es martes, debe ser el Shah”. En él, recuenta cómo tan solo durante los primeros cinco meses del año, México había recibido a la reina Isabel ii; al presidente venezolano Carlos Andrés Pérez; al antiguo canciller alemán Willy Brandt; al viceprimer ministro de China, Cheng Yung Hui; al presidente de Tanzania, Julius Nyerere; al Shah de Irán; al presidente Léopold Senghor de Senegal, así como a innumerables funcionarios de menor rango. Además, todavía se esperaba, en los meses siguientes, la visita del presidente rumano Nicolae Ceauşescu; de Olof Palme, primer ministro de Suecia; del primer ministro de Jamaica, Michael Manley, y todo ello antes de la Conferencia del Año de la Mujer que iniciaría en junio y traería consigo a su propia plétora de visitas internacionales.
Jova escribe que tanto los mexicanos como los diplomáticos extranjeros en México se habían acostumbrado e incluso hastiado de esas visitas que no parecían tener ton ni son. En algunos círculos se murmuraba acerca del alto costo de la espléndida hospitalidad mexicana. Entre los diplomáticos se decía que “el desconcierto parece estar cediendo al escepticismo”, pues se cuestionaban cuáles eran los beneficios prácticos que pudieran derivarse de esas invitaciones. Jova se preguntaba si el gobierno mexicano tenía un objetivo claro con esa búsqueda de trofeos, pues señalaba que no parecía haber distinción en su trato hacia los diferentes visitantes. En principio, las relaciones con la Gran Bretaña y con Irán deberían ser más importantes para México que las relaciones con Senegal, pero el tratamiento otorgado y los programas realizados no parecían indicar que este contexto fuera tomado en consideración por el gobierno.59
Como lo señaló Cosío Villegas: “Muchas de las ideas presentadas por Echeverría fueron hijas del momento, improvisadas y en manera alguna son fruto de un conocimiento serio o de una meditación reposada de los problemas a que se refieren”.60 De ahí que sus innovaciones en materia de relaciones exteriores no obedecieron a “un serio proceso de planeación política” o a un estudio formal preliminar. Echeverría no siguió un camino preconcebido, sino que respondió a las circunstancias internas y externas del momento.61
Como resultado de giras y visitas, surgía un cúmulo de papelería con acuerdos culturales, declaraciones, comunicados, etc. Tan solo en el tiempo que estuvo Emilio Rabasa como secretario de relaciones exteriores se firmaron 120 convenios bilaterales y multilaterales,62 aunque muchos de estos no tuvieron grandes consecuencias. Y cuando en las giras y visitas se proponían temas de mayor importancia, casi nunca salía beneficiado México. Por ejemplo, a pesar de la presión gubernamental que se ejerció durante las visitas de la reina Isabel, de Sir Christopher Soames y de Willy Brandt, con el fin de conseguir un respaldo a la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, tan significativa para Echeverría, ninguno de ellos resultó ser su partidario. Y al contrario, a raíz de la visita del Shah, Echeverría tuvo que ceder a la presión de Irán y emitir declaraciones respecto a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep) que hubiese preferido no hacer.63
Ciertamente, el proyecto más importante de la política exterior del régimen de Echeverría fue la iniciativa de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, que le ganó la animadversión de Estados Unidos pero le dio respetabilidad en el tercer mundo.64 Sin embargo, aun ahí los resultados fueron ambivalentes. La Carta fue aprobada el 12 de diciembre de 1974 por la Asamblea General de la onu después de muchas negociaciones; sin embargo, los países industrializados no votaron a favor, y esta falta de apoyo le restó toda fuerza, por lo que a pesar de haber sido adoptada, apenas si se hizo referencia a ella durante los años que siguieron. Lo mismo pasó con muchas otras iniciativas, tales como la Naviera del Caribe, el Banco Mundial de Alimentos y la Universidad del Tercer Mundo.65
