Daniel Oscar Plenc

Soy Jesús, vida y esperanza


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y que has de venir [...]” (Apoc. 11:16).

      La Biblia vuelve vez tras vez a la idea del YO SOY. Quince siglos después de la aparición a Moisés, el Dios eterno se hizo hombre y volvió a manifestarse al mundo en la persona de Jesús. En varias ocasiones singulares de su ministerio empleó la misma expresión que había usado con Moisés, diciendo simplemente “Yo Soy”, sin predicado (véase Juan 4:26; 8:24, 28, 58; 13:19). Siete veces utiliza la expresión “Yo soy” con predicado (véase Juan 6:35, 51; 8:12; 10:7, 9; 10:11, 14; 11:25; 14:6; 15:1, 5). Esas declaraciones constituyen descripciones magníficas de su Persona y de su obra salvadora. Estas afirmaciones serán el motivo de estudio de este libro: Yo soy el pan de vida. Yo soy la luz del mundo. Yo soy la puerta de las ovejas. Yo soy el buen pastor. Yo soy la resurrección y la vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Yo soy la vid verdadera.

       Conclusión

      Luego de la visión del Sinaí, la vida de Moisés no volvió a ser la misma. La revelación de Cristo rompió para siempre la monotonía de su vida. Su existir se volvió tantas veces más interesante, más ocupado y más trascendente de lo que había podido imaginar. Su encuentro con el YO SOY le mostró un sentido más profundo y perdurable.

      La edad no parece ser importante, ni la condición personal ni las expectativas sobre el presente o el futuro. Un acercamiento a la presencia del Señor puede darnos una dimensión insospechada. Puede ser el inicio hacia la vida y la esperanza. Durante las sesiones de un congreso cristiano, un hombre maduro daba testimonio de la felicidad que había encontrado en el Señor. “Lo único que lamento” –dijo– “es no haberlo conocido antes”.

      ¿Cuáles son los significados que se desprenden de la experiencia de Moisés ante la gloria divina?: (a) Que en medio de las cosas comunes de la vida es posible hallar algo diferente, porque existe un Dios santo. (b) Que el Ser santo no es indiferente, sino que se interesa por sus hijos. (c) Que el Dios de los cielos también está con nosotros y tiene un plan para ofrecernos. (d) Que en medio de lo efímero de todo lo que nos rodea, existe para siempre.

      Quien se allega a la presencia divina puede también aprender a confiar en el amor, en el interés y en el plan de Dios para su vida. Todo cambia cuando se vive ante Dios. El Eterno se transforma en la esperanza de la vida.

      1 Elena de White, My Life Today (Washington, D. C.: Review and Herald, 1952), p. 284.

      2 __________, Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1971), pp. 256, 257.

      3 __________, Profetas y reyes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1957), p. 34.

      4 __________, Patriarcas y profetas, p. 250.

      5 Ibíd., p. 253.

      6 Ibíd., p. 254.

      7 Ibíd., p. 255.

      8 __________, La segunda venida y el cielo, trad. Juan Carlos Viera (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2005), p. 17.

      9 Juan Mateos y Juan Barreto, Vocabulario teológico del Evangelio de Juan (Madrid: Ediciones cristiandad, 1980), p. 97.

       Cuando algo te falte: “Yo soy el pan de vida”

      Impactan la sencillez y la profundidad espiritual del Evangelio de Juan, uno de los documentos más inspiradores del Nuevo Testamento. Se parece poco a los otros Evangelios. El autor del cuarto Evangelio cuenta historias diferentes, no registra parábolas y los milagros son pocos, aunque elegidos reflexivamente.

      Su autor, Juan, hijo de Zebedeo, nunca usa su propio nombre para hablar de sí mismo. En cambio, se presenta como el discípulo al que Jesús amaba. Cuando menciona el nombre Juan, es para referirse al Bautista. No da la impresión de un hombre preocupado por su identidad personal, sino por la identidad de Jesús. Se supo amado y transformado por el Señor; entonces, propuso a sus lectores una experiencia personal con Jesús como la que él había disfrutado. O, tal vez entendió que la identidad más significativa se construye a partir de sentirse amado y aceptado por el Señor.

      Entre otras características, el Evangelio de Juan reitera la fórmula “Yo Soy” (griego égo eimí) por parte de Jesús. Los símbolos que sirven de predicados nos hablan de la persona y de la obra de Jesús. Todos ellos están tomados de la vida diaria, de las cosas comunes como el pan o la luz, las ovejas o la vid.

      Varios “Yo soy” tienen claras conexiones con las fiestas de Israel. La frase “Yo soy el pan de vida” se pronunció en el tiempo de la Pascua, la principal celebración de la primavera, y se relaciona claramente con el milagro de la multiplicación del pan. “Yo soy la luz del mundo” se corresponde con la fiesta de los Tabernáculos, celebrada en otoño, y con el sanamiento del ciego de nacimiento. “Yo soy la puerta de las ovejas” y “Yo soy el buen pastor” tienen el mismo contexto. La expresión “Yo soy la resurrección y la vida” pertenece al tiempo invernal de la fiesta de la Dedicación, o Hanukah, y se pronunció poco antes de la resurrección de Lázaro. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” y “Yo soy la vid verdadera” se asocian una vez más con la Pascua hebrea.

       El pan