olvídate del resto.
Cuando me quedo quieto y me dejo desconectar por completo de mis pensamientos, de mis sentimientos y de las sensaciones fugaces de mi cuerpo y mi mente, noto un espacio en mí. Este espacio no tiene límites y se me va tornando cada vez más claro a medida que me entrego a él. Desde allí, estoy presente en el momento. Al estar presente, soy consciente de lo que sucede a mi alrededor y dentro de mí, en mi interior y en el exterior —yo y el mundo— dejamos de ser diferentes. Esta conciencia, como el cielo, no tiene límites, no cambia, solo existe. Siempre está ahí aunque, a veces, olvido que la conciencia está en funcionamiento constante. Y además, es exigente. Desde allí, se hace más claro qué es verdad y qué no, qué es sabio y qué no lo es, qué es útil y qué no. La conciencia nos ayuda a poner las cosas según su verdadera perspectiva.
Nuestra esencia también es el amor incondicional: cuidar de todo y de todos sin necesidad de que haya reciprocidad. No les impone condiciones a otros, ni a las circunstancias. No tiene agenda, ni quiere nada de los demás. Gene hace lo que hace porque quiere ayudar y no por las recompensas. Su servicio es su recompensa. Como una flor, ella comparte libremente su fragancia. Esa es su naturaleza. Como ella misma dice: “La afabilidad no tiene limitaciones”. Eso incluye a todos y a cada situación. En nuestra esencia, parecemos amar a todos y a todo, incluso si nuestra temible mente de cocodrilo tiene otras ideas.
Nuestra esencia también está relacionada con nuestro potencial. Podemos convertirnos en cualquier cosa que elijamos. Si decidimos cuidarnos, encontramos formas de cuidar a los demás; si decidimos ser innovadores, encontramos nuevas formas de ver las cosas; si decidimos ser productivos, hacemos las cosas. Por el contrario, si decidimos permanecer enojados, nos lastimamos a nosotros mismos y a los demás. Por supuesto, también podemos usar nuestra ira para establecer límites, otro acto creativo. Si decidimos ceder ante el miedo, experimentamos pequeñez. Y si cedemos a la desesperación, experimentamos la miseria. Lo cierto es que depende de nosotros cómo usamos el potencial que somos.
La próxima vez que estés atrapado en el tráfico, prueba lo siguiente: decide pensar en todo aquello por lo cual estás agradecido en lugar de ceder ante la impaciencia o la frustración. Siente la comodidad de tu asiento, la respiración suave en tu estómago, el hermoso niño que mira por la ventana del auto que va al lado, el jugueteo de las nubes en el cielo, la voz de un cantante en la radio y, si es posible, hasta un resplandor dentro de ti que se va volviendo más fuerte a medida que disfrutas de todo eso por lo que estás tan agradecido. Observa cómo sí tienes un potencial ilimitado para crear tus propias experiencias sin importar lo que ocurra en el exterior. En una de mis películas favoritas, La vita è bella, vemos a un padre judío cuidar a su hijo en un campo de concentración nazi. A través de canciones, afabilidad, risas, historias y un sinfín de otras formas de cuidarlo, él se las arregla para brindarle a su hijo una hermosa experiencia aun estando en medio de un campo de concentración. Pienso en esto a menudo, cuando la frustración comienza a bloquear mi visión interna de lo posible. Entonces, me recuerdo que es crucial reenfocar mi atención hacia algo por lo cual me sienta agradecido. Pensar con gratitud es una excelente manera de tener acceso a la alegría. Entonces, cuando me doy cuenta de lo rápido que cambia mi experiencia a través de un sencillo giro de mentalidad, ese hecho me recuerda el potencial ilimitado que hay dentro de mí.
También siento que somos una paz sin oposición, así como el cielo, que incluye opuestos como las nubes, pero no es tocado por ellas. Cuando nos quedamos muy callados experimentamos esta sensación de paz que va más allá de nuestra comprensión racional. Entonces, sentimos una quietud que no carece de nada y, sin embargo, subyace y lo envuelve todo. Incluso está allí cuando estamos de duelo. El verano pasado, perdí a un querido amigo. Sentí tanta tristeza que al principio le tenía miedo a la profundidad de mi sentimiento. Pensé que me destruiría y lo reprimí. Luego, una voz quieta dentro de mí me empujó a abrirme a mis emociones y a dejarlas salir. A medida que lo hacía y me permitía llorar, sentí una extraña sensación de alivio, una paz que iba mucho más allá de la comprensión de mi mente racional. La paz que somos siempre está ahí inclusive cuando estamos pasando un mal momento. Es solo que no siempre la notamos.