Mario Ojeda señaló que los resultados económicos reales eran “menos halagüeños” de lo que se esperaba, y tampoco se logró una auténtica diversificación comercial. En efecto, pese a los grandes esfuerzos por reducir la dependencia económica de Estados Unidos mediante la ferviente actividad en política exterior, el déficit comercial y el endeudamiento externo siguieron creciendo, y el comercio exterior permaneció concentrado en el mercado estadounidense. “Las bases estructurales de sustentación de una acción dinámica e independiente” en lugar de haberse ampliado parecieron cerrarse, y la dependencia del exterior no disminuyó.66
No obstante, la política exterior del régimen sí obtuvo logros concretos, pues abrió espacios nuevos en el plano internacional, permitió a México adquirir un papel más notorio en la diplomacia y le consiguió cierto liderazgo en el tercer mundo.67 Además, las visitas tuvieron un efecto “iluminador e incluso educativo” en los visitantes, que regresaban a su país dejando a un lado el estereotipo tradicional del “mexicano adormilado descansando a la sombra de un cactus”.68
Sin embargo, para muchos fue evidente que la aspiración real era contar con algún apoyo para la ambición personal de Echeverría, casi formalmente anunciada: su deseo de conseguir una posición prestigiosa en un organismo internacional cuando terminara su presidencia.69
En efecto, fueron tantas las iniciativas y acciones de Echeverría en el campo internacional, que muy pocas podían justificarse con base en los intereses de México, y se volvió difícil distinguir hasta qué punto sus proyectos y sus actos tenían origen en una política de Estado, y hasta qué punto perseguían una “política de prestigio personal”.70 Este comportamiento alimentó los rumores, cada vez más extendidos, de que Echeverría buscaba el puesto de secretario general de la onu una vez terminado su sexenio, así como el Premio Nobel de la paz.
Estas sospechas se volvieron virtualmente oficiales cuando la prensa mexicana publicó a ocho columnas que Echeverría sería un candidato ideal como secretario de la onu, pues daría prioridad a la Carta de los Derechos y Obligaciones de los Estados, y además sería el primer titular de este organismo proveniente de Latinoamérica.71
Aunque Echeverría intentó desmentir las sospechas en su quinto informe de gobierno,72 en una entrevista que otorgó en octubre de 1975, cuando se le presionó de manera abierta e insistente para que hablara del tema, respondió que no tenía ninguna injerencia en el origen del rumor. Sin embargo, en una de las últimas preguntas, contestó con el preámbulo “si yo llegara a ser secretario general”.73
Sólo esa aspiración daba sentido a sus acciones que más parecían “provocaciones innecesarias” y actos “gratuitos”, ya que éstas no aportaban ningún beneficio al país.74 Entre ellas, su intento de mediar en el conflicto árabe-israelí cuando la urss y Estados Unidos competían por hacerlo, así como la apertura de una representación de la olp en México, asuntos que serán tratados más adelante en este capítulo.
Después de la Conferencia del Año de la Mujer celebrada en junio, Echeverría realizó durante julio y agosto de 1975 su octava gira internacional, y la de mayor duración de todas las realizadas por un primer mandatario mexicano.75 Visitó catorce países: República Cooperativa de Guyana, República de Senegal, República Argelina Democrática y Popular, Irán, República de la India, República de Sri Lanka, República Unida de Tanzania, Kuwait, Arabia Saudita, República Árabe de Egipto, Estado de Israel, Reino Hachemita de Jordania, Trinidad y Tobago y República de Cuba.76 Como ya se mencionó, uno de los motivos del voto mexicano en favor de la condena al sionismo en la Conferencia del Año de la Mujer fue justamente proteger esta gira de Echeverría por Medio Oriente.
El presidente fue acompañado por una comitiva de 180 personas, y el grupo contaba incluso con una tortillera para que hubiese tortillas recién hechas para ofrecer en las cenas.77 Este fragmento de la crónica escrita por Ricardo Garibay, resume el ritmo intenso de la gira y la impresionante capacidad de trabajo de Echeverría, así como la falta aparente de evaluación y planeación política seria que prevaleció en el viaje:
Durante aquel viaje de mes y medio, de Guyana a Cuba, pasando por Trinidad, Barbados, Jamaica, Inglaterra, Argel, Teherán, Isfahán, Persépolis, Shirás, La India, Sri Lanka, Tanzania, Kuwait, Arabia Saudita, Alejandría y El Cairo, Israel y Jordania, durante aquel peregrinar que amenazaba ser sin término, hubo un día en que subimos