Manuel Almendro

Psicología y psicoterapia transpersonal


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deshacerse de ese corsé y aceptando con resignación su papel de enfermo. Este modelo trata como patológica toda conducta que no coincida con el modelo de “normalidad” imperante, una terminología que descarta la reducción del espíritu al psicologismo.

      En psicología transpersonal, el cuerpo es consciencia, a años luz del re-duccionismo de la perspectiva newtoniana-cartesiana, en el que el cuerpo es sólo una máquina biológica, y a años luz de la lúgubre perspectiva freudiana. La psicología transpersonal nace en una perspectiva cuántica y energética, en la que la vida es un proceso de consciencia, tras las sucesivas vivencias de muertes y renacimientos como mecanismos de trabajo, en los que la crisis sólo significa cambio; siendo avalada por un principio de complementariedad, sinergia, en el que la oscuridad es el combustible de la luz. Lo vivencial y lo emergente son el contexto direccional en el que cuerpo-mente y emociones alineados saltan al vacío de lo no instituido, zona virgen marcada por los propios límites personales.

      Quizá convendría recalcar, dado el auge actual de otras materias, que la psicología transpersonal, aunque respete y se relacione con ellas, no es parapsicología ni ninguna de las mancias hoy tan extendidas. Digamos que en su propósito de curación como acceso a la consciencia personal tiene como objetivo el conectar con la matriz ordenadora del universo que se expresa en la vida, en lo ordinario y en lo no ordinario, en el mercado, el café, fenómenos perinatales, tanáticos, oníricos, etc., donde la transmentalidad deja pasar el flujo de consciencia-energía, consciencia cósmica, que atraviesa y contiene todo lo que existe.

      Para acabar este apartado, y aunque represente un avance prematuro, quisiera dejar caer unas notas a fin de darnos cuenta de que dentro de las concepciones transpersonales hay ya divergencias que enriquecen el proceso hacia ulteriores clarificaciones. Michael Washburn introduce una tesis al respecto, al contrastar los modelos dinámico-dialéctico y el estructural-jerárquico. M. Washburn concibe la psicología transpersonal como un desarrollo de las potencialides humanas que sobrepasan los límites del ego, partiendo de que ese ego existe en relación con una fuente superior de la que es un instrumento. La psicología transpersonal para Michael Washburn. es menos una subdisciplina que una investigación multidisciplinaria y sintetizadora que se relaciona con asuntos religiosos como la caída y la trascendencia, filosóficos como la individualidad, la existencia, etc., por lo que propone como más adecuado el hablar de teorías transpersonales, siendo el principal objetivo el integrar la vivencia espiritual con una amplia comprensión de la psique humana pero sin caer en la reducción en uno de los lados. Sin embargo, lo que comenté como avance tal vez prematuro, puesto que los autores clave serán expuestos posteriormente, es algo sobre la posición crítica del autor que se decanta por una posición dinámica (Freud y Jung fundamentalmente), en contra de la estructural-jerárquica defendida por Wilber.

      M. Washburn afirma que libido y espíritu provienen de la misma fuente y esta unificación será clave en su perspectiva. Para todo ello tenemos que presentar los tres estados: “pre-yoico”, que corresponde aproximadamente al pre-edípico y en el que la Fuente Vital “Pleroma” Dynamic Ground (término usado por el autor) domina sobre un yo subdesarrollado; el estado yoico que corresponde desde la tardía infancia hasta la adolescencia, en que el yo maduro es disociado represivamente de la Fuente Vital y el trans-yoico que corresponde con el adulto (en el caso de que este nivel aparezca). Este tercer estado conlleva que el yo maduro se reintegre con la Fuente Vital. Para Washburn éstos son los dos paradigmas básicos en las teorías transpersonales: el psicodi-námico o dinámico-dialéctico está basado en una concepción bipolar de la psique, el desarrollo de las tres fases expuestas se relacionan dialécticamente en dos polos –tesis y antítesis– hacia la conjunción de los opuestos; en Freud, con la perspectiva clásica ello-yo-superyó en la que este último forma parte de la esfera del yo; en Jung, con la bipolaridad inconsciente colectivo–yo y consciencia.

      El modelo defendido por Wilber es estructural porque combina una orientación piagetiana y un desarrollo cognitivo con una orientación jerárquica (budismo-vedanta) que presenta una estructura de multiniveles ascendentes e incorporativos, de tal modo que el aspecto trifásico expuesto anteriormente es aquí más bien una gran unidad de niveles y subniveles.

