cual no era exactamente así, pero ofrecía una imagen positiva a ojos de la curia pontificia en Aviñón. Este fue el camino que finalmente dio frutos y condujo a la bula pontificia de fundación de la Orden el 10 de junio de 1317. El rey había conseguido alejar todavía más la presencia castellana al ligar el nuevo instituto al monasterio de Claraval, vía los cenobios cistercienses de Valldigna y Santes Creus, separándolo, por tanto, de la filiación respecto a la abadía de Morimond, a la que estaba sujeta la Orden de Calatrava. A su vez, aseguraba, mediante bula adicional, el homenaje del castellán de Amposta por los dominios templarios que el Hospital iba a recibir en Aragón y Cataluña.
No sorprende que el maestro calatraveño fuera extremadamente reticente al diseño escogido y que dilatara la fundación efectiva de la Orden, que precisaba de su asentimiento. Los dos años que discurrieron entre el establecimiento canónico y la implantación de hecho del instituto, que no tuvo lugar hasta el 22 de julio de 1319, estuvieron llenos de negociaciones y replanteamientos. Jaime II llegó incluso en 1318 a retomar la vieja idea de entregar los dominios valencianos a los hospitalarios, previa prestación de homenaje del castellán de Amposta, como ya lo había hecho este por los bienes templarios de Aragón y Cataluña, que habían pasado a poder de los sanjuanistas. Se añadía un pago de 100.000 libras.22 La propuesta no prosperó. Quizá la cantidad pareció inasumible al maestre Hugo de Vilareto, aunque solo era el cuádruple de la satisfecha en su día por el Temple por la compra de la Tenencia de Culla. De ser esto cierto, el hecho mostraría las debilidades de ciertas percepciones historiográficas comparativas sobre la situación financiera del Temple y el Hospital en esta época. Tampoco favorecieron el éxito de esta salida las reticencias papales respecto a esta. Un dato adicional respecto al frustrado giro hospitalario del monarca fue la afirmación real de que volvía sobre proyectos anteriores dada la dificultad de encontrar a miembros de la nueva orden que no fueran calatraveños; el recurso a estos no era considerado, ya que pondrían «su reino en grave peligro y el rey no los aceptaría de modo alguno».23 Las palabras de Jaime II dan pie a otra de las reflexiones que desarrollaré más adelante: el escaso número de freires montesianos en sus inicios y la lenta construcción de una arquitectura institucional en la década de 1320.
A pesar de las indecisiones y falta de plasmación definitiva que caracterizaron al bienio entre junio de 1317 y julio de 1319, la compleja transición inicial a dos bandas (Hospital, monarquía) comenzó con buen pie. En la propia fecha de emisión de la bula fundacional de Montesa, el papa instó al instituto sanjuanista a prestar juramento a Jaime II por los dominios templarios en Aragón y Cataluña, cosa que el castellán de Amposta hizo el 22 de noviembre.24 Ese mismo día el rey solicitó a la dignidad hospitalaria la entrega de las encomiendas valencianas, salvo Torrente y las casas de la ciudad de Valencia que retendría el Hospital.25 La transferencia de la más relevante, la Bailía de Cervera, a un delegado regio, pues la nueva orden no estaba constituida en la práctica todavía, no se demoró; el 3 de diciembre el comendador de Calatayud, en quien había delegado el castellán, cedió el distrito a Ramón Boil, representante del rey, al propio tiempo que eximía del vínculo de fidelidad a sus moradores.26 La contrapartida en Aragón y Cataluña debía de haberse hecho ya efectiva o lo sería pronto, pues en junio de 1318 el castellán reconocía que dichos dominios obraban ya en poder de la Orden.27 Este desarrollo sin contratiempos se vio frenado por las profundas reticencias calatraveñas, paralelas a los esfuerzos del propio rey por evitar una injerencia de dicha orden más allá de lo estrictamente necesario. Este impasse fue el que condujo al rey a pensar en alterar sustancialmente las fichas del tablero, dando de nuevo entrada a un proyecto hospitalario en Valencia, como he señalado con anterioridad.
