Liliana Henao Kaffure

La pandemia de COVID-19 y un nuevo orden mundial


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respecto a otra forma de relación sociedad-naturaleza y, en este sentido, puede hablarse de una forma de relación sociedad-naturaleza “del común”.

      En su libro Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo xxi, Christian Laval y Pierre Dardot definen “lo común” como un principio relacionado “a la actividad de las personas mismas” y “no a la esencia de los seres humanos o a la naturaleza de las cosas” —como se ha dicho en otros planteamientos— (2015, p. 11). De acuerdo con esto, Laval y Dardot afirman que “común” es “el término central de la alternativa política para el siglo xxi” porque, entre otras cosas, “anuda la lucha anticapitalista y la ecología política mediante la reivindicación de los ‘comunes’ contra las nuevas formas de apropiación privada y estatal”; y que “solo una práctica de puesta en común puede decidir qué es ‘común’, reservar ciertas cosas al uso común, [y] producir determinadas reglas capaces de comprometer a los hombres” (2015, p. 11). Estas reflexiones de Laval y Dardot dialogan bien con las rutas a las que propende esta manera de pensar respecto a la relación sociedad-naturaleza.

      El uso de “común” como un sustantivo y no como un adjetivo calificativo responde, en el caso particular de Laval y Dardot, al rechazo a “hablar de los ‘bienes comunes’ o incluso del ‘bien común’ en general” (2015, p. 59). De acuerdo con su argumentación, “lo común no es un bien, y el plural no cambia nada a este respecto, porque no es un objeto al que deba tender la voluntad, ya sea para poseerlo o para constituirlo” (Laval y Dardot, 2015, p. 59). En esta propuesta, se coincide con la argumentación de Laval y Dardot, pero, con todo y los tropiezos que el acuerdo implica, las reflexiones de Houtart (2015) a partir de la idea del “bien común de la humanidad” para superar, incluyendo algunos de sus aspectos, la propuesta de los “bienes comunes” le han dado mucho en qué pensar. Precisamente, en ese sentido, los asuntos generales del diálogo con Houtart sirven como pilares a esta narración.

      Lo primero que habría que decir de la propuesta de Houtart es que tras el “objetivo global” del “Bien Común de la Humanidad” (2015, p. 96) se identifican cuatro pasos no consecutivos, el primero de los cuales hace referencia a la redefinición de la relación sociedad-naturaleza que nos convoca. Si bien este “primer paso” es fundamental para Houtart (2015, p. 54), este y los demás apuntan en la dirección del bien común de la humanidad como objetivo global y no en la dirección de la redefinición de la relación sociedad-naturaleza. A juicio de quien propone, reconociendo el juicio de Houtart en su planteamiento (la redefinición de la relación sociedad-naturaleza sería apenas una parte, de al menos cuatro, de un todo mayor), el relato debe hacerse a la luz de la redefinición de la relación sociedad-naturaleza y, en ese sentido, debe desprenderse de la idea de un objeto al que debería tender la voluntad para poseerlo o constituirlo (lo que ocurre en el tránsito entre los bienes comunes y el bien común de la humanidad de Houtart); desplazar la mirada de la humanidad y hacia la vida; y propender a que la humanidad asuma su responsabilidad de ser la única especie consciente de “su actividad predatoria y destructiva” —tal como lo ha dicho el propio Houtart (2015, p. 58)—, y de tomar decisiones al respecto —lo que podría marcar el tránsito de la humanidad hacia una relación sociedad-naturaleza del común: biocéntrica, simbiótica, colectivista y antroporresponsabilizante—.

      En su propuesta del bien común de la humanidad, Houtart identificó varias “consecuencias prácticas” de “la afirmación de una nueva concepción de las relaciones con la naturaleza”, que organizó en tres tipos: aquellas relacionadas con “prohibiciones o limitaciones”, aquellas relacionadas con “iniciativas positivas” y aquellas relacionadas con “política de relaciones exteriores” (2015, p. 66).

      En el primer tipo de “consecuencias prácticas”, Houtart se refirió a los asuntos de “no aceptar la propiedad privada de […] ‘los recursos naturales’” y de rechazar “la mercantilización de los elementos necesarios [para] la reproducción de la vida”; en el segundo tipo, se refirió a los asuntos de extender, “a más territorios”, “las reservas de biodiversidad” incluyendo “la promoción de la agricultura orgánica”, “el mejoramiento de la agricultura campesina” y la “prolongación de la ‘esperanza de vida’ de todos los productos industriales”; y en el tercer tipo, se refirió a los asuntos de “lucha[r] contra las orientaciones de base de las instituciones financieras que contradicen el principio del respeto de la naturaleza” y promover las “convenciones internacionales” (2015, pp. 66-70). Así, de acuerdo con Houtart, afirmar una nueva concepción de las relaciones con la naturaleza, y asumir sus consecuencias prácticas, constituye “una tarea esencial frente a los daños ecológicos y […] sus consecuencias sobre la capacidad regeneradora del planeta” (2015, p. 70); y, de hecho, afirmar esta nueva concepción de las relaciones con la naturaleza se convierte en una tarea esencial frente a la continuidad de la vida humana y mucha de la vida no humana.

      Tras referirse a la redefinición de las relaciones con la naturaleza, Houtart se ocupa de sus otros tres pasos en la ruta del bien común de la humanidad: “reorientar la producción de la base de la vida, privilegiando el valor de uso sobre el valor de cambio” (2015, p. 71), “reorganizar la vida colectiva por la generalización de la democracia en las relaciones sociales y las instituciones” (2015, p. 81) e “instaurar la interculturalidad en la construcción del bien común universal” (2015, p. 90). Los pasos de Houtart parecen, en un sentido, subyacer al aspecto societal de la relación sociedad-naturaleza, pero hacer el relato a la luz de la redefinición de la relación propiamente dicha los hace aparecer como las transformaciones concretas que, interrelacionadas, habrán de ser emprendidas en las relaciones de poder económico, político e ideológico que subyacen a la relación sociedad-naturaleza, toda.

      La transformación de las relaciones de poder económico “consiste en privilegiar el valor de uso” y no el “valor de cambio, como lo hace el capitalismo” (Houtart, 2015, p. 71). De acuerdo con la explicación de Houtart (2015, pp. 56 y 71), el valor de uso se refiere a la utilidad de las cosas y los servicios para satisfacer las necesidades humanas; y el valor de cambio, a la forma que adquieren esas cosas y servicios cuando se les reduce al estatuto de mercancía capitalista, de objeto de transacción. En este sentido, “no se trata más de producir un valor agregado en beneficio de los propietarios de los bienes de producción o del capital financiero”, como escribiera Houtart, “sino de la actividad colectiva destinada a asegurar las bases de la vida […] de todos los seres humanos”, y diríamos, en pro de una forma de relación sociedad-naturaleza del común, “[y las demás formas de vida] en el planeta” (2015, pp. 74-75).

      “Privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio significa”, en palabras de Houtart, “redescubrir el territorio” (2015, p. 77). En la perspectiva que acá se propone, privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio significa redescubrir el territorio en cuanto el resultado dinámico que es de un proceso social, simultánea y específicamente, multiescalar —de escalas micro, meso y macro—, que tiene lugar en medio de relaciones históricas de poder de diferentes duraciones —corta,