quedarse en mero explorador. Cultivó el suelo erial con afán infatigable, con lucidez y con arrojo. Y logró cosechas espléndidas. Están en los trojes copiosos de Espadas como labios, La destrucción o el amor y, sobre todo, Sombra del Paraíso. Y en lo que venga después.
Desde 1929, año en que se escribió Pasión de la tierra, han pasado muchas cosas en el mundo y en la poesía. Algunas debieron pasar y otras sería mejor que no hubieran pasado. Pero unos y otros pasaron. Y ahora este libro se nos planta aquí, en este mundo aún tan poco definido, pidiendo alojamiento y conversación.
Visto desde la actual poesía de Aleixandre, Pasión de la tierra es el eslabón primero. Sin él, Aleixandre quedaría en el aire, si justificación, sin razón suficiente. Ahora ya comprendemos mejor el camino que el poeta ha recorrido desde entonces. El mismo poeta dice que allí está, como un plasma, toda su poesía implícita. No creo que pueda tomarse muy a la letra esta indicación. En Pasión de la tierra está, sí, el punto de arranque: pero en la poesía posterior hay más, mucho más de lo que en este libro primordial apuntaba. «El camino hacia la luz» estaba aún sin descubrir, hoy el poeta ha cambiado por él hasta la cima luminosa.
En sí mismo, el libro tiene aún valor de poesía esencial. La técnica surrealista enturbia sus mejores logros; pero cuando conseguimos traspasar la costra, vemos en lo hondo pajuelas encendidas y sentimos latidos que, independientemente de técnicas y fórmulas, vibran con intenso y auténtico hervor.
Lo humano elemental, la raigambre telúrica del hombre, con todas sus impurezas, con la congoja de su presión, de su dominio, tiene fiel y enérgica representación en este libro que pudiera muy bien haber brotado de un alma juvenil y ahora, si prescindimos de algunos arrequives formales, de ciertas imágenes y asociaciones dislocadas, ¿qué poeta joven se negaría a poner su firma al pie de estos poemas sanguíneos, atormentados y relampagueantes que una sensibilidad juvenil de hace veinte años encendiera?
En este hervor de humanidad elemental y oscura está el valor más alto de este libro que viene a completar la perspectiva de Aleixandre y otras perspectivas no menos actuales. Y es que la poesía es duradera, permanente, cuando no es un simple juego de formas sino que roza más o menos ásperamente el cogollo de humanidad que todos los hombres, de cualquier época, llevamos dentro.
1. En aquella época Antonio Colinas vivía en Milán, donde ejercía como docente de español en la Universidad «Cattolica» e igualmente daba clase de lectorado en la cercana ciudad de Bérgamo, a la cual dedica su conocido poema «Piedras de Bérgamo».
2. La correspondencia enviada por Aleixandre está a punto de ser publicada, al cuidado de Giancarlo Depretis, junto a la de otros hispanistas italianos (Oreste Macrí, Dario Puccini y Francesco Tentoni Montalvo) que tuvieron relación con el poeta.
3. V. Aleixandre (1990): Ámbito, edición de Alejandro Duque Amusco, Madrid, Castalia, p. 41.
4. Debo añadir este dato sobre el libro de la primera edición, que –según me contó el propio poeta– Aleixandre había perdido durante el período de la Guerra Civil. Un día en que estaba en su casa para controlar las variantes manuscritas aportadas en la segunda edición (en particular las relativas a los títulos de los poemas), el poeta me contó que el único ejemplar que conservaba de la edición mexicana de Pasión de la Tierra, con numerosos otros de su biblioteca, se habían estropeado cuando los soldados invadieron su casa. El ejemplar que me mostró –y que luego he fotografiado con mi cámara en su casa– llevaba el n. 111 y se lo había regalado el joven poeta Jaime Siles, quien lo había encontrado en una biblioteca alemana. En efecto, el ejemplar llevaba en la cubierta un cuño nazi, que después Aleixandre intentó borrar. Jaime Siles, a quien además agradezco por el regalo de una rara edición de Ámbito, me confirmó posteriormente este dato.
5. G. Diego (1944): «Pasión de la Tierra», Corcel, Pliegos de poesía 6-7, Valencia, p. 81.
6. V. Aleixandre (1968): Obras completas, Madrid, Aguilar, pp. 1446-1447.
7. D. Alonso (1932): «Notas a Espadas como Labios, por V. A.», Revista de Occidente, n.° CXIV.
8. G. Morelli (ed.) (1998): De Vicente Aleixandre a Juan Guerrero y a Jorge Guillén. Epistolario, Madrid, Ediciones Caballo Griego para la Poesía.
9. Léase «Lengua y escritura», en V. Aleixandre (1987): Pasión de la Tierra, edición de Gabriele Morelli, Madrid, Cátedra, p. 56.
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