más fácil, que separar el corazón de los sentimientos, pero hay que ser justos y no creernos lo que no vivimos; pero nuestra cabeza suele traicionarnos.
Quiero con este pequeño homenaje volverte a decir que te quiero, no te has ido ¿me entiendes? Seguro que sí; las cosas, nuestras cosas han cambiado mucho, nuestro cuerpo, nuestra cabeza y nuestro tiempo han avanzado, posiblemente nos hemos hecho mayores; y tú te quedaste ahí en el espacio con esa fotografía inmovilizada, mirándome fijamente expectante esperando mi respuesta.
Un día leí algo escrito por Anatole France que estoy convencido, de que si lo hubieras podido escribir seguro que lo habrías hecho y tan sólo pensarlo me llena de emoción “Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida”. Tú compañía, tus silencios, tu acostarte a mis pies, me hacían sentirme seguro de mi mismo, y jamás nos pediste nada a cambio, y creciste a nuestro lado como uno más de la familia, sin darnos cuenta.
Contigo descubrimos el paso del ciclo vital de un ser vivo. Nos diste y entregaste tus catorce años y medio de vida a todos, aportándonos una alegría infinita. Cuando eras cachorrito y luego cuando fuiste creciendo; después te hiciste muy pronto joven y corrías por todos lados de forma inquieta, y más tarde adulta ya, con un buen tamaño de golden retriever con tu pelo blanco como la nieve, y principalmente tus ojos que no puedo olvidar. No tuviste descendencia, pero creo que no te importó, nos tenías a nosotros. Seguiste creciendo y te hiciste madura, para luego llegar a vieja, tu ciclo completo.
Pasó el tiempo y empezaste a no poder subir las escaleras de casa y te quedabas a dormir en el salón. Me producía tristeza pensar que tu camino se iba acabando, y aunque creo que no sufrías, veía como día a día aumentaban tus dificultades, aunque tu mirada, no cambió nunca, la nuestra un poco sí.
El día de tu despedida aún lo recuerdo, nos observabas no sé si triste o como diciendo que no entendías nada. Yo creo que nunca nos reprochaste o que consideraras que actuamos injustamente contigo. Estuvimos todos los tuyos dándote un beso y un abrazo, agradeciéndote todo el cariño que nos diste, y que también te intentamos dar, y más de una lágrima surcó nuestro rostro.
Y no te fuiste porque no te podías ir. Sigo triste cada vez que te recuerdo porque no te veo. Allá en el cielo donde seguro estás, nos esperarás, y juntos de nuevo, continuaremos con nuestros paseos.
Tu camino sin duda será el nuestro, y cuando queramos establecer la frontera entre la racionalidad e irracionalidad nos costará ponerla, pues la racionalidad de muchos animales supera con creces, la irracionalidad de tantos humanos.
Cierro los ojos y te veo junto a mí, y claro que me entiendes, hablamos el mismo lenguaje del corazón y de los sentimientos. Ambos es imposible que nos engañemos con nuestras miradas, pues nunca lo hicimos. Pero estamos juntos, o al menos te sigo sintiendo cada vez más a mi lado, para nunca separarnos ya. ¡No volveré a dejar que te vayas!
Me enseñaste a mí, y a todos nosotros muchas cosas sin palabras o ladrido alguno, y sinceramente, desde mi memoria, he de decirte que tu luz sigue brillando e iluminándome como una estrella en mi recuerdo y en mi vida.
SANTANDERES MURCIANOS
Un recorrido por mis lugares,
tierras y paisajes de adopción
“En La Cavada y Solares, donde cuatro huevos son dos pares” Dicho popular.
Nací en los Madriles, y aunque mis orígenes se encuentran en la capital, mi corazón es santanderino y fui adoptado por la huerta murciana. Este sentimiento de ser un poco de muchos sitios, me produce una sensación de orgullo de no ubicarme en un único destino. Hago propias mis raíces y me considero un poco ciudadano de un mundo cada vez más loco y cosmopolita. Pasé largas temporadas de mi infancia en el norte, y todavía guardo los olores a hierba recién cortada de esa tierra húmeda. También viví muchos veranos en levante, en ese vergel lleno de frutas, verduras y luz. Soy agradecido, y me siento de aquellos lugares donde me he encontrado a gusto.
