Carolina Abadía Quintero

"Por una merced en estos reinos"


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a las que se pertenece, a los intercesores en que se cree y al cercano más allá.23

      En los testamentos se encuentran evidenciados elementos como el corpus material de bienes del testador, las asignaciones piadosas, los gustos devocionales, y desde una lectura más estructural, una sucesión de sustratos temporales o solidaridades mentales, en palabras de Pavón y García de la Borbolla, en que se interconectan los antepasados y las almas que estaban a cargo del testador (pasado), sus descendientes, albaceas, deudores y herederos (presente), y los intercesores celestiales y encargados de dar cumplimiento a la memoria testamental (futuro).24 El acercamiento a cada uno de estos personajes permite la identificación, al igual que las relaciones de méritos y servicios, de pertenencias familiares, sociales, religiosas y políticas del testador, y en un grado más íntimo, de filiaciones sentimentales, de emotividades en que se denota el lado más humano de quien está próximo a morir y tiene la necesidad de destacar y gratificar amistades, familiares y compadrazgos.

      Un testamento, en términos diplomáticos, está compuesto de los siguientes elementos: a) cláusula devocional en que se encuentran la confirmación de fe del testador y las invocaciones celestiales y encomendaciones devocionales; b) la disposición final en que el testador determina cómo debe ser su entierro, sepultura, mortaja y servicio fúnebre, así como dispone el capital para misas, limosnas y obras pías, y c) las disposiciones materiales en que se señalan los herederos y albaceas, las deudas y los deudores, la legación de los bienes materiales y la pertenencia a algún tipo de corporación, como las cofradías.25

      Presentados, en general, las Relaciones de méritos y servicios y los testamentos, hay que decir que, con ambos tipos documentales, es posible ofrecer un perfil muy completo y complejo de personajes históricos precisos, en este caso de prebendados y obispos, para estudiar su procedencia familiar; sus descendencias en el caso de que las tuvieran; los elementos vitales de su carrera eclesiástica, como los cargos ocupados, los títulos obtenidos y los servicios prestados; la pertenencia a corporaciones o instituciones que vislumbran el universo de sus redes y sociabilidades; los bienes poseídos, como bibliotecas, ajuares, mobiliarios, solares, esclavos, tierras y estancias, y sus deudas y deudores. El ejercicio documental de cruzar y conjugar la información brindada por estos dos tipos de fuentes permite el acercamiento a elementos históricos que rondan los universos públicos y privados de los personajes, universos que están, además, inscritos en el terreno de la materialidad, de la espiritualidad, de la mentalidad y de los escenarios sociopolíticos propios del contexto indiano.

      Las cartas y correspondencias fueron el otro grupo de fuentes históricas utilizadas con amplia recurrencia, porque revelan la dimensión de los sucesos y de sus protagonistas; las cartas muestran, además, las entonaciones y emociones con que se entendían y adjetivaban los acontecimientos, las simpatías y las antipatías que generaban los otros en disputa. En muchos casos, y más en atención a que son tensiones las que se exponen, develan un mal común entre las autoridades y oficiales reales: la pasión y las conductas apasionadas que eran vistas como peligrosas para el cumplimiento del deber. Bien ha sabido Guillaume Gaudin darle importancia a esa inmensa masa documental constituida a partir de las correspondencias oficiales y privadas en tiempos de la monarquía, al definirlas como “la prolongación de aquellas conversaciones o la respuesta escrita a una petición oral”,26 como el mecanismo que comunicó, informó y conectó a un imperio de extensiones mundiales y como “expresión de las jerarquías sociales”.27 De hecho, Gaudin ha logrado tipificar las correspondencias según las siguientes categorías: a) la carta noticia que es, en general, un texto breve en que el destinatario informa sobre su persona; b) la carta petición que era breve y solicitaba una merced; c) la carta informe que es “una carta anual larga que da cuenta del estado de la Audiencia”,28 y d) los memoriales y pareceres.29

      Toda esta cultura del derecho escrito, según Mazín, permite comprender la circulación de ideas, proyectos y personas,30 pero, a la vez, de pasiones, emociones, enemistades y lealtades, con lo cual demuestra ser el lienzo donde se entremezclaban las particularidades locales con las regularidades imperiales, las responsabilidades ligadas al servicio que se prestaba a la Corona y los sentires personales devenidos de los choques cotidianos con otras fuerzas de poder.

