Antonio Moreno Ruiz

La caja de los hilos


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de la trompeta.

      En el nuevo Pentecostés (Hch 2,1-11), 50 días después de la resurrección, Dios también desciende como fuego y en medio de un estruendo.

      ¿Y sabes dónde está situado el cenáculo, el lugar donde ocurrió la bajada del Espíritu Santo? En un monte: en el Monte Sion. Si vas hoy a Tierra Santa puedes visitarlo. Montes Sión y Monte Sinaí: otro paralelismo. Dios se manifiesta en “el monte”.

      Si participas alguna vez en la vigilia extensa de Pentecostés, escucharás esta lectura del Éxodo que nos deja entrever su estrecha relación.

      Y es que la ley, los mandamientos, son camino de vida para el hombre y la mujer. No son una imposición arbitraria, una norma de un Dios autoritario que quiere someternos a sus caprichos. El decálogo es la lista de consejos de un padre bueno que quiere la felicidad para sus hijos y que, conociéndolos mejor que ellos mismos, les advierte de dónde pueden meter la pata y qué peligros deben evitar.

      Sin embargo, si de verdad te conoces, te das cuenta de que eres incapaz de cumplirlos. Quieres, pero no puedes. ¿Qué necesitas para cumplir la ley? ¡El Espíritu Santo!

      Los mismos discípulos que antes no podían cumplir el mandato de Jesús y huyen despavoridos en la pasión, ahora salen con una fuerza nueva, a proclamar el Evangelio. La ley escrita antes en piedra está ahora escrita en los corazones. “El corazón de piedra se ha transformado en corazón de carne” 13.

      El mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” 14 no es una imposición. Nadie puede amar obligado, eso no sería amor. Y es que el mandamiento nuevo, la nueva ley no empuja, atrae.

      “El que me ama, guardará mi Palabra” 15, dice el Señor en el Evangelio de hoy. No al revés. Es decir, que no tienes que cumplir nada para demostrarle tu amor; sino que, si tienes el Espíritu dentro de ti, si tienes la gracia de la fe, si sientes en tu corazón que Dios te ama, eres atraído por el bien; y el deseo de amar al prójimo mueve tu vida. Nadie te empuja: cumples porque amas y no al contrario.

      Por eso decimos que Jesús no deroga la ley antigua del monte Sinaí, sino que le da cumplimiento. Y nos envía su Espíritu en el otro monte, el monte Sión, para que nosotros también podamos cumplirla.

      En la cuarta lectura de la vigilia de Pentecostés lo dice el profeta Joel: “Cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán. Porque en el monte de Sión, en Jerusalén quedará un resto” 16.

      Pues bien, esa gracia del Espíritu no era la primera vez que se daba. Él ya se la había dado antes y de forma plena a su madre, la Virgen María. Ella es “llena de gracia” desde el momento de su Inmaculada Concepción.

      Por eso al día siguiente de esta fiesta de Pentecostés se celebra una importantísima fiesta mariana: Nuestra Señora del Rocío, cuya relación con el Espíritu Santo es también muy desconocida.

      Para empezar, el nombre de Rocío es una mística alusión al Espíritu, cuya acción se representa con esta imagen del rocío que cubre de forma invisible los campos y fecunda y da vida. En el clima desértico en el que vive gran parte del pueblo hebreo, el rocío es signo de la bendición de Dios. Por eso la Biblia lo identifica con el Espíritu.

      “Destilad cielos como rocío de lo alto, derramad, nubes, la victoria. Ábrase la tierra y produzca salvación y germine juntamente la justicia”, cantará Isaías 17. ¿Ves cómo la imagen se puede comparar también al Espíritu Santo? Viene de lo alto, de la nube, produce salvación…

      También a la Virgen del Rocío se la aclama con el nombre de “Blanca Paloma”. De nuevo una imagen tradicional del Espíritu Santo: la paloma.

