La identificación con otros hombres
Es notable el hecho de que haya algún hombre que llegue a amar y a confiar en otro, en una cultura que propicia el distancia-miento y la competitividad entre los hombres. Tal como indican los informes sobre el estado psicológico de los hombres, la mayoría no se encuentra en ese caso.
Hay excepciones, momentos en que los hombres están verdaderamente unidos, generalmente cuando “están en el mismo barco” y la subcultura privada en la que viven temporalmente es igualitaria en lugar de ser patriarcal y compuesta sólo de hombres. Por algunos hombres, que ahora son profesionales con carrera, oigo hablar de una era dorada de compañeros de la infancia vinculada a haberse educado en barrios de clase trabajadora, a haber pasado veranos en los que nadie se marchaba de vacaciones y el grupo de amigos podía estar junto prácticamente en cualquier momento de vigilia. Eso era antes de que las chicas fueran importantes para ellos y antes de que fueran divididos en ganadores y perdedores. Más tarde, tuvieron que seguir caminos distintos, pero esta experiencia sentó la base para buscar la amistad con otros hombres. De igual modo, los hombres de clase alta que en la adolescencia partieron de sus hogares para estudiar en escuelas privadas, a veces hablan de haber formado parte de un grupo de amigos muy unido, a través del cual desarrollaron la capacidad de la amistad que se ha mantenido durante el resto de sus vidas. Los hombres que se alistan en el ejército y que llegan a depender el uno del otro en el campo de batalla también hablan de haber forjado estrechos vínculos con sus compañeros.
Aunque todas estas situaciones difieran, los muchachos o los hombres sentían que “estamos juntos en esto”. Compartieron situaciones y sus semejanzas les ayudaron a identificarse los unos con los otros. Se encontraban en una situación de “hermano igual” que por el momento disolvía la invisible, divisiva y jerárquica influencia del patriarcado, que suele separar y aislar a los hombres.
Luke Skywalker y “su destino”
Justo antes del momento álgido de El retorno del Jedi, la tercera entrega de La guerra de las galaxias, Darth Vader mantiene una significativa conversación con su amo, el emperador, que le dice: «el joven Skywalker será uno de los nuestros». Y en la lucha a vida o muerte entre Luke Skywalker y Darth Vader, Luke está tentado a responder con miedo y odio, y caer en rendirse a la mortífera ira –y, con ello, identificarse con el agresor–, lo cual, tal como le dice el emperador, es “inevitablemente tu destino”.10
Luke Skywalker no se hace ilusiones respecto al emperador ni a la Estrella de la Muerte. No quiere formar parte de un imperio que busca conseguir el poder sobre todos los demás, reprimir la libertad y exigir una obediencia ciega –que son valores exagerados del patriarcado– aun cuando se le ha prometido un puesto de mando.
Puesto que no le seduce la promesa de poder, ni le vence el temor de ser un estúpido y de que se encuentra en una situación sin salida, Luke puede resistirse a su “inevitable destino”. Por consiguiente, no cede ni se convierte en un hombre sin sentimientos que da y recibe órdenes, como su padre. No canjea el amor por el poder, ni la lealtad a los demás por una posición segura, ni renuncia a su propia creencia en un tipo de sistema diferente ante la aparente inmunidad del estado de las cosas. Gracias a su compromiso con sus creencias y a su valor, puede resistir convertirse en otro Darth Vader y gana.
Todos los hombres y muchas mujeres en las culturas patriarcales se enfrentan a la misma tentación: ¿se identificarán con los agresores y se unirán a ellos? Los momentos de la verdad y de tomar decisiones surgen continuamente, cuando la supervivencia de un Luke Skywalker –o su homóloga femenina, la princesa Leia–, están en juego dentro de nosotros. Mientras vivimos, la vida es una historia interminable que nos pone ante estas situaciones de tener que tomar decisiones. Podemos decidir no resignarnos ni rendirnos, permanecer fieles a aquello que nos importa, aun cuando tengamos razones para tener miedo. Para ser fieles a nuestros principios hemos de saber quiénes somos. Desde una visión psicológica, nuestros arquetipos activos nos conectan con lo que es más significativo para nosotros, de modo que saber qué arquetipos son los importantes nos revela algo importante respecto a nuestra naturaleza más profunda y nos ayuda a mantenernos firmes. Este conocimiento nos da poder.
