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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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aquí.

      –¿Te da miedo esa mujer?

      –No, claro que no –contestó Danielle–. Es que es… bueno, es la madre de Robert y no quiero que nos vea así.

      –¿Así cómo? Estaba arreglando tu cerradura.

      Danielle se puso colorada.

      –Flynn, no creo que…

      El timbre volvió a sonar y ella prácticamente dio un salto.

      –Tengo que abrir.

      Flynn le dio un besito en los labios. Quería decir «al demonio con Monica», pero si hacía eso tendría que tomar a Danielle en brazos y llevarla al dormitorio.

      ¿Y luego qué?

      Sí, lo mejor sería marcharse. A partir de aquel momento se apartaría de Danielle y seguiría adelante con su vida. En seis meses ella daría a luz…

      –Ya estoy lista.

      Asintiendo con la cabeza, Flynn abrió la puerta. Y la elegante mujer que estaba en el rellano casi dio un paso atrás.

      –Ah, hola, Monica. Perdona, es que no podíamos abrir –se disculpó Danielle.

      Su suegra miró a Flynn de arriba abajo.

      –Eso veo.

      –Te presento a Flynn Donovan. Estaba comprobando la cerradura, parece que se ha estropeado.

      –¿Ah, sí? Pues deberías haber llamado a un cerrajero, querida.

      A Flynn no le gustó nada esa mujer. Era demasiado fría, demasiado calculadora.

      –Sí, bueno… el administrador tendrá que arreglarla. Flynn no tiene las herramientas adecuadas.

      –No estoy yo tan seguro –murmuró él. Y se alegró al ver que Danielle se ponía colorada.

      –Ojalá mi Robbie estuviera aquí –suspiró Monica–. A él se le daba bastante bien arreglar cosas.

      –Seguro que sí –dijo Flynn.

      Si lo que Monica intentaba era alejarlo de Danielle no tenía que molestarse. Él ya había tomado la decisión de alejarse.

      Entonces se dio cuenta de que Robert se parecía mucho a ella. Robert Ford, un hombre que le había caído antipático desde el primer momento.

      –Gracias otra vez. Puedes marcharte cuando quieras –sonrió Danielle.

      Flynn sintió la tentación de quedarse solo para molestar a Monica, pero decidió no hacerlo.

      –Haz que arreglen la cerradura lo antes posible.

      –Lo haré. Buenas noches.

      –Sí, adiós –dijo Monica, prácticamente empujándolo a un lado–. Encantada de conocerlo.

      –Lo mismo digo.

      Danielle volvió a mirarlo. Estaba claro que se sentía incómoda con aquella mujer y eso despertó en él un extraño instinto protector. Un instinto que Flynn mató inmediatamente. No tenía duda de que sabría medirse con su suegra. Danielle Ford podía cuidar de sí misma.

      –Será mejor que entre –murmuró–. Gracias por venir a… devolverme el bolso.

      Flynn sostuvo su mirada un momento, irritado porque era quien era, pero deseándola con cada fibra de su ser.

      –Ha sido un placer –contestó, disfrutando al ver que, de nuevo, se ponía colorada.

      Se quedó donde estaba un momento y respiró su perfume, casi como un gesto culpable. Luego se dio la vuelta y fue hacia el ascensor. Debía salir esa noche con una examante, pero la idea de estar con otra mujer, de hablar con otra mujer, de hacerle el amor a otra mujer lo llenaba de desagrado.

      No quería cenar con otra mujer después de haber estado con Danielle, pero tenía que hacerlo. Solo esperaba que aquella tarde con Danielle Ford no hubiera arruinado su vida amorosa.

      Para siempre.

      Danielle cerró la puerta y dejó escapar un suspiro. Había estado a punto del desastre. Si Flynn hubiera mencionado el préstamo por venganza… Si Monica decidiera usar eso para quedarse con el niño.

      No, ella no dejaría que eso pasara.

      Cuando entró en el salón, Monica estaba revisando un montón de papeles personales.

      –Ah, dame eso. Voy a ponerlos en otro lado.

      –Solo estaba moviéndolos para sentarme.

      Danielle no sabía si era verdad, pero lo dejó pasar. Solo eran unas facturas y el contrato de alquiler del apartamento. Afortunadamente, no había nada sobre el préstamo.

      –Dime, Danielle. ¿De qué conoces a Flynn Donovan?

      –No lo conozco –mintió ella–. Había venido a visitar a un amigo que vive en el otro ático y, al pasar por delante del mío, vio que la puerta estaba abierta.

      –Entonces, ¿no lo conoces personalmente?

      –No. Pero evidentemente tú sí sabías quién era.

      –Lo que he leído en los periódicos –contestó su suegra, que parecía haber creído su explicación–. Por cierto, ¿qué es eso que llevas puesto? Es nuevo, ¿verdad?

      De repente, Danielle se sintió expuesta y vulnerable, incluso más que cuando estaba desnuda delante de Flynn.

      –Sí, es nuevo. Me lo rebajaron mucho en la boutique. Voy a cambiarme, vuelvo enseguida.

      –No sé si a Robbie le gustaría –dijo Monica entonces–. Y un consejo, querida, no deberías llevar algo así delante de un desconocido. Podría pensar lo que no es… especialmente alguien tan rico y tan influyente como Flynn Donovan.

      –No lo creo. Estoy embarazada y eso es algo que echa para atrás a los hombres.

      –Algunos hombres encuentran muy atractivas a las mujeres embarazadas.

      –No creo que sea el caso –murmuró Danielle, entrando en su dormitorio y apoyándose en la puerta con los ojos cerrados.

      Embarazada o no, Flynn iba a la caza. Ella había intentado resistirse, pero no sabía qué tenía aquel hombre… no sabía qué era lo que la hacía derretirse en su presencia.

      Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se sintió atraída por un hombre, tanto tiempo desde la última vez que hizo el amor con un hombre al que deseara de verdad. Flynn la había devuelto a la vida… nunca había experimentado algo así.

      Flynn Donovan la hacía sentir de nuevo como una mujer y le devolvía lo que había perdido durante su matrimonio con Robert: su deseo de vivir, de amar.

      Claro que eso no lo hacía menos arrogante e insufrible. Debía tener eso en cuenta para controlar la atracción que sentía por él.

      Justo entonces sonó un golpecito en la puerta.

      –¿Vas a salir, Danielle? Quiero darte tu regalo de cumpleaños.

      Ella contó hasta diez. Monica siempre hacía eso; perseguirla hasta que se sentía atrapada. Robert era igual.

      –Salgo enseguida. ¿Por qué no pones la cafetera?

      Un momento de silencio y luego:

      –Muy bien.

      Danielle esperó unos segundos y luego se apartó de la puerta. No volvería a dejar que nadie le dijera lo que tenía que hacer.

      Nunca.

      Y eso podía aplicarse también a Flynn Donovan.

      Por muy maravillosa que la hiciera sentir.

      Después de cenar, Flynn dejó