David Antonio Pulido García

Formar una nación de todas las hermanas


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para establecer claramente la forma en que será analizado el objeto de estudio elegido, ya que este se abordará, casi exclusivamente, a través de su producción escrita. Así pues, se entenderán los documentos históricos como subjetivas piezas interpretativas de la realidad social a través del lenguaje, que no obstante buscan al mismo tiempo transformarla con su intervención, lo que nos llevará, en primera instancia, a referir los aportes de Mijaíl Bajtín5, quien señala que toda obra escrita es una controversia individual del autor con su realidad y con su tiempo, nada más que una voz entre muchas otras con las que se comunica y con las que entabla diálogos que a su vez le permiten establecer interacciones lógicas con sus contemporáneos; es decir, en palabras de Bajtín, establecer procesos dialógicos que finalmente lo llevarán a entrar en polémica y discusión continua con ellos, ejercicio que le permite, en definitiva, desarrollarse, replantearse y transformarse.

      El resultado lógico del proceso antes mencionado será denominado por Bajtín como dialogicidad. Dicho concepto estará presente a lo largo de este libro, en la medida en que se entenderá que los jóvenes intelectuales aquí estudiados —al igual que el resto de sus contemporáneos— no se formaron mediante un proceso individual aislado, sino que, por el contrario, lo hicieron mediante una particular toma de posición con respecto a la multiplicidad de opiniones y lógicas que circulaban en su entorno social. De esta manera la invitación metodológica de Bajtín consiste en ir más allá de los escritos producidos por los jóvenes intelectuales, mexicanos y colombianos, en busca de las “voces de la época” a las que ellos respondían, y sin las cuales sus enunciados no habrían sido posibles.

      Por lo tanto, una de las principales preocupaciones metodológicas de esta investigación fue la cuidadosa reconstrucción del contexto político y social, tanto nacional como internacional, en el cual se enmarcaron las intervenciones de los jóvenes intelectuales mexicanos y colombianos durante el periodo estudiado. Esto será particularmente acreditado en la exposición de cómo se recibió el discurso latinoamericanista del constitucionalismo en Colombia, ya que se recrearon en detalle las vicisitudes políticas de aquel país, para comprender cómo sus intelectuales dialogaron con él, discrepando algunas veces y otras tantas resignificándolo, siempre condicionados por su propio contexto, para finalmente dirigirlo a favor de sus intereses particulares.

      No obstante, el acercamiento a la producción escrita de los intelectuales aquí estudiados también demanda una metodología propia que lo encamine, principalmente, a explicar cómo fue posible que se establecieran diálogos fecundos entre ellos y, sobre todo, cómo se logró una afortunada comunicación entre sus respectivos intereses y el proyecto político de unidad latinoamericana del constitucionalismo.

      Para ello se traerán a cuenta los postulados emanados desde el Análisis Crítico del Discurso, partiendo de la convicción de que el lenguaje es una de las principales herramientas con las que cuenta el sujeto social (en este caso los jóvenes intelectuales mexicanos y colombianos) para la percepción, construcción y comprensión, tanto de su realidad inmediata como de su pasado en comunidad. De esta manera se comprenderá el lenguaje (oral o escrito) como una construcción social en la que intervienen estructuras cognitivas y códigos culturales atravesados por intereses particulares, de tal manera que “un análisis del discurso no se limita al análisis ‘textual’, sino que tiene también en cuenta las relaciones entre las estructuras de texto y habla por una parte y, por otra, su ‘contexto’ cognitivo, social, cultural o histórico”6. Así pues, un análisis de estas características presupone la participación activa del receptor del discurso, en la medida en que es él, y no el texto per se, quien le otorga sentido, hace presuposiciones y asociaciones, y lo interpreta por medio de conocimientos previos. En otras palabras, un sujeto entiende un discurso en la medida en que lo completa e interactúa con él, algo que logra a satisfacción en la medida en que comparta con el productor de dicho discurso lo que Van Dijk llama la misma comunidad epistémica7.