En los capítulos siguientes conoceremos los dioses cuyos arquetipos viven en cada hombre y que también son familiares para toda mujer. Primero conoceremos a Zeus, Poseidón y Hades, los arquetipos paternos, cuyos capítulos separados comprenden la primera sección. Luego pasaremos a explorar la siguiente generación de los hijos –Apolo, Hermes, Hefesto, Ares y Dionisos–, cada uno de los cuales representa un patrón distinto de personalidad que a su vez es amparado o rechazado por el patriarcado y por sus padres personales.
* Me gustó conocer una historia confidencial que tuvo lugar tras el extraordinario éxito de sus producciones. Lucas, con status de gran celebridad, aunque con el aspecto de un graduado, se introdujo silenciosamente por la puerta de servicio para conocer a Joseph Campbell cuando éste se encontraba entre bastidores en el Palacio de Bellas Artes de San Francisco en un acto patrocinado por el Instituto Junguiano.
** Alice Miller, psicoanalista contemporánea, en Thou Shalt Not Be Unaware: Society’s Betrayal of the Child, se centró en el contexto que condujo a Edipo a matar a su padre. Partiendo del mito y de otras pruebas, Miller describe el patrón de atribuir a niños inocentes motivaciones básicas o una naturaleza malvada a la que se ha de hacer frente, a menudo con dureza. De ahí que se racionalice el maltrato a los niños.
*** Los médicos residentes en los Estados Unidos tienen que sobrevivir a un período de tres años de turnos agotadores de a veces hasta treinta y seis horas seguidas. (N. de la T)
**** Los “plebeyos” son los alumnos de primer curso. (N. de la T)
PARTE II
EL ARQUETIPO DEL PADRE: ZEUS, POSEIDÓN Y HADES
Zeus, Poseidón y Hades fueron la primera generación de dioses masculinos del Olimpo y representan tres aspectos del arquetipo de padre. Se dividieron el mundo entre ellos y cada uno gobernaba sobre su reino particular. Como arquetipos y metáforas, el dios y su reino se han de considerar en conjunto: Zeus y el cielo, Poseidón y el mar, Hades y el mundo subterráneo. La Tierra estaba dominada por Zeus, pero no la reivindicaba como suya.
Zeus gobernada sobre todos. Era el dios jefe y sus atributos personales son los mismos que los de los poderosos padres, reyes, presidentes corporativos o jefes del ejército, los varones que van en cabeza, las figuras del jefe. Poseidón y Hades son aspectos de la sombra de Zeus, esas partes del arquetipo del padre que los hombres de poder reprimen o descuidan, a la vez que son dos patrones separados.
La paternidad biológica y los arquetipos paternos no están relacionados. Por ejemplo, podemos leer sobre los tres dioses padre y no reconocer a nuestro propio padre en ninguno de ellos, porque no está allí; sin embargo puede seguir el patrón de uno de los hijos del Olimpo, cada uno de los cuales posee su forma característica de ser padre. Zeus no gobierna sobre todas las familias humanas, pero su influencia está muy presente en toda sociedad patriarcal.
En los patriarcados, Zeus es el arquetipo que predomina en la cultura (también es muy significativo para la psicología, en las psiques de los hombres). Al igual que el mundo de la mitología, las psiques de los hombres se dividieron en el reino mental consciente del poder, de la voluntad y del pensamiento (Zeus), el reino de la emoción y del instinto (Poseidón), que con frecuencia es reprimido, despreciado y a veces separado del estado consciente; y el oscuro y temido mundo de los patrones invisibles y arquetipos impersonales