James W. Thompson

El Ministerio Pastoral según el Apóstol Pablo


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que un elemento constante de sus cartas es el paso de la reflexión teológica al desafío de Pablo a sus iglesias a vivir “de una manera digna del evangelio de Cristo” (Filipenses 1:27; cf. 1 Tesalonicenses 2:12). La consistencia en las exhortaciones en las cartas reflejan la teología pastoral de Pablo, la cual está arraigada en su esperanza de progresos morales entre sus lectores. Su teología pastoral también está implícita en las oraciones al principio de las cartas (cf. 1 Corintios 1:4-9; Filipenses 1:3-11), ya que ellas frecuentemente describen la esperanza de Pablo por los resultados finales de su labor. Su trabajo evangelístico inicial es por lo tanto sólo el comienzo de un proceso que no será completado hasta el final de los tiempos. Su labor será exitosa sólo si sus congregaciones sobreviven las consecuencias del evangelio a través de vidas transformadas y están plenamente transformadas cuando Jesús regrese. De este modo, toda la teología es pastoral para Pablo. Él y sus comunidades comparten una historia que comienza con su conversión y terminará cuando Dios la perfeccione (Filipenses 1:6); por lo tanto, las cartas están escritas en la mitad de la historia.28 Su regular empleo del lenguaje de formación (morfos), para describir el progreso de sus comunidades (cf. Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18; Gálatas 4:19; Filipenses 3:19-20) corresponde a la estructura misma de sus cartas, pues la ética paulina refleja su ambición pastoral de participar en la transformación ética de sus comunidades. En su profunda interacción con sus conversos, encontramos la obra pastoral de Pablo.

      La Visión y la Teología Pastoral de Pablo

      La descripción de Pablo de una historia común presupone una gran historia, según la cual el Dios del Antiguo Testamento ha demostrado fidelidad al pacto en Cristo Jesús a través de los tiempos y traerá finalmente esta historia a su final. Sea que Pablo haga referencia o mencione esta historia en todas sus cartas, ella forma la subestructura de su pensamiento.29 Esta historia, mencionada simplemente, habla de la obra de Dios en su comienzo, en el transcurso y al final. En el principio está la creación de Dios, seguida por la rebelión del hombre (cf. Romanos 5:12-21). En el transcurso de la historia, Dios llama a Abraham y pone a correr la historia de Israel, la cual incluye el exilio y la restauración. La venida de Cristo es el acto decisivo de Dios y el “hecho” dominante que constituye el punto de regreso de los tiempos. La historia llegará a su final en el día de Cristo. Mientras tanto, Pablo y sus comunidades viven entre el intermedio y el final de la historia. La comunidad de gentiles ha sido insertada en la historia de Israel y no necesita esperar el cumplimiento de las promesas de Dios en el día del Señor. Su conversión fue un acto de creación y elección. Ahora la comunidad espera el día final del Señor. Al final la comunidad será transformada a la imagen de Dios, recuperando la condición primordial.

      La literatura reciente sobre Pablo ha demostrado que esta historia conforma la subestructura de la reflexión de Pablo. De esa manera la doctrina de la justificación por fe es un elemento esencial en esta historia: Pablo emplea este tema para declarar la vindicación final de Dios de quienes están dentro del pacto y anuncia que Dios ya ha “justificado” a quienes ahora viven dentro del pacto de fe. La doctrina paulina de la santificación también encaja dentro de esta estructura narrativa, porque describe el progreso moral que sus conversos experimentan no sólo como transformación sino también como santificación (cf. 1 Tesalonicenses 3:11-13) y visualiza que sus conversos serán plenamente santificados al final de la historia (1 Tesalonicenses 5:23).

