literal con una profunda reelaboración y compleción del texto según las grabaciones magnetofónicas. Quiera Dios que este trabajo redunde en beneficio de la generación joven, que no ha tenido ya la suerte de escuchar y experimentar personalmente al Fundador en vida.
Padres de Schoenstatt, Monte Sion, 2005
P. Andreas Brath
27 de diciembre de 1967
Tras las palabras de saludo del director del Movimiento, P. Franz-Josef Bezler, el fundador comienza con la primera plática.
Mi querida familia de Schoenstatt:
El Cántico al Terruño nos ha introducido inmediatamente en la atmósfera que esperamos que reine aquí en estos días. Acabamos de escuchar que siempre deberíamos tener sed, tener hambre; así pues, veo, puedo ver y tengo que ver que mi tarea es intentar golpear con el cayado la roca, como Moisés en su tiempo y probar si es posible hacer brotar nuevas fuentes.
1. Ante todo unas palabras sobre la atmósfera. Desde luego también yo me alegro de corazón de que Mons. Wissing1 esté aquí, porque es de los nuestros; es por eso que no vale la pena que volvamos a tratar ahora expresa e individualmente sobre su persona [hilaridad]. Si uno forma parte de la misma familia, forma parte de la misma familia. Pero lo que nos alegra es justamente el hecho de que como delegados, representantes de toda la Familia, podemos celebrar nuevamente la Navidad juntos y también junto con nuestra querida Madre, la Santísima Virgen. Espiritualmente hemos traído con nosotros a todos los que pertenecen a nuestra Familia y cuando estamos de rodillas en el santuario no nos resulta difícil repetir la estrofa sobre Belén.2
Ciertamente, es verdad y acaban de hacernos ya referencia a ese hecho que, cuando pensamos en la Navidad, por lo menos desde 1941, pensamos también espontáneamente en el «milagro de la Nochebuena». Desde 1941, las gracias de Navidad son siempre para nosotros gracias de transformación. Desde entonces, año tras año se nos ha concedido de alguna forma el milagro de la Nochebuena, un milagro que sin duda lo esperamos también hoy.
¿Qué entendemos por milagro de la Nochebuena? No tiene mucho sentido hablar extensamente al respecto, así que solo vamos a recordarlo con brevedad. En ese contexto pensamos desde siempre en la irrupción de lo divino en la Familia: una irrupción extraordinaria de lo divino de arriba a abajo y de abajo a arriba. De arriba a abajo: ya sabemos lo que eso significa. Podríamos repetir la lista de todos los hitos que demuestran cuán fuerte y profunda ha sido la irrupción de lo divino en la Familia entera e incluso en cada uno de los miembros individuales de la misma. Pero la irrupción divina de arriba a abajo debe verse también de abajo a arriba; es por tal irrupción que podemos entender el brotar de lo divino en las almas individuales y, desde allí, la eclosión hacia el interior de la Familia en su conjunto.
Y hoy, o por lo menos así creo poder decirlo, cuando nuestros conocimientos sobre el acontecer actual son más profundos de lo que nunca han sido hasta ahora, hemos de recordar que todo ha sucedido en los últimos veinte años, o sea en los años en que el mundo se ha sumergido en un torbellino de caos y revuelo, en los años en que todas las revoluciones en el mundo y en la Iglesia se han centrado en última instancia —como comentamos por extenso el pasado octubre— en un movimiento de alejamiento de Dios. Hagan ustedes la contraposición: acercamiento a Dios, alejamiento de Dios.
Por eso comprendemos también la fuerte contraposición que existe entre nosotros como Familia y el mundo que nos rodea. Queremos vivir a partir de esa contraposición, cultivar cuidadosamente la conciencia de contraste, que tan importante es y debe ser para nuestro tiempo actual, como ya hemos hablado antes en numerosas ocasiones.
