Preámbulo
La indagación sobre la mirada en el documental cinematográfico parte de reconocer sus múltiples relaciones con el cine experimental, el videoarte, la antropología, la sociología, la psicología, la neurociencia, la física, entre muchas otras disciplinas. Él encuentra poesía donde casi nadie se ha atrevido a llegar y, desde que nació, ha preferido las calles polvorientas de los barrios marginales a los grandes sets de filmación. Su conexión con el público es muy profunda porque no apela a la simulación, sino que le apuesta a la autorrepresentación de los protagonistas de historias con acontecimientos que no dejan de sorprendernos.
La investigación sobre las implicaciones del acto fílmico sobre el ser grabado está acompañada de una mirada a películas cinematográficas de los años 20. Esta década fue un respiro que tuvo la humanidad entre las dos grandes guerras mundiales; en este período, tanto las artes como las ciencias florecieron con particular frenesí. Se crearon los cimientos de la teoría de la relatividad, la física cuántica, la genética, para hablar solo de algunas disciplinas que se dinamizaron con energía. De esta euforia creativa participa el género cinematográfico documental y, para hablar de ello, se realizará un ensayo en torno a cada una de las cinco películas emblemáticas de esa época: Nanook of the North (Nanuk, el esquimal), Ballet Méchanique (Ballet mecánico), Berlin: die Symphonie der Grosstadt (Berlín, sinfonía de una gran ciudad), Chelovek s kino-apparatom (El hombre de la cámara) y Regen (Lluvia).
El trabajo investigativo está acompañado de un video: El documental cinematográfico de los años 20, que en 38 minutos acopla apartes de los conceptos planteados en el libro con el material fílmico de estas películas; es importante verlas porque son clásicos y en cada observación se nos revelan nuevas aristas de la misma obra.
Este deambular cinematográfico y académico se realizó en el marco del proyecto de investigación Relación entre cine y objeto —La mirada toca—, del Grupo de Investigación y Creación Audiovisual —VIDEOSFERAS— del Programa de Cine y Audiovisuales de la Universidad del Magdalena, Colombia.
Ruttman (1927)
Flaherty (1922)
La necesidad de la mirada para existir humanamente
La ampliación del otro y la otra en la pantalla hace las veces de prueba de existencia. La mayoría de las obras documentales cinematográficas se fundamentan en el carisma de los hombres y las mujeres que han sido retratados, en su energía pura, por fuera del espectáculo y del efectismo. El documental es un canto de regreso a lo elemental, a lo primario, al afecto ancestral de los seres humanos por los otros. Es una recuperación de humanidad, de las emociones fundamentadas en seres reales, en dramas que todavía discurren a nuestro alrededor. El cine documental encuentra su poder en esa pulsión elemental que hace indagar por el otro o la otra, por la historia de aquel desconocido que se apropia como amigo o enemigo. Como plantea el filósofo y sociólogo francés, de origen sefardí, Edgar Morin (2003):
Por otra parte, la necesidad de reconocimiento es inseparable de la necesidad subjetiva de autoafirmación. Si es ignorado, el sujeto es herido, limitado, dolorido. Rousseau señaló muy bien la necesidad de la mirada del otro para existir humanamente… La necesidad del otro es radical: testimonia la incompletud del Yo (Moi)-Yo, cuando no tiene reconocimiento, ni amistad, ni amor. (p. 86)
El reconocimiento es una prueba que se da sobre la importancia del futuro de la especie humana, es un canto a la cotidianidad, al devenir, al ser. El documentalista recupera la tradición del juglar, quien convertía anécdotas del pueblo en estrofas conservadas en la memoria colectiva cuando se transformaron en canciones. Las películas documentales están en la búsqueda de una épica del no héroe que deambula por calles de pueblos y ciudades.