      Pero la dificultad aparece al escoger entre estos dos paradigmas en los que Michael Washburn encuentra cinco puntos de desacuerdo:

      El primero es sobre el rol que se juega en el estado pre-egoico, en el que la posición dinámica afirma la existencia del conflicto como asunto primario en este estado; aquí la mente es volátil e inestable, el yo debe luchar con las potencias desestructurantes, figuras arquetípicas de la gran madre o el padre edí-pico. Sin embargo, el estructural-jerárquico no enfatiza aquí el conflicto aunque lo considera un nivel crítico, sobre todo como preparación base para niveles posteriores. El segundo punto de desacuerdo es sobre si los potenciales pre-yoicos son perdidos o retenidos en la evolución. El punto de vista dinámico sostiene que la transición hacia el estado yoico es de tipo disociativo, con la pérdida de muchos de los resortes psíquicos asequibles en el estado pre-yoico, pero también con la liberación de sus influencia, sumergiendo lo pre-egoico en el inconsciente. En el estructural-jerárquico se da, por el contrario, de una forma incorporativa, envolviendo y reteniendo las estructuras pre-yoi-cas hacia un nivel superior, edificando sobre ellas más que sumergiéndolas. El tercer punto vendría a plantear si la etapa yoica, la del yo mental, se aleja de sus orígenes y de sus verdaderos fundamentos. Sería afirmativo en la posición dinámica que se alinea en parte con el existencialismo al señalar el sufrimiento que supone el alejamiento de la Fuente Vital, aunque matizada como correspondiente a lo yoico; mientras que, para el modelo estructural-jerárquico este tercer punto supone una evolución sobre el nivel pre-yoico, asumiendo, según critica M. Washburn, que en ese período yoico no se es responsable de los problemas existenciales, sino más bien de una falta de realización de futuro en los niveles consiguientes. El cuarto punto se dirige hacia lo trans-yoico, planteando si ello supone una reintegración del yo. En la posición dinámica, bipolar, mantiene que la trascendencia del yo implica un re-encuentro, re-enraizarse con los potenciales pre-yoicos para renacer integrados en el nivel trans, lo que no está exento de peligros. En el modelo estructural-jerárquico lo trans supone de nuevo un ascenso claro y unidireccional hacia un mayor nivel de consciencia, lo que conlleva el sufrimiento de morir al nivel viejo para ascender al siguiente. En una quinta y última proposición, este autor se pregunta si se considera que en el estado transyoico existen dos yoes (self) o ninguno. La posición dinámica sostiene que hay un pequeño yo que ha de ser transformado en un yo superior, lo cual supone regresión e integración. Para este modelo la existencia de un yo en el período yoico es real, aunque parcial y distorsionado por no estar en contacto con la Fuente Vital. En la estructural-jerárquica este pequeño yo es una ilusión virtual que ha de ser disipada y, por lo tanto, no es materia de crecimiento ni transformación. La verdadera unidad es Brahman, Dios, etc.

      Mientras la meta se da en la unión de los opuestos en una integración superior en lo dinámico, en lo estructural-jerárquico se da en disipar la radical ilusión de la individualidad. Como vemos, y además lo señala el autor, escoger no es fácil, aunque M. Washburn se decante por lo dinámico, pues según él le ofrece una lectura más sensible de las bases y de las potencialidades. Sin embargo, entiendo que ambos son dos modelos teóricos, dos mapas, que pueden ser buenos faros para un mismo territorio. Todo va a depender de la práctica, pues primero es la vivencia y después el concepto. Sólo que, aceptando que la erudición es uno de los polos del conocimiento, no caigamos –entiendo yo– en quedarnos simplemente aquí con la consiguiente disipación en discusiones teóricas huérfanas del territorio de la práctica, ya que hay experiencias que, a partir de cierto punto, sobrepasan el lenguaje.

      Habiendo desarrollado los conceptos de las cuatro fuerzas, bien está hacer un alto en el camino que recoge lo hasta ahora desarrollado como un culto respetuoso a todas las personas y movimientos que han hecho posible la emergencia de lo transpersonal. Pero además hemos de tener en cuenta que cada fuerza propone un «modelo de hombre» y que la psicología transpersonal, que marcha hacia el desarrollo de las más altas potencialidades humanas, destaca