Sergio Arlandis López

Olvidar es morir


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el azul

      El amor padecido

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      Una página de Pasión de la Terra (México, Fábula, 1935) que presenta, corregido a mano por Aleixandre, el nuevo título del poema «Ropa y serpiente».

      Además, Aleixandre quiso estar presente en la edición italiana con una aportación personal titulada «Saludos a unos lectores italianos», en la que el poeta volvía a releer su lejana entrega juvenil que inauguraba un nuevo lenguaje: «tan difícil debió aparecer –comenta el poeta– que los poemas aparecieron sólo en revistas». Pero con el tiempo su capacitad de evolución creció y más que un cualidad fue la fuerza intrínseca de su enunciado lo que se afirmó; enunciado, declara el poeta, que los sucesivos lectores pueden captar, siendo ellos los verdaderos protagonistas y colaboradores del libro. Escribe Aleixandre:

      Pasión de la Tierra es, entre mis libros, el que más se ha «movido» de ese modo. Nacido con la consciencia de que quizá sólo un ciento de lectores, cuando más, admitirían la «dificultad» de su expresión, tuvo una primera edición, bajo ese condicionamiento, incompleta y limitada, sólo para amigos. Casi veinte años después, en la segunda edición –la primera llamada completa–, el autor seguía considerándolo lo mismo. Una obra que apela a lo profundo humano, al subsuelo común desde el que se yergue el hombre: pero emergida con una expresión casi incomunicable. En principio, pues, un libro para todos, aunque servido en lenguaje «culpable» que lo hacía un libro para pocos, caso para ninguno. El autor, en el prólogo de esa lejana segunda edición así lo decía y se «confesaba», y desde ese enfoque procuraba situarlo.

      En esta nueva exégesis aleixandrina de Pasión de la Tierra es interesante ver la opinión del poeta sobre la dificultad del lenguaje –hermético y «casi incomunicable»– que presenta el libro. Lo que demuestra, en el caso de que existiera duda, que la experiencia lingüística de la obra traducía una vivencia iniciativa (nocturna y abismal), en que el yo, a través de la palabra ahondaba en el mudo subterráneo de la psique en busca de una verdad oscuramente intuida, pero sin posibilidad de representación. La palabra, portadora del mensaje, se quedaba en la zona limítrofe de lo conocido, extremadamente difícil de comunicar. Sólo al esclarecerse el lenguaje por obra de sus lectores en el tiempo, según opina el poeta, se recreaba la ecuación entre fondo y forma.

      En efecto, nuevo y revolucionario es el entramado léxico que caracteriza los poemas en prosa, y ardua y difícil su lectura. Aleixandre reconoce su hermetismo, que atribuye a su «apelación a lo profundo humano», como en particular reconoce la dificultad de su léxico, y se preocupa para que se aclare y aleje toda incertidumbre posible. En este sentido, el poeta, tras haber enviado las palabras de los «Saludos», vuelve a mandar un segundo texto, idéntico al primero, pero con unas leves variantes de carácter estilístico; la atención y el esmero con que el maestro –es sabido– seguía la labor de su escritura lindaban la perfección. Es así que, en fecha 11 de noviembre de 1983, recibo otro texto que presentaba, como el poeta confiesa, «algunas correcciones (de las llamadas de estilo) que no son muchas pero que considero importantes para la claridad y precisión del texto». La carta dactilografiada –el autor acaba de ser operado de catarata y no podía escribir– terminaba con algunas líneas manuscritas que rezaban: «En el texto que le envío hay alteraciones, no sólo de frases y palabras, sino de comas y comillas. Todo es importante».

      Llevo una temporada de escribir bastante.