      En este sentido se abordaron las fuentes históricas teniendo en cuenta, en todo momento, que hacían parte de un diálogo abierto entre sus diferentes productores, los cuales compartían entre sí códigos comunes que los identificaban, ya sea como estudiantes, como colombianos o mexicanos y, en algún momento, como latinoamericanos. Aspecto que no se puede perder de vista ya que precisamente gran parte de la identificación que posibilitó la circulación, apropiación y muchas veces la resignificación del discurso constitucionalista fuera de México se fundamentó en el reconocimiento, entre otros, de un pasado, una lengua y un enemigo en común.

      Finalmente, en lo que respecta al estudio de los contextos y la interrelación de estos con la producción de fuentes históricas, se encuentran los trabajos de Quentin Skinner, conocidos en su conjunto bajo el nombre de la historia de los lenguajes políticos8. Skinner llama la atención, principalmente, hacia el estudio de los contextos en los cuales se producen los textos sobre los que se fundamenta la investigación histórica, entendiéndolos como actos de habla, al mismo tiempo que señala la importancia de comprender las intenciones que llevan implícitos dichos textos. Es decir que Skinner, a partir de una apropiación de las teorías lingüísticas de John Austin9, pone énfasis en la dimensión ilocucionaria y perlocucionaria del lenguaje, integrándolo a la investigación histórica, especialmente en lo que se refiere al trabajo interpretativo de las fuentes. Al respecto señala Elías Palti:

      Según esta perspectiva [la de Skinner], para comprender históricamente un acto de habla no bastaría con entender lo que por él mismo se dice (su sentido locutivo), sino que resulta necesario situar su contenido proposicional en la trama de relaciones lingüísticas en el [sic] que éste se inserta a fin de descubrir, tras tales actos de habla, la intencionalidad (consciente o no) del agente (su fuerza ilocutiva), es decir, que hacía éste al afirmar lo que afirmó en el contexto en que lo hizo10.

      Sin embargo, cabe aclarar que para Skinner el contexto es un “marco último” en el que se decide qué postulados son posibles y qué postulados no lo son11. Es decir, que el texto no simplemente emana de su contexto, sino que está incrustado en él, de tal forma que es él quien le proporciona el rango de las afirmaciones válidas, de las cuales el autor solo elige las que se acomodan a sus intenciones o intereses.

      Traer a colación a Skinner es importante en la medida en que sus planteamientos han alimentado lo que se ha denominado como nueva historia intelectual, la cual hace énfasis en el estudio de los usos posibles del lenguaje en la esfera pública más que en la privada. De allí que, para el caso que nos convoca, toda intervención de los jóvenes intelectuales estudiados, incluso la aparentemente privada, como lo es la correspondencia, se entenderá como parte de la consciente e interesada labor de ellos por dotar de sentido su discurso y de preparar a sus posibles receptores, es decir, de hacerse lentamente inteligible para sus contemporáneos12.

      En este sentido la presente obra dará cuenta de cómo la apropiación y movilización del discurso latinoamericanista del constitucionalismo, por parte de los jóvenes intelectuales, mexicanos y colombianos, no se dio nunca de manera homogénea, sino que obedeció a momentos muy específicos que lo condicionaban. De tal suerte que a lo largo de los siguientes tres capítulos el lector podrá advertir que se privilegió un tipo de exposición que diera cuenta de cómo se gestaron las condiciones para que a los intelectuales aquí estudiados les fuera posible enunciar lo que enunciaron, por encima de la exposición sistemática, literal e inocente de sus enunciados.

      Así las cosas, la elección de los referentes teóricos y metodológicos en la redacción de este libro obedece a la singular atención que se les prestó a las fuentes, en su mayoría hemerográficas y epistolares, y a los intereses particulares que animaron su producción, en la medida en que a través de este particular tratamiento se sustentará y defenderá la hipótesis de que el discurso de unidad latinoamericano del constitucionalismo fue apropiado, resignificado y usado para fines específicos por los jóvenes intelectuales que dirigieron las organizaciones estudiantiles más importantes de México y Colombia entre 1916 y 1920.

      Notas

      1 Algunos de los trabajos más destacados son: Javier Garciadiego, Rudos Contra Científicos. La Universidad Nacional durante la Revolución