El cine se fundó sobre el placer de mirar y fue concebido desde sus orígenes como un lugar desde donde se podía espiar a los demás; lo que Freud denominaba escopofilia, el impulso de convertir al otro en objeto de una mirada. Este placer de observar puede tener diversos sentidos en los dos sexos: en lo femenino, se habla del énfasis en lo afectivo, de la emoción ante el devenir del amor, de la procreación o el cuidado. En lo masculino, de las formas, el cuerpo como objeto, la aventura, el poder, la muerte. No es una descripción binaria, ya que los dos sexos siempre habitan un solo cuerpo y estas pulsiones son manifiestas en su conjunto en diversas intensidades en los múltiples géneros.
El documental cinematográfico
La realización de documentales es enriquecedora porque es una búsqueda por retratar la vida en sus múltiples devenires. Es una indagación por el significado de las cosas y de los seres; una pretensión amable, donde se encuentre. Como todo aprendizaje, permite al ser humano sentirse dinámico, vivo, alegre. Su señalamiento como “arte” implica un compromiso, en tanto que los seres humanos son indagadores y el arte que eligen es el instrumento que emplean en la exploración.
Émile Zola, citado por Muñoz (2011), afirma que “una obra de arte es un rincón de la naturaleza visto a través de un temperamento” (párr. 3), se debe estudiar a fondo ese “yo” que elige los temas, lo cual significa que es necesaria una sólida base de conocimiento de uno mismo para poder crear una obra documental compleja. Sin embargo, ahora se debe poner en cuestión algo tan aparentemente natural: mirar la naturaleza; para ello se retoma al físico alemán Heisenberg Werner (citado por Dossey, 1999):
La observación produce cambios en las cosas, por lo cual el que mide entra a formar parte de su propia medición. Poco a poco fue abriéndose paso el reconocimiento de que la indagación de la “realidad” constituye un intricado laberinto que, en un momento dado, se repliega interiormente sobre la propia conciencia. Como dice Heisenberg, lo observado no es la naturaleza como tal, sino la naturaleza mediatizada por nuestra propia manera de indagar. (p. 309)
Al dirigir documentales es importante notar que el observador, lo observado y el perceptor de la obra fílmica desempeñan roles aparentes que se entrelazan en una interacción permanente. El principio de incertidumbre, tan presente en los estudios sociales, adquirió mayor reconocimiento cuando Heisenberg lo proclamó en una de las disciplinas más “duras”: la física. La afirmación que sobre el oficio médico hace Julio César Payán (2000), en su libro Lánzate al vacío, permite dimensionar el principio de incertidumbre en la narración de documentales a partir del naturalismo:
Si pensamos otro poco, ya no hay médico y paciente, o sea, observador y observado, objetividad y sujeto objetivado, sino un interactuar de seres humanos. Es una relación solidaria, pero más profunda aún, sin objeto y sujeto; son ambos actuando. Se rompe esa dualidad o bipolaridad de la objetividad que es una de las bases de nuestra racionalidad actual: el médico mira objetiva y analíticamente el paciente, la ciencia a la hipótesis, el sociólogo a la sociedad, el historiador a la vida, y así ad infinitum, prejuicio este que ya la misma física destruyó —en el principio de incertidumbre de Heisenberg—, cuando demostró que el observador interactúa con lo observado. (p. 10)
El documentalista trata de adentrarse en las realidades de las personas para intentar ver el universo como ellas lo captan. Tal vez por eso es necesario que todos los que participan en la creación de un documental profundicen en su subjetividad interna: para poder entender su influencia en la narración del otro, en su comportamiento, y buscar una relación donde se dejen a un lado los preconceptos, prejuicios y juicios de valor (conociendo la imposibilidad de negarlos, pero dejándolos en reposo, en suspenso, para crear un diálogo fluido lleno de sinceridad).
Se debe comenzar por reconocer de qué manera los hechos dolorosos y alegres, las personas amigas y enemigas, los miedos, las enfermedades, han ido marcando la vida, las pasiones y las exigencias que dominan a la humanidad como fruto de esas vivencias. Esto significa reconocer, sin hacer juicios