entrega nominal por parte del apoderado real del castillo de Cervera el día 7, que se haría efectiva a final de mes;33 orden real de 8 de agosto a las villas de Cervera y San Mateo y a los lugares del distrito de que nombraran procuradores para prestar homenaje a la Orden,34 y elección de representantes con este fin el 30 de agosto.35 El día siguiente fue el señalado para el traspaso de dominio; Vidal de Vilanova, el embajador más permanente y decisivo en las negociaciones con la curia de Aviñón, dio posesión a la Orden, representada por el clavero frey Erimán de Eroles ante la enfermedad del maestre, de la villa de San Mateo y de los otros lugares del distrito, salvo Cervera. La expresividad plástica de la ceremonia no deja de llamar la atención: Vidal de Vilanova cogió las manos de frey Eriman de Eroles
y le introdujo dentro de las puertas de la Zuda de dicha villa y le dio las llaves de la casa fuerte; después salió, permaneciendo dentro frey Eriman de Eroles, el cual cerró las puertas de la Zuda e hizo que en una de las torres de la misma se izara pendón con la enseña de Calatrava, al son de tuba y añafil, mientras gritaba varias veces ¡Montesa, Montesa! en signo de auténtica posesión de los bienes entregados a la orden.36
No cabe mayor elocuencia simbólica de cambio de dominio.
El paso necesario de la toma de posesión se había dado. Era ahora el momento de que los procuradores juraran fidelidad y prestaran homenaje a la Orden, lo cual realizaron el mismo día en la iglesia mayor de San Mateo.37 No hay en los pergaminos que recogen esta ceremonia ni en la copia que aparece en el protocolo de Pere Llobet de Balanyà referencia al detalle de este juramento; no debió de diferir, sin embargo, del que aparece en el juramento de los síndicos del conjunto de comunidades dependientes del castillo de Peñíscola efectuado el 1 de septiembre: «tocando con sus propias manos los sacrosantos evangelios y la cruz del señor puestos ante ellos, arrodillados, prestaron juramento de fidelidad y homenaje ore et manibus [con la boca y con sus manos], según se debe y es acostumbrado hacer».38 Tras el juramento llevado a cabo en San Mateo, el clavero montesiano, acompañado del abad de Valldigna y de Vidal de Vilanova confirmaron provisionalmente los privilegios de todas las comunidades de la bailía representadas.39 No era este el caso de la villa de Cervera, que tuvo el mismo día 31 de agosto una ceremonia separada de toma de posesión, prestación de juramento y homenaje y de reconocimiento provisional de privilegios.40 El hecho de ser sede de la fortaleza central del distrito propició la conducción de rituales específicos para Cervera.
A partir de marzo de 1320, las comunidades que todavía no habían entrado oficialmente en la órbita de Montesa lo hicieron; se trataba fundamentalmente de Ares, Perpuchent y de las encomiendas de Cuevas y Culla. Jaime II instó el 1 de marzo a sus delegados a liberar estas villas y lugares de la dependencia al rey, argumento que precisamente el núcleo de Villanueva había esgrimido para no haberse sometido a Montesa.41 Los pasos y las ceremonias anejas al cambio de señor fueron idénticas a las que habían tenido lugar el verano anterior. En la primavera tardía de 1320 todos los dominios asignados al nuevo instituto habían entrado ya en dependencia efectiva, es decir, la Orden podía ya percibir la renta derivada de la misma. Frey Arnaldo de Soler, maestre que articuló Montesa en sus inicios, ordenó, nada más acceder a la dignidad a fines de febrero de 1320, un inventario de la población, los bienes y las rentas de los dominios, que incluyera los arrendamientos de las mismas que estaban en vigor.42 Este documento precioso, compilado con extrema rapidez, pues lleva fecha de 25 de marzo, no solo sirvió de guía al maestre para conocer el estado económico de las encomiendas y poder realizar cálculos elementales sobre las percepciones a las que tenía derecho Montesa; es de valor incalculable para el historiador al ofrecer datos precisos y verosímiles, no muy comunes en la época.43
Entrado el año 1320, Montesa había articulado ya su base socioeconómica, fijando la dependencia de todas las comunidades que le pertenecían. El siguiente paso era la ordenación administrativa de ese conjunto, pues el antiguo entramado templario y hospitalario no pudo reproducirse de inmediato, dado, entre otras razones, al número exiguo de once freires en los inicios de la Orden y, sobre todo, a la naturaleza distinta de un instituto centrado exclusivamente en el Reino de Valencia frente a unas encomiendas de Temple y Hospital insertas en un mundo mucho más amplio, las provincias respectivas, y, en última instancia, en la universalidad de dichos cuerpos eclesiales. Montesa experimentaba una peculiar paradoja ajena a los comienzos de otras órdenes: gozaba de extenso patrimonio, pero no de capacidad para estructurarlo de inmediato. Es sintomático que la Orden hubiera de confiar a oficiales reales tareas administrativas como la recogida de rentas en los primeros meses.44 El apoyo del rey también fue económico en estos momentos: el 9 de agosto Jaime II ordenó al tesorero real la entrega a frey Guillem de Erill de 10.000 sueldos;45 la recepción fue inmediata; el día siguiente el maestre extendía recibo de la percepción del dinero.46
El proceso organizativo interno del instituto, que voy abordar ahora, se dilató durante toda la década de 1320. Y puede ser dividido en cuatro etapas hasta culminar en el diseño de encomiendas y de reparto de sus rentas elaborado en la capítulo general de 1330. La inestabilidad en el gobierno de la Orden, fruto del temprano fallecimiento de su primer maestre, impidió plantear en los primeros meses la cuestión de la administración de los dominios montesianos; además, una parte sustancial de ellos no se había integrado todavía en el paraguas de la institución. Cuando este proceso finalizó en la primavera de 1320, frey Arnaldo de Soler pudo afrontar una primera tentativa de organización territorial. Dado todavía el escaso número de profesos (los freires habían ascendido tímidamente a quince contando al maestre, es decir, habían aumentado solo en cuatro respecto a los once iniciales), únicamente se pudo establecer una somera división geográfica norte-sur. La bailía de Cervera y los distritos de Chivert, Peñíscola, Ares y Culla quedarían bajo la administración de un freire y de un influyente vecino de la villa de San Mateo.47 El hecho de tener que recurrir a un administrador no profeso desvela penurias iniciales en lo relativo al propio capital humano interno de la Orden. El sur, es decir, Montesa, Perpuchent, Sueca, Silla y la ciudad de Valencia, quedaría bajo el control de un antiguo hospitalario, frey Berenguer de Montoliu, que había profesado en la Orden junto con frey Arnaldo de Soler.48
A medida que Montesa fue fortaleciéndose con nuevos miembros, la posibilidad de desmembrar operativamente las grandes divisiones geográficas establecidas se hizo más factible. En el verano de 1320, ocho profesos entraron en el instituto, sin contar la asignación forzada del infante Jaime, hijo mayor del rey, cuyo desequilibrio mental había desencadenado la renuncia a la sucesión y su aparcamiento en la Orden por voluntad de Jaime II tras su paso por el Hospital.49 Este incremento de freires propició una segunda etapa, al poco de que la primera se hubiera puesto en funcionamiento. El distrito septentrional se escindió en cuatro unidades que recordaban las circunscripciones del pasado: Culla y Ares, Peñíscola, Chivert y el castillo de Cervera; a su vez, emergió un nuevo núcleo en torno a Onda y Villafamés, lo cual muestra