      Las reflexiones de Pablo comienzan con la transformación de Cristo, el punto decisivo de la historia. Morna Hooker ha descrito esta transformación como una “intercambio” en la cual Cristo “llegó a ser lo que somos para que podamos ser como Él es.”30 Aunque el lenguaje proviene de Ireneo (Adversus haereses 5, prefacio), describe con precisión el tema consistente de las cartas de Pablo. En el evento de Cristo, Cristo “llegó a ser lo que somos.” La meta final es que la humanidad sea transformada a su imagen, que es, llegar a ser “lo que Él es.” Pablo trata este tema del intercambio más claramente en los siguientes pasajes:

      “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.” (2 Corintios 5:21).

      “Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.” (2 Corintios 8:9).

      “Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado de un madero.» Así sucedió, para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones, y para que por la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa.” (Gálatas 3:13-14).

      “Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.” (Gálatas 4:4-5).

      “En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu.” (Romanos 8:3-4).

      Estos pasajes tienen una estructura común. Pablo describe un suceso en el que Jesús llegó a ser algo menos que su posición original, participando en la debilidad de la existencia humana (ej., Él llegó a ser “pecado,” “pobre,” “maldición”). Esta declaración es seguida por una exigencia sobre lo que los creyentes deben llegar a ser (ej., “rectos,” “ricos”) o recibir (una nueva existencia).31 De esa manera, el resultado final de ello es que los creyentes participen en lo que Cristo es. Quienes son transformados por el sacrificio de Cristo abandonan sus propios apetitos para vivir una nueva existencia moral. Ellos finalmente serán transformados a la imagen de Cristo.

      Aunque esta fórmula del intercambio no aparece en todas sus cartas, el tema sí está presente. Las cartas, escritas bajo una variedad de circunstancias, reflejan las dimensiones de la teología pastoral de Pablo acerca de la transformación. En Filipenses y 1 Tesalonicenses, Pablo articula su teología pastoral a través de sus oraciones y exhortaciones, hablando muy confiadamente de la transformación de las comunidades y de la obra de Dios al perfeccionarlas en el día de Cristo. Dios produce en la comunidad “el querer como el hacer” (Filipenses 2:13) lo bueno. El capítulo 2 de este estudio examina la teología paulina de la formación cristiana y su papel en este proceso.

      El capítulo 3 estudia las complicadas facetas de la teología pastoral paulina. Según Gálatas 5:17, el progreso de la comunidad no es evidente en sí mismo; Pablo se refiere a la contienda entre el querer y el hacer. A pesar del buen comienzo de la comunidad, su éxito final está en duda. A diferencia de los Filipenses, en quienes Dios “empezó una buena obra” (Filipenses 1:6), los Gálatas empezaron en el Espíritu, sólo para recaer en la carne (Gálatas 3:3). El análisis de Pablo de las dificultades y tensiones humanas que evitan la terminación de la historia son expuestas mientras Pablo aguarda con esperanza que Cristo será formado entre los Gálatas (Gálatas 4:19).

      En Romanos, Pablo extiende el tema de los Gálatas, describiendo una vez más la batalla entre el querer y el hacer (Romanos 7:14-25) y la promesa de la transformación final de la comunidad de fe (Romanos 8:29; 12:2). El relato común contempla la intervención de Dios en la gran historia desde el principio (Romanos 6:1-11) y el final de esa gran historia. Mientras tanto, Pablo desafía a la comunidad a “ser transformada” anticipándose a la transformación final. El capítulo 4 de este estudio demuestra la conexión entre la teología paulina de la transformación y los objetivos del ministerio pastoral.

      En las epístolas a los Corintios, Pablo describe su labor como el fundador de la comunidad con las metáforas de “plantar” y “construir” (1 Corintios 3:6-17). Con una visión alternativa de un edificio que permanece en construcción hasta el final (1 Corintios 3:10-17), Pablo confronta a los lectores de ambas cartas que han aplicado los estándares culturales de Corinto a sus conceptos de liderazgo. La tarea del líder cristiano es trabajar con Dios en la construcción de un edificio que será terminado sólo hasta el final. El capítulo 5 de este estudio