Adiós.
RODRIGO.- ¿Dónde nos encontraremos mañana por la mañana?
IAGO.- En mi alojamiento.
RODRIGO.- Estaré contigo temprano.
IAGO.- Márchate.-¿Me oís, Rodrigo?
RODRIGO.- ¿Qué decís?
IAGO.- ¡Nada de ahogarse! ¿Entendéis?
RODRIGO.- He cambiado de opinión. Voy a vender todas mis tierras.
IAGO.- Marchaos. ¡Adiós! Poned bastante dinero en vuestra bolsa. (Sale Rodrigo.) Así hago siempre de un imbécil mi bolsa. Porque profanaría la experiencia que he adquirido, si gastara mi tiempo con un idiota semejante, a no ser para mi provecho y diversión. Odio al moro y se dice por ahí que ha hecho mi oficio entre mis sábanas. No sé si es cierto; pero yo, por una simple sospecha de esa especie, obraré como si fuera seguro. Tiene una buena opinión de mí; tanto mejor para que mis maquinaciones surtan efecto en él. Cassio es un hombre arrogante... Veamos un poco... Para conseguir su puesto y dar libre vuelo a mi venganza por una doble bellaquería... ¿Cómo? ¿Cómo?... Veamos... El medio consiste en engañar, después de algún tiempo, los oídos de Otelo susurrándole que Cassio es demasiado familiar con su mujer. Cassio tiene una persona y unas maneras agradables para infundir sospechas; tallado para perder a las mujeres. El moro es de naturaleza franca y libre, que juzga honradas a las gentes a poco que lo parezcan y se dejará guiar por la nariz tan fácilmente como los asnos... ¡Ya está! ¡Helo aquí engendrado! ¡El infierno y la noche deben sacar esta monstruosa concepción a la luz del mundo! (Sale.)
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