Luz Sanfeliu Gimeno

Republicanas


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«el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder social».18

      Desde este enfoque, las polaridades excesivamente reduccionistas en la historiografía tradicional entre subordinación o liberación, dependencia o libertad, alienación o conciencia de las mujeres, se verían ampliadas, entendiendo los discursos y su recepción de formas múltiples e incluso opuestas y donde los géneros y sus relaciones se situarían en amplias tramas culturales. La cultura misma no sería sólo considerada como una parte de las actividades humanas, sino como una «trama» móvil a través de la cual los sujetos forman sus percepciones y construyen de una forma dinámica la «realidad».

      El carácter cultural de la feminidad y de la masculinidad transciende, por tanto, la noción de identidades fijas, complementarias y opuestas de los roles de género y enfrentan a la nueva historia de las mujeres con la tarea de incidir y desmantelar los códigos discursivos de los textos del pasado (y sobre todo los de la modernidad) que intentan producir «apariencias de verdad» a partir de proyectar ámbitos separados, complementarios y antagónicos para los sexos que demarcan eficazmente su capacidad de intervención en la sociedad.

      Por tanto, los planteamientos teóricos y metodológicos de la historia sociocultural y de la historia de las mujeres se adaptan al estudio de las formas de sociabilidad, al conocimiento de las identidades individuales y colectivas, y al de los comportamientos y pautas culturales, trasladando el estudio de los movimientos sociales la esfera de la cotidianidad desde una interpretación culturalista.

      Desde esta perspectiva metodológica, los estudios que analizan las revoluciones burguesas –tanto desde la perspectiva histórica como desde la literaria– y la construcción de los géneros durante la consolidación de las sociedades liberales europeas coinciden en remarcar su carácter eminentemente cultural.

      Durante los siglos XVIII y XIX los presupuestos básicos de la modernidad, es decir, la razón y el progreso (político, económico y científico) se fueron constituyendo como hegemónicos en las sociedades liberales, derivando al ámbito de lo privado y separando de lo público lo cotidiano y lo doméstico y, también, todo lo relacionado con lo personal, con las pasiones y con el afecto.