más adelante.
Además de ratificar la seropositividad de los dromedarios del Gran Cuerno de África al mers-CoV, de añadir a Somalia a la lista y de ampliar en una década el tiempo de dicha seropositividad, este grupo de investigadores abrió la puerta a dos cuestiones fundamentales interrelacionadas. La primera es el establecimiento de una relación entre la epidemia y la industria ganadera de dromedarios, al señalar, por un lado, que “la mayoría de los […] dromedarios que se comercializan en Oriente Medio se crían en el Gran Cuerno de África, principalmente en Etiopía, Sudán, Somalia y Kenia” (Müller et al., 2014, p. 2093), y, por otro lado, que el mantenimiento del virus en los animales puede estar relacionado con las altas densidades de las poblaciones de dromedarios, su combinación con formas de cría nómadas, la presencia de animales jóvenes susceptibles y el contacto frecuente entre manadas (Corman et al., 2014, p. 1321; Müller et al., 2014, p. 2094). La segunda es el develamiento de la posibilidad de que en países africanos pobres y “expuestos a disturbios civiles”, como Somalia y Sudán —dos de los principales exportadores de dromedarios—, hayan existido infecciones humanas previas de mers no diagnosticadas (Müller et al., 2014, p. 2094).
Figura 5. Gran Cuerno de África, Oriente Medio y países con dromedarios seropositivos para mers-CoV
Fuente: mapa diseñado por Andrés Pachón-Lozano. Para su elaboración, se utilizó el mapamundi de la proyección AuthaGraph, creada por Hajime Narukawa (2015), y la información de las fuentes utilizadas en este escrito para la relación de las regiones del Gran Cuerno de África (Ayuda en Acción, 2018) y Oriente Medio (EcuRed, 2020), y de los países con dromedarios seropositivos para mers-CoV (Corman et al., 2014; Miguel et al., 2017; Müller et al., 2014)
En relación con esta última cuestión, las encuestas serológicas para explorar seroprevalencia al mers-CoV en humanos que tienen contacto con dromedarios en el Gran Cuerno de África aparecen como una opción para determinar si el virus estuvo presente en poblaciones humanas del continente antes de la epidemia de mers (Müller et al., 2014, p. 2095). Sin embargo, y en relación con la primera cuestión, además de determinar si se han presentado infecciones en el pasado, resulta clave explorar cuáles son las condiciones de la crianza y comercialización de los dromedarios que podrían estar vinculadas con que la génesis de la epidemia de mers haya estallado, según sabemos, en Oriente Medio o, según suponemos, en África.
La exploración de este asunto devela que, en los últimos cuarenta años, justificadas “con narrativas de desarrollo económico” que sitúan “la comercialización y el comercio de exportación como […] una fuerza motriz para la reducción de la pobreza”, se han venido realizando “sustanciales inversiones en la comercialización de ganado” en el Gran Cuerno de África (Aklilu y Catley, 2010, p. 4). Este asunto ha derivado en el hecho de que estos países —con Etiopía como de uno de los más importantes puntos de convergencia entre animales, comerciantes y exportadores— se han convertido en los principales exportadores de dromedarios a Egipto y Oriente Medio (Mahmoud, 2010; Müller et al., 2014); y que, sin embargo, contrario a las promesas de reducción de la pobreza, el estatus de exportador de dromedarios que han adquirido estos países, ha significado más pobreza para los pastores tradicionales pobres.
Los acuerdos normativos e institucionales de los sistemas de exportación han contribuido “a una redistribución gradual de los activos ganaderos de los pastores más pobres a los más ricos”, y en el proceso en que han perdido sus animales, los pastores más pobres se han visto abocados a convertirse en pastores contratados, a dedicarse a actividades no ganaderas y hasta a caer en la indigencia (Aklilu y Catley, 2010, pp. 4-5). Además, el flujo de los dromedarios del Gran Cuerno de África hacia Egipto y Oriente Medio ha significado una marcada disminución en el abastecimiento de los mercados locales, como el de Moyale en Kenia (figura 5), y una pérdida de las fuentes tradicionales de alimentación para las poblaciones locales (Mahmoud, 2010).