Si ahora esa conciencia nos pone de nuevo interiormente en movimiento para investigar qué se nos ha regalado una y otra vez desde 1941, tras considerarlo honestamente tenemos que constatar que en verdad no ha sido poco. Y creo que aquí tenemos que resaltar en especial dos años, ambos como conclusión de pruebas profundas que nos fueron deparadas de parte de… ¿qué he de decir? de parte de Dios, de parte del demonio. Nos referimos a los años de 1945 y 1965, ambos con acontecimientos que tuvieron una profunda incidencia. En efecto, no estamos hablando a extraños ni tampoco somos novatos, de modo que para nosotros expresiones de este tipo están cargadas de contenido. Por eso es evidente que ya el solo recuerdo de estos grandes hechos mueve nuestro corazón a pronunciar la sencilla oración: «Gracias por todo, Madre; todo te lo agradezco de corazón…».
Lo que ahora nos interesa es la siguiente pregunta: ¿cómo se presenta este año para nosotros el milagro de la Nochebuena? La respuesta viene a nosotros con rapidez y es también de fácil comprensión, aunque solo sea por el mero hecho de que existe una respuesta preparada. Basta con recordar la Semana de Octubre y tomar conciencia de los efectos que ha tenido: entonces sabremos cómo se presenta este año el milagro de la Nochebuena. Verdaderamente ahora ya no se trata tan solo de la corriente Victoria Patris, esa corriente está ahí, nos ha sido ya regalada y en abundancia; sino que se trata también, dicho brevemente, de la múltiple consolidación de esa gracia. Confirmatio in gratia, consolidación en la gracia: consolidación de la corriente del Padre, de la victoriosa corriente del Padre.
Podemos utilizar también otros términos, jugar con las expresiones, pero en última instancia todas dicen lo mismo. Por tanto, podemos hablar de la victoria permanente de la corriente del Padre en el ámbito de la Familia entera. En efecto, todos nosotros tenemos derecho a suponer con fe que en los últimos cincuenta años —en cifras resumidas— la Familia, sostenida y conducida por el Espíritu de Dios, por el Espíritu Santo, se ha desarrollado de forma lenta pero constante hasta esta altura de la espiritualidad. Así pues, no es en absoluto superfluo decir que todo lo que ahora estamos experimentando, lo que hemos experimentado y lo que quisiéramos o deberíamos querer experimentar en el futuro es la base para los próximos cincuenta años, los cimientos sobre los que debe erigirse de nuevo el edificio del espíritu de la Familia. Por eso recurrimos a la expresión: victoria permanente de la corriente del Padre. Se trata de la permanente victoriosidad, de este espíritu: «Lo que habéis heredado de vuestros padres conquistadlo para poseerlo» (Goethe, Fausto).
¿Valdrá la pena hacer aquí por un momento una pausa? ¿Me permiten que traiga a la memoria con cuánta fuerza ha prendido esta consigna?3 Contamos con múltiples pruebas de ello. Para mencionar una vez más a nuestra nueva pars motrix et centralis —aunque solo sea por esto, si no por otros motivos— me permito traer a la memoria con cuánto éxito han actuado nuestros padres por todas partes en el país para recoger los frutos de la Semana de Octubre, para que se la asimile en la vida, para que se la deguste retrospectivamente. Y creo poder decir que lo que entretanto se ha desarrollado más allá de eso significa muchas veces también una nueva iniciativa, a saber, una nueva iniciativa desde el punto de vista de la corriente del Padre.
Uno de nuestros sacerdotes suizos,4 que desarrolla su actividad aquí, espero que no esté aquí presente; aunque de estar aquí, tampoco le hará daño [escribe]:
«Mañana, 21 de diciembre viajo con el P. Lukaschek a Suiza pues nuestros hermanos de comunidad quisieran ver a toda la familia allí reunida bajo el árbol de Navidad. Por eso quisiera desearle desde ya una Navidad con abundantes gracias y regalarle un recuerdo especial de oración en el santuario.
»Pronto se cumplirá un año desde que colaboro en la rama de varones y con la juventud masculina en Alemania. Ha sido un año precioso. Por supuesto primero escuché más de lo que intervine de manera activa. Siempre tengo primero que llevar dentro de mí mismo lo que se me ha dado como tarea. Desde hace algún tiempo puedo moverme con más libertad y facilidad en mi ámbito de trabajo y así espero poder colaborar en la construcción de la rama masculina.
»El tema que entre los varones tiene siempre buen recibimiento es el del padre. No solo escuchan