Ana Cabana Iglesia

La derrota de lo épico


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de Falange un mayor control de los vencidos. Debían redoblarse los esfuerzos para controlar la situación: enviar una relación de todos los que habían pertenecido al Partido Comunista, de los relacionados con el Socorro Rojo, de los familiares de los represaliados, de los antiguos dirigentes de Frente Popular e incluso de aquellos que tuviesen algún familiar en el extranjero. Basta seguir los partes de Falange en los que se refleja la opinión popular de la Galicia rural entre los años 1443 y 1945 para darse cuenta de la efervescencia que la perspectiva de la pérdida de la contienda por parte de Alemania supuso tanto en la oposición, con una guerrilla que reactivó sus actividades, como en la resistencia civil.

      El desenlace del conflicto bélico mundial provocó que la oposición al franquismo pasara de estar esperanzada e ilusionada en la rápida intervención en España de las democracias europeas vencedoras, a caer en una profunda decepción y desmoralización. Los antifranquistas, la oposición, como demuestran las memorias de Manuel Pillado, marinero de San Cibrao (municipio lucense de Cervo) y activo miembro del PCE antes y después de la Guerra Civil, tenían en el panorama internacional una vara de medir su potencialidad:

      ... la situación no variaba, pero la ilusión de tiempos mejores no faltaba. Habíamos perdido la guerra pero confiaba en que el fascismo español caería, con el alemán y con el italiano. Nunca pensé que el Eje pudiera ganar la guerra (...) después de que Alemania había conquistado media Europa, ya no las tenía todas conmigo (...) mis expectativas agonizaban al tiempo que los nazis avanzaban (Pillado, 2002: 229).

      Lo mismo ocurría con el Partido Galeguista. Las memorias de sus líderes, Ramón Piñeiro y Manuel García Barros, dejan constancia del desaliento que invadió las filas de la oposición galleguista al franquismo:

      ... así pasaron más de dos años, sin esperanza, hasta que en el otoño de 1942 el Mariscal Montgomery derrotó el África Keops, y con los italianos en el norte de África, y la guerra pareció cambiar de signo (...) En ese momento llegamos a la conclusión de que la guerra aun podía durar mucho tiempo, pero que los alemanes, durara lo que durara, ya no la ganarían. Entonces fue cuando empezamos a pensar que la derrota de Alemania supondría también la derrota de Franco y ese hecho nos obligaba a prepararnos. Esas eran las cosas que comentábamos de aquella los galeguistas, pero sin elaborar planes de ningún tipo, especulando solamente con lo que nos podía deparar el futuro (Piñeiro, 2002: 62).

      Me encuentro un poco desalentado con lo que sucede; creía que con la victoria de los aliados quedaría el mundo libre de la peste fascista, pero, por lo que voy viendo España no es del mundo. Tenía ciertas esperanzas en Francia y acabo de escuchar que iba a venir una representación a Madrid para concretar un tratado comercial. Por otro lado Churchill dice que hay que evitar el triunfo de las izquierdas en las elecciones inglesas porque eso le abriría la puerta al comunismo. Veo que no puede fiarse uno de nadie (Garrido, 1995).

      En lo que respecta a la oposición y a la resistencia, la Segunda Guerra Mundial supuso un hito. Dio pie al auge de ambas expresiones mientras las esperanzas de victoria aliada y de intervención en España se mantuvieron. Pero concluyó con una tragedia para ambas, ya no solo por la actitud no beligerante y adaptativa de los aliados ante el franquismo, sino por el triunfo que para el régimen, sobre todo para la figura de Franco, supuso la no intervención española. Las ansias de paz de la población eran superiores a cualquier otra consideración y la publicística realizada por el régimen para explicar su neutralidad con una decisión acertada de Franco funcionó como un foco generador de consentimiento en ciertos sectores de la sociedad y, por tanto, como elemento minimizador de la resistencia civil.

      2. El papel de las autoridades locales en la resistencia