Ahora bien, la situación para los animales no resulta más alentadora. El estatus de exportadores de dromedarios que han adquirido los países del Gran Cuerno de África ha significado para los animales un incremento en los niveles de maltrato a los que ya el turismo los había sometido. En Egipto, tras las bambalinas de la Gran Pirámide de Guiza —una de las siete maravillas del mundo—, la antigua necrópolis de Saqqara y las tumbas reales de Luxor, los dromedarios ya sufrían la arremetida violenta del gran número de personas que, de todas partes del mundo, acudían a maravillarse con antiguas obras de la humanidad y a hacerse los de la vista gorda con las más recientes (PetaLatino, 2019). Y ahora, en el mercado de Birqash —el principal mercado de Egipto (figura 5)—, y sin librarse del turismo, los dromedarios procedentes de Sudán, Etiopía y otros países del Gran Cuerno de África son reunidos en grupos de más de 3000 para su comercialización. Los dromedarios llegan al mercado en camiones en los que han sido embarcados en El Cairo, la capital de Egipto, unos 35 kilómetros al suroriente; pero para llegar a El Cairo, procedentes de Sudán, han tenido que emprender una penosa caminata de hasta 40 días —y las dificultades para los dromedarios procedentes de países más distantes habrán de ser, sin duda, mayores—. En El Cairo y en el mercado de Birqash, los “animales son apaleados para que se muevan de un lugar a otro” y “para que se suban a los vehículos que los transportan” —a tal grado que su pelaje y piel lo demuestran—, y siempre, “para que no puedan escapar”, tienen una pata doblada por la rodilla y atada sobre sí, con lo cual tienen que mantenerse en equilibrio sobre solo tres patas. Cuando el cansancio los vence y se echan sin aprobación de los humanos, son forzados a ponerse de pie de las más crueles maneras (efe, 26 de julio del 2019; Society for the Protection of Animal Rights in Egypt [spare], 2010). El maltrato de los animales es tan evidente que incluso las guías de viajes, aunque como uno más de los atractivos locales, lo abordan en sus descripciones (Lonely Planet, 2020).
En cuanto a la progresión de la epidemia de mers, en noviembre del 2019, 2494 personas habían enfermado y 858 habían muerto, y la tasa de fatalidad había llegado a ser de 34,4 % (who, 2019). En el 2013, de acuerdo con el Grupo de Estudio de Coronavirus del ictv, esta tasa fue de cerca del 60 % y aunque no había pruebas de una transmisión sostenida, “la preocupación obvia […] [era] que el virus [podría] dar el siguiente paso y adaptarse a una transmisión eficiente de persona a persona” (De Groot et al., 2013, pp. 7790-7791).
La pandemia de la enfermedad por coronavirus del 2019
La tercera afección grave a la salud de los humanos, relacionada con coronavirus, en el siglo xxi, es la pandemia que hoy sufrimos y que estalló en los hospitales de la ciudad de Wuhan —en la provincia de Hubei, en el centro de China— a mediados de diciembre del 2019. En los hospitales de Wuhan, fueron atendidos decenas de pacientes con una neumonía grave y desconocida, y de muestras de uno de ellos, en los primeros nueve días de enero, un nuevo coronavirus fue aislado y posteriormente identificado como agente causal (who, 2020).
Por estudios epidemiológicos, se identificó una relación entre los primeros casos de la enfermedad y el mercado mayorista de animales y mariscos del sur de China, en Wuhan —50 000 metros cuadrados de comercio de mariscos y animales vivos y recién sacrificados, domésticos y silvestres—; y por estudios genéticos, se confirmó la sospechada naturaleza zoonótica de la infección que, en primera instancia, remite a los murciélagos (Al-Qahtani, 2020; Chan et al., 2020; Zhou et al., 2020).
La configuración de la pandemia tuvo un ritmo más acelerado que la configuración de las epidemias previas. A finales de enero, el nuevo coronavirus ya había sido completamente identificado y caracterizado, llamado provisionalmente 2019-nCoV, por su acrónimo en inglés (Zhou et al., 2020). El penúltimo día de enero, la oms (2020b) declaró la emergencia de salud pública de importancia internacional (espii). El 11 febrero, la oms (2020c) empezó a referirse a la enfermedad como covid-19; y toda vez que la secuencia genómica del nuevo coronavirus había resultado ser cerca de 80 % idéntica a aquella del sars-CoV del 2002, el ictv renombró al virus como sars-CoV-2 (Gorbalenya et al., 2020; Al-Qahtani, 2020). El 11 de marzo, la oms (2020a) declaró la pandemia.
La relación entre el mercado de animales y las primeras personas que enfermaron de esa extraña neumonía