¿CUÁL ES TU LLAMADO?
Conciencia, amor incondicional, potencial ilimitado y paz sin oposición —así es como veo la cima de la montaña del autodescubrimiento ahora— y me doy cuenta de que, inevitablemente, mi percepción cambiará a medida que siga avanzando por este camino. En esencia, descansando cada vez más en la certeza de ser como una claraboya y experimentando la alegría, la fuerza y la compasión que surgen junto con todo esto, me siento más motivado para ayudarles a otros a descubrir más sobre quiénes son realmente.
¿Cómo ves la cima de tu montaña? ¿Cuál crees que sea tu esencia? Independientemente de las palabras, imágenes y sensaciones que te lleguen, déjalas allí, déjalas ser. No hagas absolutamente nada más. Permanece así un momento y toma nota de lo que estás viendo. Esta reflexión te ayudará a descubrir más acerca de tu vocación, de aquello a lo que deseas dedicarle tu vida.
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No importa cuál sea tu llamado. Mientras te satisfaga, te será útil en tu viaje de crecimiento. Una vez que te hayas comprometido con él, notarás una mayor energía apoyándote y motivándote a seguir aprendiendo y contribuyendo, al igual que el propósito de Gene (acabar con el hambre infantil y generar paz) le ha dado enfoque e impulso a su vida durante sus últimos 60 años.
Una vez te comprometas de todo corazón con tu propósito, se te presentarán todo tipo de oportunidades. “Nunca he dudado de esto”, reflexionó Gene durante nuestra charla. “Los caminos se abrieron de maneras asombrosas. Después de mi experiencia en Túnez, me ofrecí como voluntaria en varias organizaciones internacionales, trabajé en otros países y luego me involucré en la recién establecida Global Child Nutrition Foundation (GCNF), donde hoy continúo sirviendo. Nuestro propósito es ampliar las oportunidades para que los niños del mundo tengan acceso a comida nutritiva en la escuela utilizando alimentos suministrados por la producción agrícola local. En GCNF tenemos el privilegio de ayudarles a los países a avanzar en la salud y la educación de los niños a través de programas de nutrición escolar. Es difícil imaginar algo que sea más importante para los niños y sus países”.
EL PROPÓSITO REMPLAZA A LA COMPETENCIA
La claridad de propósito nos une y, cuando este se entiende profundamente, trasciende la competencia. Según Gene: “Con frecuencia, observo que las organizaciones humanitarias bien intencionadas eligen trabajar de manera independiente y no en asociación con otras para lograr en esencia los mismos objetivos. Aliviar la pobreza y el hambre son megaproblemas que no se resuelven solos; nadie tiene todas las respuestas; las agendas personales deben quedar a un lado; debemos compartir información, habilidades y muchos otros recursos necesarios para ayudar a construir un mundo más seguro y pacífico.
“Esto me lleva una vez más a mi punto básico. No debemos competir, no podemos permitírnoslo, los problemas son demasiado grandes. Debemos aprender y trabajar juntos en este momento crítico para la comunidad global”.
Quizá, pensamos: “Bueno, pero yo necesito competir con otros para tener participación en el mercado, para ganar ascensos, para ocupar mejores cargos, para tener un lugar donde vivir, etc. Entonces, ¿cómo puede ser cierto para mí eso de que no necesitamos competir?”. Gene afirma que, cuando tenemos claro cuál es nuestra contribución única y estamos verdaderamente abiertos a ver qué es lo que se necesita, los lugares para vivir y servir están disponibles para todos y cada uno de nosotros. Cuando nos ponemos a disposición de la vida, esta se vuelve disponible para nosotros.
Trabajando con empresas y equipos durante los últimos 20 años, he notado que los que permanecen son aquellos que están dedicados a hacer su contribución única al mundo, no aquellos que están distraídos comparándose con los demás. La gente dedicada ha transformado la visión de sus competidores y los ha convertido en sus socios, en emprendedores que cumplen un objetivo común con quienes y de quienes es posible aprender. Esto tiene sentido lógico. Cuanto más pensamos en cómo vencer a los demás, menos atención ponemos en cultivar nuestros talentos únicos y en descubrir qué es lo que en realidad necesitan aquellos a quienes servimos. Ver a otras