Mijaíl Bulgákov

El maestro y Margarita


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ocupa un lugar central en el texto. El maestro y Margarita es, sin dudas, la única novela de su contexto que pone de manifiesto la impotencia de los órganos de poder. Como una sombra omnipresente, descriptos con un lenguaje velado y lleno de omisiones, los anónimos agentes de la policía secreta representan una presencia constante y amenazante que tiene influencia innegable en las palabras, las actitudes y los actos de los personajes. La paranoia, la traición y la delación se convierten en moneda corriente. Los soplones fueron un rasgo característico de una época plagada de detenciones arbitrarias, en la que los ciudadanos eran llevados a considerar la colaboración con el servicio secreto una cuestión de honor y de cumplimiento de su deber revolucionario. Todo aquel que no se embanderaba abiertamente bajo el nuevo orden era considerado un enemigo; por ello, la denuncia resultaba un arma muy eficaz contra el otro, el diferente. Las distintas instituciones aparecen, en este sentido, como aquello que sostiene ese orden, y de allí la importancia de formar parte de ellas. massolit, Dramlit, Comisión Acústica y demás entes reguladores —instituciones ficticias, pero evocativas de otras existentes en la época— son otros tantos brazos de la máquina burocrática que aniquila la individualidad y el pensamiento libre para encuadrar a todos los artistas en un mismo patrón.

      Quien se encarga de dejar en ridículo tanto a los directivos de estas instituciones como a sus miembros es el desenfadado narrador de la novela. A veces de modo sutil, otras con toda evidencia, pone al descubierto las motivaciones más bajas de los personajes, que en muchos episodios, a causa de la eterna “cuestión de la vivienda” y de la escasez de efectivo, de productos y de bienes de uso, se vuelven un instrumento en manos de aquellos que tienen algo para ofrecer. La exclamación de Woland del inicio de la novela: “¿Así que no tienen nada de lo que se les pide?” no es otra cosa que un sello de época, un cliché repetido hasta el cansancio por los ciudadanos de la Moscú de los años treinta. A pesar de las regulaciones, el fantasma de la desigualdad sobrevuela la novela, llegando al paroxismo en el capítulo 29, cuando Koróviev y Beguemot se dirigen al Torgsín, una tienda exclusiva, donde sólo se permitía abonar las compras con moneda extranjera y donde el acceso al ciudadano común estaba vedado. La aniquilación y las cenizas dejadas por la pareja tras su paso por estas instituciones tienen un efecto de espectáculo y parodia tanto para ellos mismos como para el lector. Con su texto, Bulgákov no hace más que responder al terror con la risa, la burla y la carnavalización.

      VIII

      Mijaíl Bulgákov muere en 1940. El maestro y Margarita sale a la luz por primera vez 26 años después de su muerte, cuando se publica en forma de folletín en la revista Moskvá, entre los años 1966 y 1967. La novela, aunque censurada y alterada, causa una verdadera sensación, tanto en los círculos literarios como en el público general. Se publica por primera vez en formato de libro en París en 1967, pero en la Unión Soviética la primera versión “completa” es publicada sólo en 1973. Su aparición en el ambiente literario de la época se suele comparar con la explosión de una bomba.

      En un primer momento, en un país oficialmente ateo, la novela fue leída como un nuevo Evangelio y suscitó profundas diferencias entre los críticos. La primera lectura fue de tipo social. La siguiente etapa fue marcada por la publicación de estudios relacionados con su compleja composición y su pertenencia genérica. Fue estudiada a la luz de la cultura mundial: religión, mitología, esoterismo.

