José Ignacio Cruz Orozco

Prietas las filas


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Juvenil del partido único. La meta de la reunión consistió en coordinar las realidades existentes en distintos lugares, intentar definir una cierta doctrina e implantar algunas normas de actuación comunes. El propio nombre que recibió en esos primeros momentos la entidad que se responsabilizó de toda esa problemática, Delegación Nacional de la Organización Juvenil –aunque también se empleara con profusión la denominación de Organizaciones Juveniles, incluso en documentos oficiales– indica con claridad su vinculación con la estructura política del franquismo y el gran interés de este por la socialización política de las nuevas generaciones.

      Posteriormente, ya finalizada la Guerra, concretamente el 6 de diciembre de 1940, se promulgó la Ley Fundacional del Frente de Juventudes. Esa norma debe ser considerada como un verdadero hito definitorio y supuso el auténtico lanzamiento de la política juvenil. Su finalidad no fue otra que poner en marcha mecanismos más sólidos y plataformas bastante más amplias que las empleadas hasta ese momento, para conseguir la meta de socializar con la mayor eficacia posible a la juventud española en los ideales políticos del nuevo régimen. En cierta medida, se trataba de una evolución lógica. Finalizada la Guerra, se pretendía superar el periodo anterior caracterizado principalmente por la provisionalidad, en la cual todos los esfuerzos habían estado supeditados al esfuerzo bélico.

      Interesa destacar esta última faceta. Ya que, además de ocuparse de la iniciación en la socialización política, el Frente de Juventudes, siguiendo los pasos que ya había marcado la anterior Organización Juvenil, tuvo como objetivo fundamental –«tarea primera en estimación e importancia» indicaba textualmente la exposición de motivos de la ley– la formación de los militantes juveniles de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Y para llevar a cabo esa tarea, el Frente de Juventudes creó una entidad específica, que durante sus primeros meses de existencia se denominó Falanges de Voluntarios. Esa estructura recogía la experiencia previa de la Organización Juvenil a la que aplicaba ciertos retoques. Desde los primeros días de 1942 comenzaron a dictarse normas para organizar el encuadramiento y las actividades que debía llevar a cabo. En septiembre de ese mismo año la organización adquirió perfiles más definidos cuando pasó a llamarse Falanges Juveniles de Franco. Con ese nombre se conoció a partir de tal fecha la entidad que durante casi dos décadas desempeñó la función de organización juvenil del partido, dentro de la peculiar estructura que fue la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

      En cierta medida, los contactos habían comenzado tiempo atrás. Ya durante la guerra se había llevado a cabo un programa relativamente amplio de intercambio de visitas. Mandos y miembros de la Organización Juvenil habían viajado a Alemania e Italia y militantes de las organizaciones juveniles fascista y nacionalsocialista –la Opera Nazionale Balilla y la Hitlerjugend, respectivamente– habían correspondido con estancias en España. Los jóvenes pasaban unos días confraternizando con los miembros de la organización «hermana», visitaban algunas de sus instalaciones y eran recibidos por las autoridades del país anfitrión. Los mandos que les acompañaban analizaban todo con interés y luego, de vuelta a su lugar de origen –sobre todo los españoles, que eran los que tenían una mayor carencia–, trataban de aplicar lo que habían visto, en la medida de sus posibilidades.