueva generación historiográfica fue, mayoritariamente, de carácter institucional.

      Ello ha sido causa de equívocos y efectos no deseados, en el sentido que la circulación de tales obras ha sido principalmente dentro de la propia Armada, y por otro lado, la sociedad civil ha cultivado la errónea percepción que ésta es una porción de la historia especializada y confinada a un reducido círculo, dentro de la propia Marina. El surgimiento de historiadores civiles que llegaron a coexistir con uniformados también ha sido gradual, persistiendo en todo caso una cierta dificultad para llegar a públicos más amplios, pese al potencial interés que pudiera existir.

      Ya se ha mencionado a Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886) como una suerte de segundo pionero o puente respecto de García Reyes. Vicuña Mackenna, quien ya tenía una abundante obra como escritor y periodista, entra en la categoría de historiador naval en 1879, precisamente el año en que comienza la Guerra del Pacífico, con su obra Las dos Esmeraldas, realizada con la celeridad con que era capaz de trabajar, donde realiza un parangón entre Lord Cochrane y Arturo Prat y los buques con ese nombre a los que estuvieron vinculados, matizado con notas sobre la guerra en el mar en aquella época, completado con un valioso apéndice documental, reproducido posteriormente en otras publicaciones.9

      Siempre fiel a sí mismo, este autor escribía la historia prácticamente apenas sucedía, como sucedió con su serie dedicada a las principales campañas de la Guerra: Tarapacá, Tacna y Arica y Lima. En su obra en dos volúmenes La Campaña de Tarapacá, también englobó la Campaña Naval.10

      Paralelamente su hermano Bernardo Vicuña realizaba un aporte sucinto, pero pionero: la primera biografía de Arturo Prat, también aparecida en 1879. Ella proporcionaría elementos de base para los futuros autores que estudiaron al máximo héroe naval chileno.11 Junto a ella, en los años siguientes aparecieron dos importantes recopilaciones sobre la jornada del 21 de mayo de 1879, una de ellas debida al abogado y parlamentario Luis Montt (1880),12 y otra, al periodista y excombatiente, Justo Abel Rosales, publicada esta última en 1888,13 con ocasión de la sepultación de los restos de Prat, Serrano y Aldea en el monumento-cripta de la Plaza Sotomayor de Valparaíso.

      Como era esperable, la Guerra del Pacífico, al igual que otros conflictos, generó obras de carácter testimonial, surgidas al calor de la contingencia bélica, que por el transcurso del tiempo han devenido en históricas. Es el caso de uno de los sobrevivientes del Combate de Iquique, más precisamente el ingeniero Juan Agustín Cabrera, el único civil que se hallaba en ese momento a bordo de la Esmeralda14, testimonio que se complementa con otros, como las cartas de oficiales prisioneros. A propósito de este conflicto bélico, es llamativo el fenómeno de las publicaciones realizadas por jefes navales para defender sus posturas o explicar sus decisiones durante la campaña, en particular los contralmirantes Galvarino Riveros15 y Juan Williams Rebolledo16. Respecto de este último, además, su hijo realizaría, décadas más tarde, una defensa póstuma de su actuación durante la Campaña Naval de 1879.17 Análogamente tardía es la obra de Juan Esteban López Lermanda, quien fuese comandante del blindado Blanco Encalada durante la primera fase de dicha campaña.18

      Williams Rebolledo también realizó una revisión tardía de su participación en la Guerra contra España de 1865-1866 al mando de las fuerzas navales chilena y peruana, en 1901.19

      Volviendo a Benjamín Vicuña Mackenna, sería tarea ardua enumerar los numerosos trabajos en publicaciones periódicas, incluyendo la Revista de Marina, que más que artículos eran verdaderos ensayos. Por cierto, que esta publicación, nacida en 1885, ha sido desde entonces y hasta nuestros días un espacio constante para la publicación de una gran cantidad de artículos sobre historia naval de diversa índole, sean de investigación o de divulgación.