      En cuanto a su circulación, ante la escasez y el elevado precio de los libros, los lectores realizaban copias de capítulos enteros, ya sea a mano o por medios mecánicos. El texto, pues, se distribuía y se multiplicaba de todas las formas posibles. La novela no tardó en convertirse en uno de los textos literarios más celebrados del siglo xx. Fue traducida a innumerables idiomas y atrajo la atención no solamente de los estudiosos de la literatura, sino también de otras disciplinas, como la historia, la teología, las artes y la filosofía. En la actualidad, El maestro y Margarita ocupa uno de los lugares más importantes en la literatura rusa moderna, y vive y se reproduce en innumerables formatos: cine, televisión, teatro, pintura, escultura. Sus personajes han penetrado en la cultura popular, y sus frases se reproducen y se repiten en los más variados contextos.

      Por eso, para finalizar, es preciso mencionar que una primera traducción en Argentina de una novela de semejante magnitud es un acontecimiento editorial de trascendental importancia, y hay que destacar el hecho de que Libros del Zorzal sea pionera en este proyecto.

      Alejandro Ariel González

      Valeria Korzeniewski

      1 Género de sátira que se caracteriza por poseer una naturaleza de epopeya, una narrativa fragmentada, y un movimiento rápido entre estilos y puntos de vista.

      Primera parte

      —Pues bien, dime quién eres.

      —Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre obra el bien.

      Johann Wolfgang von Goethe, Fausto

      Cierto día de primavera, durante una puesta de sol especialmente calurosa, en los Estanques Patriarshie de Moscú aparecieron dos ciudadanos. El primero, de unos cuarenta años y traje gris de verano, era de baja estatura, moreno, regordete y calvo; llevaba su decoroso sombrero doblado en la mano como un bollo y coronaban su rostro bien afeitado unos anteojos de marco negro y tamaño extraordinario. El segundo era un hombre joven, ancho de hombros, de cabello crespo y colorado, con un gorro a cuadros en su nuca; vestía una camisa estilo cowboy, unos pantalones blancos bastante arrugados y unos mocasines negros.

      Al llegar a la sombra arrojada por unos tilos que apenas empezaban a verdear, los escritores se lanzaron de inmediato hacia un pintoresco kiosco que exhibía el cartel “Cerveza y bebidas”.

      Sí, habría que mencionar la primera cosa extraña de esa terrible tarde de mayo. No había ni una sola persona; no sólo en los alrededores del quiosco, sino tampoco en toda la alameda paralela a la calle Málaia Brónnaia. A esa hora, cuando al parecer ya no quedaban fuerzas ni para respirar, cuando el sol, después de abrasar Moscú, se derrumbaba en un vaho seco en algún punto detrás del Anillo Sadóvoie, nadie fue a sentarse en los bancos bajo los tilos: la alameda estaba desierta.

      —No hay —respondió la mujer del quiosco, y por alguna razón se ofendió.

      —¿Hay cerveza? —consultó Bezdomni con voz enronquecida.

      —La traen a la noche —respondió la mujer.

      —¿Y qué hay? —preguntó Berlioz.

      —Jugo de damasco, pero está tibio —dijo la mujer.

      —¡Bueno, no importa, no importa!

      El jugo de damasco salió con abundante espuma amarilla y el aire olió a peluquería. Luego de saciarse, los literatos de inmediato comenzaron a hipar; pagaron y se sentaron en un banco de cara al estanque y de espaldas a la Brónnaia.

      Y aquí sucedió la segunda cosa extraña, que concernía solamente a Berlioz: de repente dejó de hipar, su corazón dio un vuelco y, por un instante, se hundió en alguna parte; luego volvió, pero con una aguja clavada dentro. Y por si fuera poco, Berlioz fue presa de un miedo que, aunque injustificado, era tan intenso que le dieron ganas de salir corriendo de los Estanques sin mirar atrás. Berlioz miró angustiado a su alrededor, sin entender qué era lo que lo había asustado. Palideció y se limpió la frente con un pañuelo, pensando: “¿Qué me está sucediendo? Nunca me había pasado esto…, me falla el corazón…, estoy agotado. Tal vez sea hora de mandar todo al diablo e irme a Kislovodsk…”.

      Y entonces el aire tórrido se condensó frente a él y tomó