      Los conceptos de colegialidad, carreras eclesiásticas, red y red compleja permitieron establecer el marco de análisis e interpretación. Así, definir la cohesión del cabildo eclesiástico y sus integrantes en el periodo mencionado obliga a tener presente una categoría de análisis propuesta por Mazín, la colegialidad, que, sin duda, fue muchas veces puesta a prueba en los procesos de gestión de la corporación payanesa referida al “sentido de cohesión dentro del cabildo”,31 el cual, como se observará, va a estar mediado por el servicio de la prebenda, la pobreza de las rentas decimales, las vacancias, las licencias, las ausencias, las promociones y los nombramientos de los capitulares. Esta categoría, aplicada a la gestión del capítulo eclesiástico payanés, evidencia cómo la cohesión capitular no estuvo determinada por un número máximo o mínimo de personas pertenecientes al cabildo, sino por la identidad corporativa implícita en el ejercicio de un cargo que ejercía una élite, cuyo perfil de circulación se ajustó mayoritariamente más a la catedral payanesa que a otra catedral indiana. Así fue como la identificación de largas permanencias en las prebendas de Popayán aseguraron no solo el consenso y la cohesión corporativa del cabildo eclesiástico, sino el mantenimiento de la administración de la catedral y de las otras obligaciones inherentes al servicio capitular.

      La segunda categoría conceptual de importancia fue la de carrera eclesiástica, la cual, al ser aplicada a los capitulares y obispos de Popayán, muestra que buena parte de los cursus honorum fueron la mejor expresión de los esfuerzos de clérigos y eclesiásticos en general por ascender socialmente en el mundo hispánico. Como refiere Aguirre, hacer una carrera eclesiástica implicaba poseer medios económicos para asumir el pago de estudios superiores en ciudades alejadas del hogar, cosechar virtudes en diversas empresas doctrinales, devocionales y religiosas, probar la limpieza de sangre y la idoneidad del linaje, tener vínculos con personajes destacados del mundo político y social indiano que atestiguaran a favor de los servicios y méritos, ser parte de una red, una clientela que certificara la trayectoria adquirida y virtudes profesadas,32 así “la carrera no era una trayectoria lineal hacia los altos cargos, sino un proceso gradual, sinuoso, en el que los méritos individuales surtían mejor efecto si estaban respaldados por una recomendación acertada en tiempo y forma”.33

      Con respecto a las redes, Lucrecia Enríquez propone que la red es “una estructura construida por la existencia de lazos o relaciones entre individuos”34 y un sistema de intercambios en que hay un permanente flujo y circulación de “bienes o servicios”.35 La realización de las redes que aquí se presentan parte de una premisa: reconocer la importancia de las interacciones que tienen los sujetos de estudio y el tipo de relaciones que edificaron a lo largo de su vida, con lo que, como señala Michel Bertrand, no es solo vital identificar conexiones, amistades y tipos relacionales, sino también estudiar los intercambios que mantienen los individuos; “en este sentido, la red sería también un sistema de intercambios en el seno del cual los vínculos o las relaciones permiten la circulación de bienes o de servicios”.36 A partir de estas definiciones, es posible comprender que no todas las relaciones conducen a vínculos; por ende, no todos los personajes que están relacionados con un sujeto en específico poseen un tipo de vinculación histórica con este. Un ejemplo desde la historia se da con quienes firman como testigos en los protocolos notariales, quienes, si bien dan fe de los testimonios consignados en estos documentos, no necesariamente tienen un tipo de vínculo con los individuos de estudio. Para Bertrand, esto conlleva identificar relaciones efectivas con relaciones potenciales,37 determinadas ambas por la información que proveen las fuentes históricas.

      Otra característica más se une a las presentadas: la complejidad. Ricard Solé define el término como “el comportamiento de sistemas formados por múltiples elementos en interacción”;38 indagar la complejidad conlleva el análisis de las interacciones, de la información que por ellas circula y de la manera en que estas pueden generar procesos y fenómenos. Desde esta perspectiva, las redes construidas