Por ello y un poco como la canción “no soy de aquí, ni soy de allá”, y tampoco quiero trasladar, como dicen en Cantabria ser una persona “lumia” cuyo verdadero significado es ser un resabidillo, descarado. Es cierto que los lugares nos identifican con personas, al igual que los nombres; y muchas veces los evocamos asociados a momentos y sensaciones vividos con ellos. Dicen que la infancia y adolescencia construyen la “caja negra” de cada uno, y ésta la llevamos a rastras toda nuestra vida.
Recuerdos y recuerdos, son los que llevamos y vamos acumulando con nosotros año tras año, junto a las imágenes como fotografías archivadas en nuestra cabeza. No podemos, no debemos olvidar lo ya vivido, pues sería engañarnos a nosotros mismos y renunciar a nuestro pasado. Ser un chulapo paseando por el Sardinero y caminando firme por el Malecón es un privilegio que muy pocas personas pueden permitirse, y yo lo he hecho, pues tu tierra es aquella en donde has querido, donde eres y has sido feliz, donde has compartido con grandes personas unas enseñanzas que hoy, gracias a Dios, no has olvidado, y por eso me siento tan acompañado por ese aroma de la tierruca y ese aire de huertano, y estoy contento.
En ambos sitios, desde Cabo Mayor a Cabo de Palos me siento arropado y arrullado por olas frías unas y cálidas otras, pero ambas son cómplices de mis sueños. Cuando vuelva al polvo de donde vine, me gustaría que el aire esparciera a los cuatro vientos mis cenizas en estos lugares tan importantes en mi vida. ¿Tú de dónde eres? , le preguntaron a un viajero y respondió rápidamente: del mundo y ¿a dónde quieres llegar? y contestó: sólo a un lugar donde pueda ser feliz.
Pido firmemente a la Virgen de la Bien Aparecida y a Nuestra Señora de la Fuensanta que guíen mis pasos y me acompañen siempre; y que cuando desfallezca, o mi caminar se vaya haciendo más lento, me den ese empujoncito que pueda necesitar. No quiero olvidarme de la gastronomía y de esas rabas y ese caldero, que te hace girar los ojos y el paladar hasta límites insospechados.
Mi diccionario cántabro se enriquece con palabras nuevas: “espais” zapatillas deportivas; “flamen” algo muy guapo, genial;”pindio”que tiene mucha inclinación; o el diccionario murciano “pijo” demostrar que se es murciano, énfasis de enfado; “acho” apelativo de muchacho; “bambo” zapatilla deportiva.
Así pues, ésta ha sido y es la geografía de mi vida; habiendo nacido en la capital y siendo gato, en realidad me siento un poco de pasieguco y otro poco de murcianico.
REGRESAR A CASA
Profundo recuerdo y añoranzas del lugar
donde viví mi infancia y adolescencia
“Los mismos lugares, los mismos recuerdos nos hacen viajar en el tiempo sin pretender que nada pueda volver a ser lo mismo”
He abierto mi memoria y he regresado a mi barrio de las Letras y cruzado el umbral de ese 2º izquierda donde pasé mi infancia y adolescencia. Todo es distante y diferente; tal vez el que ha cambiado soy yo. ¡Ha pasado tanto tiempo! Nada está en su lugar, no hay nadie de los que allí vivieron, y la casa está ya vacía. La verdad es que no sé muy bien por qué he ido, y no sé lo que buscaba y lo que me podía esperar encontrar. Voy recorriendo sus habitaciones y la soledad y las ausencias llenan mi espíritu. Me pregunto entonces si fui feliz, si el amor abrazó esa fase de mi vida y me contesto rápido, con el matiz de todos los claroscuros y esa balanza que todo lo mide, que sí, y además lo hago de forma rotunda, pues hoy seguramente tengo el grado de entendimiento suficiente para valorar y ponerme a mí mismo las cosas en su sitio, no tengo dudas.
Observo las mismas ventanas y otras puertas, con otros muros de separación y ambientes creados, ya que los espacios han cambiado con la llegada de los nuevos propietarios que tan amablemente me han permitido el paso. Nada es igual a ayer, ni tan siquiera esa imagen que se refleja en el espejo del cuarto de baño. ¿Ese soy yo? No me reconozco y lo que veo es una figura extraña que mira sorprendida a ese desconocido ¿quién eres tú, le preguntas? Me fui hace mucho tiempo pero ahora he regresado, siempre se regresa.
La casa era grande, porque allí vivíamos muchos, familia numerosa de las