se congregaban para discutir temas de actualidad o para conversar sobre la cotidianidad de la urbe.
61 Hacia 1907, Hiram Bingham (1875-1956) formuló la misma similitud de Bogotá con Madrid, en aras de demostrar el carácter provincial de la capital colombiana; en sus palabras: “Caracas is more like Paris, while Bogotá resembles Madrid. [...] Bogotá is of necessity more provincial” (Bingham, 1909, p. 248). Hay que indicar que este explorador y político norteamericano decidió emprender a comienzos del siglo XX una travesía por Venezuela y Colombia con el fin de recorrer la ruta de la campaña más celebrada de Simón Bolívar. Partió de Nueva York a mediados de noviembre de 1906 y llegó a Caracas a comienzos de diciembre; allí se juntó con Hamilton Rice, quien ya tenía cierta pericia en viajar por la parte austral del continente americano. Ambos duraron un mes en Caracas y cuatro más cruzando Los Llanos y Los Andes hasta arribar a Bogotá (p. 239). La traducción del inglés es mía.
62 La cursiva es mía. Téngase en mente que para esta época, académicos de la talla de Rufino José Cuervo, Miguel Antonio Caro y Jorge Isaacs, ya eran ampliamente reconocidos en el continente. Interesa indicar que Aguilar (1884) reprobó la exaltación del progreso espiritual sobre el progreso material. Lejos de coincidir con quienes enaltecían la majestuosidad de las residencias de la élite para anteponerla a las carencias urbanísticas que mostraba el espacio citadino, en su obra el presbítero explícitamente decía que “los versos y la literatura, solos, lleva[ban] á los hombres al hospital y á las naciones á la ruina” (p. 191). Usando la correlación capital-país, él aseguraba que la realidad colombiana era directamente proporcional al letargo en que se encontraba Bogotá, pues esta era la única gran urbe del continente que se había quedado atrás en el tiempo, o sea, que todavía conservaba “el aspecto, suciedad, atraso, estancamiento y preocupaciones” del pasado colonial (p. 69). La única, además, que carecía “de las comodidades, inventos y adelantos de las ciudades modernas” (p. 69), pese a ser una de las más “populosas” de “la América española” (p. 70). Desde su perspectiva, esto se debía a que en Colombia no se empleaban adecuadamente los impuestos, circunstancia que a la larga explicaba por qué se cancelaban “con repugnancia” (p. 71)
63 Cabe acotar que Antonio Gómez Restrepo (1938), quien conoció la obra de Miguel Cané, fue el colombiano que mejor expresó esa relación entre el interior y el exterior al aseverar: “Hemos entrado en todos estos pormenores sobre [la antigua ciudad], porque su recuerdo se va perdiendo entre las nuevas generaciones, las cuales no tienen ya término de comparación para apreciar lo que se ha avanzado en pocos lustros: y se exasperan al fijarse únicamente en las muchas cosas que aun nos faltan. Además, este aspecto oscuro del cuadro tiene su contraste luminoso; pues si el exterior de Bogotá en el pasado siglo era muy poco risueño, el interior, la vida social, el movimiento intelectual, compensaban con creces esa deficiencia. Las calles eran tristes y silenciosas; pero salvado el umbral de las casas de nuestra buena sociedad, todo era luz, animación, alegría” (p. 96). La cursiva es mía.
64 En 1902 Manuel José Patiño retomó en su Guía práctica de la capital esta dualidad interior-exterior al explicar cómo eran las residencias de “las familias acaudaladas” de la urbe. Allí planteaba que, más allá de “los muladares y sucios extramuros”, se entraba “a las habitaciones particulares”, donde “Bogotá [tenía] otra faz”: se hallaban “magníficos palacios, artísticamente decorados y ornamentados” que hacían que el visitante creyera que ya no estaba en Colombia (Martínez, 1978 p. 121).
65 Este autor aseguraba que no se podía llamar teatro a “un inmundo galpón en que, cada tres o cuatro años, berrea[ban] algunos cómicos de la legua que escapa[ban] en quiebra poco después” (García Mérou, 1989, p. 118).
66 Ernst Röthlisberger (1858-1926) se desempeñó como académico y político. Tras residir en Colombia regresó a Europa, en donde en 1888 se casó con “Inés Ancízar”, hija de “Manuel Ancízar”, cuya “familia había emigrado” a suelo europeo “a consecuencia de los cambios políticos” de la Regeneración (Röthlisberger, 1963, p. XI). Allí fungió como “Director de la Oficina Internacional para la Protección de la Propiedad Intelectual y de las Patentes Industriales” (p. XII). A finales de 1910 fue nombrado cónsul de Colombia en Berna por el Gobierno de Carlos E. Restrepo.
67 Tras “casi un mes de viaje” juntos, Röthlisberger se separó de Miguel Cané y de Martín García Mérou en Honda, puerto en el que empezaba el ascenso final hacia Bogotá (Melo, 1993, p. 9). Aunque los tres coincidieron prácticamente en el mismo período en la capital, aparentemente no entablaron “una amistad muy cercana” (p. 9).
68 Sobre este tema, véase también Suárez Mayorga (2020b).
69 El retrato presentado por “los barrios extremos” fue lo que generó que Cané exclamara al entrar a Bogotá: “'¡Mais c´est un faubourg indien!'” (Röthlisberger, 1993, p. 96).
70 Röthlisberger (1993) fue más allá al asegurar que la “caterva de los políticos” que residían en la capital eran la razón primordial de que en Colombia no fuera posible una verdadera democracia (p. 104). Los planteos que enunció al respecto partían de la convicción de que, como lo era “París para Francia”, Bogotá “[era] para Colombia el centro de la actividad política”, pues en la urbe confluían (particularmente en épocas electorales) “todos los hilos de la organización de los partidos” (p. 149). Una de sus críticas más agudas indicaba que la masa de “gentes desocupadas y sin profesión” (p. 104) que se reunían en el “mentidero” por excelencia (“el Altozano”) (p. 97), usualmente estaba conformada por quienes habían “ostentado un cargo oficial [...] bajo aquella o la otra administración” (p. 104), de manera que mientras se encontraban inactivos se dedicaban a “urd[ir] intrigas hasta que un nuevo período, de los que ordinariamente cambia[ban] la provisión de todos los [puestos, los] volv[iera] a colocar en algún empleíllo” (p. 104). Tal acaecer, según el suizo, era el que explicaba por qué en el país “se adver[tía] siempre la perspectiva de la cercana explosión de una guerra civil” (p. 151).
71 Las citas pertenecen al artículo titulado “Los sofistas”, posiblemente escrito a comienzos de la década de 1890 (Núñez, 1950, p. 154).
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