Sin embargo, pasados los vaivenes de 1318, el panorama fue aclarándose definitivamente a comienzos del año siguiente. El 22 de julio de 1319 la Orden de Montesa comenzó a andar tras una ceremonia que tuvo significativamente lugar en el palacio real de Barcelona, testimonio del liderazgo monárquico en todo el proceso y del activo patrocinio del nuevo instituto por parte de Jaime II. En el acto referido, los primeros freires, unos escasos once miembros, profesaron; entre ellos, frey Guillem de Erill resultó elegido maestre. El más alto dignatario calatraveño había tenido que aceptar la solución escogida que limitaba en gran manera su papel y su intervención en la nueva orden. Hasta fechas cercanas al acto reseñado debió de seguir apostando por un protagonismo mayor, tal como denota el poder que otorgó el 11 de junio al comendador de Alcañiz para recibir del rey el castillo de Montesa y demás dominios del nuevo instituto, así como para admitir nuevos freires en él.28 El ceremonial del 22 de julio en Barcelona solo cumplió una parte mínima de dichas esperanzas. El comendador de Alcañiz fue únicamente vehículo institucional necesario para recibir la profesión de tres freires, que enseguida quedaron desligados de Calatrava; entre los tres, fue elegido frey Guillem de Erill como maestre a instancias del rey, quien también estuvo detrás del subsiguiente nombramiento maestral de otros ocho freires el mismo día.29 La participación directa calatraveña hubiera acabado aquí si la pronta muerte de frey Guillem de Erill, en los primeros días de octubre de 1317, no hubiera obligado a recurrir al procedimiento de julio dada la inmadurez del instituto que impedía la canónica elección interna. Una vez echó a andar la nueva orden, dos cuestiones relativas al modo de inserción social y a la estructuración administrativa en la década de 1320 requerirán atención prioritaria en el tratamiento de los orígenes montesianos. Se trataba de dos aspectos sustanciales relacionados con el establecimiento de dominio sobre las comunidades campesinas que el instituto iba a controlar, y con la articulación de una red de encomiendas, las cuales tardaron una década en adquirir conformación definitiva. El estudio de ambos asuntos puede realizarse con gran detalle dada la abundancia documental que destila la inserción de Montesa en la sociedad valenciana.30
La primera tarea que ocupó al recién nombrado maestre montesiano fue la recepción del patrimonio asignado que custodiaban oficiales reales. Distintos pasos marcaron este proceso de control sobre las que habían sido encomiendas templarias y hospitalarias y sobre el castillo de Montesa, cuya donación por Jaime II se había hecho efectiva el mismo 22 de julio.31 Las distintas comunidades recibieron la comunicación real de cambio de dominio, tras lo que se dispusieron a nombrar síndicos que procedieran a jurar fidelidad a la Orden y recibir de ella confirmación de los privilegios respectivos que disfrutaba cada villa o lugar. Una vez cumplimentada la representación, los actores confluyeron en cada uno de los puntos para presenciar la toma de posesión del nuevo señor y llevar a cabo el juramento a este en ceremonias ricas en expresividad feudal, que muestran cómo el desarrollo pleno de la relaciones de dependencia había extendido al conjunto social ritos que en siglos anteriores eran solo patrimonio de las clases altas.
Toda la secuencia anteriormente expuesta ocupó la actividad de la Orden entre agosto de 1319 y la primavera de 1320, concentrándose en dos momentos, el verano de 1319 y la primavera del siguiente año; el fallecimiento del primer maestre a comienzos de octubre frenó la incorporación de dominios, que solo se reanudó una vez el gobierno maestral volvió a la regularidad tras la elección de frey Arnaldo de Soler a finales de febrero de 1320.32 En la primera oleada, el instituto montesiano accedió al control de las bailías de Cervera y Moncada, así como de las encomiendas de Alcalá, Onda, Peñíscola y Villafamés, de la villa de Silla y del castillo de Montesa. La similitud ceremonial permite concentrarse tan solo en la bailía de Cervera a modo de ejemplo. Entre el 7 de agosto y el 31 del mismo mes fueron desarrollándose