      Al parecer, no era a la Virgen a la que se aclamaba con este nombre en un principio, sino a la paloma que aparece en el camarín de la Virgen y bordada en su palio, como tienen otras muchas imágenes marianas. Por desconocimiento, los vivas a “esa blanca paloma”, se entendieron como vítores a María de tal manera que quedaron identificadas la Virgen y el Espíritu.

      Y pensándolo bien no es tan grave la confusión. En los pueblos, era costumbre llamar a las esposas de los hombres importantes con el nombre del esposo. Si un terrateniente se llamaba Pascual, la gente conocía a su mujer como Pascuala. También se le decía alcaldesa a la esposa del alcalde.

      ¿Y no aclamamos a María como esposa del Espíritu Santo? Así que, entendida popularmente, y sin confundir, ¿no crees que es propio llamar a María “Blanca Paloma”?

      En España, la advocación del Rocío es enormemente conocida, pero para los que me leéis desde América quizá no lo es tanto. Esta virgen es muy famosa por la tradicional peregrinación a pie, a caballo, o en carretas tiradas por bueyes que se celebra en estos días y que congrega a alrededor de un millón de personas en la localidad de Almonte, en Huelva.

      La peregrinación es dura, cientos de kilómetros para muchos, pero se hace en un ambiente festivo, de hermandad, cantando y bailando con los cantes y bailes populares andaluces.

      Por cierto, que cada hermandad se identifica con su estandarte conocido como el “Simpecado”, que contiene el lema “Sine labe concepta” (Sin pecado concebida) y una imagen de la Inmaculada Concepción.

      De nuevo, la referencia a la que está llena del Espíritu Santo desde su concepción.

      Esta noche, de madrugada, todos los peregrinos (o romeros) se congregan y los vecinos del pueblo sacan a su Virgen en procesión. Para muchos es el día más grande del año.

      Hay quien no entiende estas manifestaciones de religiosidad popular, porque se fijan solo en quienes van buscando los aspectos externos de la fiesta. Pero hay que profundizar para entender.

      Para entender que Jesús, María y José también fueron romeros en Pentecostés.

      Para entender que Jesús, María y José también se subían cada año a una carreta para hacer su camino al encuentro del Señor y vivir la alegría de la convivencia con los hermanos.

      Para entender que Jesús, María y José cantarían durante el camino los cantos populares de su pueblo y no el gregoriano, que es muy propio para la liturgia en otro contexto.

      Para entender que el Espíritu Santo, que en Pentecostés se ha derramado en nuestros corazones, se manifiesta en el pueblo santo, el predilecto de Dios, y en sus manifestaciones populares.

      Para entender que Dios, que se hizo presente en el monte Sinaí y en el monte Sión, también ha podido escoger para manifestarse a los sencillos un pueblecillo llamado Almonte (en su origen árabe: el-Monte).

      Para entender que el Espíritu Santo, que dio a los apóstoles el don de lenguas para hablar a cada uno según su idioma, se hace presente en múltiples formas culturales para que todos escuchen la buena noticia: partos, medos, elamitas, almonteños…

      Ojalá hoy, después de leer este hilo, puedas pedir con fuerza que caiga sobre ti el rocío del Espíritu Santo, que te fecunde y te capacite para cumplir el mandamiento nuevo del amor al prójimo.

      Ojalá hoy, después de leer este hilo, puedas sentirte parte del pueblo predilecto de Dios, de la Iglesia santa, del Monte Sión en el que se juntan, no los perfectos y autosuficientes, sino quienes, llenos de miedo, esperan la fuerza del Espíritu Santo para ser Iglesia en salida

      Ojalá hoy, después de leer este hilo, puedas gritar: ¡Viva la Blanca Paloma!

      CAPÍTULO II

      IMÁGENES PARA LA FE

      No hay nada más aburrido que ver tú solo un álbum de fotos antiguas de tus padres. Sí, a veces reconoces a tu madre entre una multitud de desconocidos; otras, te suena la cara de un tío del pueblo; pero poco más. Sin embargo, aquellos trozos de papel, muchos en blanco y negro, muchos arrugados y mal conservados, se convierten en un tesoro cuando alguno de tus padres se sienta al lado explicándote quién es