en la monotonía por carecer de un pensamiento coordinado.
Al igual que le sucedió a otro profeta infatigable y temperamental anterior a él, Frank solo pudo ver de lejos la tierra prometida; también serían sus ansias las que le cerraran sus puertas. Pero, por lo menos, pudo ser testigo de cómo los suyos —su protegido, Jürgen Klopp, y un puñado de exjugadores como Joachim Löw, Torsten Lieberknecht, Jürgen Kramny, Peter Neustädter, Christian Hock, Stephan Kuhnert, Lars Schmidt, Sandro Schwarz, Sven Demandt y Uwe Stöver— sacaban, desde sus puestos de entrenadores, al fútbol alemán de las cavernas de la táctica.
«Nos decía ‘‘cuando todos ustedes se conviertan en entrenadores, por favor, vengan a contarme sus logros’’», contaba Klopp. El día que disputó la final de la Champions League, en mayo de 2013, el entrenador del BVB le envió un mensaje a su viejo mentor: «Sin usted no habría llegado hasta aquí, a Londres, a Wembley». Klopp también mantuvo el contacto con los hijos de Frank, invitándolos a las concentraciones veraniegas del Dortmund en Bad Ragaz, Austria.
El aprendiz más destacado de Frank, junto con Ralf Rangnick (otro suabo obsesionado por la estrategia), convertiría ese planteamiento disidente que desarrollara la Pulga, una defensa zonal, línea de cuatro atrás y presión orientada, en la nueva ortodoxia de la Bundesliga a mitad de la primera década del siglo XXI. Pero todavía fueron necesarios unos años antes de poder apreciar la magnitud del impacto que causó Frank. «Cuando se hacen grandes cosas la recompensa suele llegar demasiado tarde», diría Klopp unos pocos días después de la muerte de Frank, el 7 de septiembre de 2013. Apenas cuatro meses antes le habían diagnosticado un tumor cerebral maligno.
Durante el último año de su vida, Frank había desarrollado el trabajo de ojeador de equipos contrarios en el Mainz. Siempre se había cuidado, prestaba gran atención a una buena alimentación. Tanto el diagnóstico como la velocidad con la que el cáncer se lo llevó, resultaron un enorme mazazo para todo el mundo. «Una semana antes de su operación, cuando ya estaba muy claro que no le quedaba demasiado tiempo en este mundo, me volvió a decir que el mayor error de su vida fue abandonar el Mainz», recuerda Heidel. «Fue muy complicado superar su muerte…».
«Puede que su destino fuera enfermar», se pregunta Sebastian. Sus hijos lo acompañaron hasta el final. La hinchada del Mainz 05 rindió homenaje a Frank antes de que se disputara el partido de la Bundesliga contra el Schalke 04, apenas unos días tras su muerte. «Mainz ist deins», el Mainz es tuyo, decía la pancarta. Muchos entrenadores logran títulos, pero solo unos pocos pueden hacer que una ciudad y un club se rindan a sus pies. Y todavía menos son capaces de dejar tal legado que sobreviva a sus días en el banquillo.
«No hay un solo aficionado al fútbol en Mainz que no esté convencido al cien por cien de que todo comenzó con Wolfgang Frank», dijo Klopp acerca de su Lehrmeister, su maestro y modelo.
Klopp también se aseguró de que muchos de los que jugaron bajo sus órdenes asistieran a presentarle sus respetos en el cementerio principal de Mainz, el 19 de septiembre. «Todo el mundo vino», dice Martin Quast. «Jugadores de los equipos que entrenó, representantes de la Federación Alemana, de la Bundesliga, de la escuela de entrenadores… Se me eriza el vello solo de pensarlo. La mayoría de la gente no tiene la más remota idea. Pero los que trabajan en el mundo del fútbol, los que están dentro de él, todos ellos lo saben muy bien. Saben que Wolfgang Frank no solo es el promotor del desarrollo del fútbol en Mainz, sino del fútbol moderno. Fue clave. Se le ocurrieron cosas que a nadie se le habían ocurrido antes».
«Aunque no llegara a entrenar en la Bundesliga, era un entrenador del más alto nivel», dijo Klopp, tratando de contener las lágrimas. «Les he dicho a más de mil jugadores que Wolfgang influenció a toda una generación de futbolistas, y que sigue haciéndolo. Fue el entrenador que más me influenció. Fue un ser humano excepcional».
Quast conoce a Klopp desde hace veinticinco años, pero no fue hasta entonces, hasta el funeral de Frank, cuando vio por primera vez que su amigo apenas era capaz de encontrar las palabras. «Por supuesto que habló, pero estoy seguro que él mismo dirá que aquello ha sido lo más difícil que jamás haya tenido que hacer. Pronunciar el panegírico por su gran mentor. Soy de la opinión de que aquello no solo fue su despedida: mucha gente fue allí para encontrar un mensaje espiritual; o para ofrecerlo. Fue mucho más que un funeral. Fue un reconocimiento».
Gracias al trabajo de Klopp, el discípulo más aplicado de Frank, se pudo ver en toda su plenitud el importantísimo papel que jugó este hombre introvertido y complicado en el renacimiento del fútbol alemán. Ningún aprendiz puede concederle mayor honor a su maestro.
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