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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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a ayudarte?

      Danielle se volvió indignada.

      –Yo no te he pedido ayuda. Tú me obligaste a aceptar el coche. Yo no quería…

      –Lo necesitabas.

      –Habría sobrevivido sin él.

      –No tengo la menor duda –murmuró Flynn. Aquella mujer era una superviviente de la peor especie. Sobrevivía con el dinero de los demás.

      –No pareces entender que la independencia es muy importante para mí. Pero, en el futuro, te agradecería que me dejases en paz. He aceptado el coche, pero eso no te da derecho a entrar en mi casa cuando te parezca.

      –No he venido para pedirte nada.

      –¿Ah, no?

      Respirando profundamente, Flynn se dio la vuelta. Aquella mujer era un peligro para ella misma y para cualquier hombre.

      –Será mejor que compruebe esa cerradura.

      –No hace falta. Si está rota, el administrador la arreglará.

      –Pensé que querrías arreglarla tú misma. Como eres tan independiente.

      –Lo estás sacando de contexto.

      –Aunque estuviera defectuosa, que no lo creo, el administrador no podría arreglarla antes del lunes. Y no quiero levantarme mañana por la mañana y leer en el periódico que te han asesinado.

      –No digas tonterías –murmuró Danielle. Pero, al mismo tiempo, se llevó una mano protectora al estómago.

      –Voy a comprobar la cerradura quieras o no.

      Desgraciadamente, no tardó mucho en darse cuenta de que, efectivamente, estaba estropeada. Flynn masculló una palabrota. No le gustaba estar equivocado acerca de Danielle Ford.

      Esta vez.

      –¿Qué pasa?

      –Parece que te debo una disculpa.

      Danielle dejó escapar un largo suspiro.

      –Yo no miento. ¿Qué le pasa a la cerradura?

      La exótica fragancia de su piel empezaba a marearlo.

      –Que no cierra bien.

      –¿Cuál es el problema? –preguntó ella, acercándose un poco más.

      Y, de repente, el aire se cargó de electricidad. Como si también Danielle lo hubiera sentido, se volvió hacia él. Sus ojos se encontraron y, en ese momento, Flynn supo que tenía que besarla o se arrepentiría de no haberlo hecho toda la vida.

      –No me detengas –dijo con voz ronca. Y no le dio tiempo a reaccionar. Danielle se quedó rígida y Flynn supo que estaba luchando más contra sí misma que contra él. Pero luego sus labios se entreabrieron con un minúsculo suspiro de rendición.

      Y Flynn no esperó un segundo más. Sabía de maravilla. Como había esperado. Como había imaginado desde que la vio por primera vez.

      Danielle le echó los brazos al cuello y Flynn, sin poder apartarse, pensó que aquello se le estaba escapando de las manos. Estaba embarazada. Tenía que parar.

      –¿Flynn?

      –Solo un beso más…

      Un beso de despedida.

      Un beso que pusiera punto y final a todos los besos.

      Pero cuando sus labios se encontraron por segunda vez, de repente dio igual que estuviera embarazada o que fuese una buscavidas. Nada importaba salvo el delicioso sabor de sus labios, el glorioso aroma de su perfume, el roce de su piel…

      Temblando, la besó en el cuello, en la garganta.

      –Tenemos que parar –murmuró ella, pero era un murmullo de placer que lo excitó aún más.

      –¿Tenemos que parar?

      –Sí…

      –Deja que te acaricie un poco más –musitó Flynn, sin pensar en las consecuencias, dejando resbalar la bata por sus hombros… para revelar unos pechos perfectos–. Preciosos. Están hechos para las manos de un hombre. Para mis manos.

      Ella levantó los ojos.

      –Sí.

      –Y para mi lengua.

      –Oh, sí…

      Flynn abrió la bata, desnudándola por completo.

      Un deseo punzante se clavó en sus entrañas y más abajo, en la erección que pugnaba por salir de su confinamiento mientras acariciaba sus pezones, las puntas endureciéndose mientras Danielle apoyaba la cabeza en la pared. Flynn los apretó con los dedos y ella dejó escapar un suspiro de placer.

      Danielle estaba hecha para él, para sus brazos, para sus labios…

      Con un gemido ronco, inclinó la cabeza para buscar uno de sus pezones con la boca.

      –Flynn… –su voz había salido tan ronca que era apenas audible.

      Él siguió besándola y chupándola cada vez con más fuerza. Iba a darle todo lo que Danielle necesitaba. Y solo él podía dárselo.

      Flynn deslizó las manos por su estómago y luego más abajo, hasta la esencia de su ser. Estaba húmeda y caliente para él.

      La besó profundamente, moviendo los dedos sobre su delicado capullo, acariciándolo una vez, dos. Quería darle más placer que ningún otro hombre.

      –Déjate ir –murmuró.

      Al principio sintió una ligera convulsión y luego le empezaron a temblar las piernas. Danielle se agarró a sus hombros, jadeando, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados.

      –Eso es, cariño…

      De repente, sintió que se convulsionaba gritando su nombre, dejándose ir mientras él la perforaba con sus dedos. Si hubiera estado dentro de ella habría sentido esas convulsiones… y eso era suficiente para hacer que un hombre se volviera loco.

      Danielle apoyó la cabeza en su hombro, intentando recuperar el aliento y, por fin, cuando lo miró, en sus ojos vio un brillo de… pudor. Estaba más que preciosa. Increíble. Una sensación posesiva lo envolvió entonces, aunque se preguntaba por qué.

      –Flynn…

      –No digas nada –murmuró él, atando el cinturón de su bata.

      –Pero tú no…

      –No y no lo necesito.

      –Pero…

      –Nada de peros, Danielle. He disfrutado mirándote.

      Flynn inclinó la cabeza para aprovechar que tenía los labios entreabiertos…

      Entonces, de repente, sonó el timbre y Danielle lo empujó, asustada.

      –Ay, Dios mío…

      –¿Qué pasa?

      –Es Monica –contestó ella en voz baja–. La madre de Robert.

      Flynn apretó los dientes. Había olvidado que era viuda, que había pertenecido a otro hombre. Robert la habría tocado, le habría hecho el amor. De repente sintió celos de cada segundo que Robert había pasado con ella, de que la hubiera poseído.

      –No abras –le dijo.

      –Tengo que hacerlo. Viene a cenar. Es que hoy es mi cumpleaños…

      –¿Tu cumpleaños?

      –Sí –murmuró Danielle, mordiéndose los labios–. Si no abro la puerta pensará que estoy trabajando…

      De modo que tenía un trabajo de verdad.

      –Y si no me encuentra llamará a la policía. Monica es así.

      –¿Has